En las afueras de la localidad de General Rodríguez, cerca de Luján, al noreste de la provincia de Buenos Aires, se halla uno de los 16 tambos orgánicos que en el país proveen de leche a la empresa Nestlé. El ingeniero agrónomo Gustavo Benítez Cruz (73), que reside en esa misma ciudad, es su asesor y administrador. Recuerda que, como tambo orgánico fue pionero un establecimiento de Tandil, pero que no provee a esa multinacional láctea.
El ingeniero detalla que los tambos argentinos que proveen a Nestlé de leche orgánica certificada son: seis alrededor de Luján (el de ellos, otro en Luján, otro por Marcos Paz, otro cerca de Pilar, otro en Goldney y otro en Olivera), tres en Entre Ríos (uno en Urdinarrain y dos cerca de Concepción del Uruguay) y el resto en Córdoba (tres en Ucacha, uno en Laboulaye, otro en La Carlota, otro en Canals y uno en Alejo Ledesma).
“Los de Córdoba son chicos, salvo uno que es grande, de 300 vacas. Los de Entre Ríos son medianos, y los de acá, alrededor de Luján, somos grandes, todos por encima de 300 vacas”, aclara el agrónomo, quien fue asesor de CREA Luján durante 30 años.
Rubén Vandoni (63) es el encargado de la hacienda en el mismo tambo, que hoy produce 2800 litros diarios. Cuando se le pregunta por su formación teórica, él responde que su gran escuela fue pasarse la vida “detrás del culo de las vacas”, sobre todo observando sus actitudes. También reconoce que Gustavo fue su gran maestro en la parte agronómica. Además comenta que en 1993 hizo una especialización en calidad de leche y podología bovina, en Estados Unidos, de modo, que por más que tenga cada uno su responsabilidad, hoy coordinan juntos casi todas las tareas del tambo.
“Rubén es nacido en San Antonio de Areco, criado en Vagues y con apenas 5 años de edad ya ordeñaba junto a su familia las 20 vacas que tenían en su chacra –señala Gustavo-. Ambos pasamos gran parte de nuestras vidas dedicados a la actividad lechera en distintas empresas y agarramos la época de oro de la lechería, desde 1992 hasta 1999. Si bien nos conocíamos de antes, Rubén empezó a trabajar conmigo en 1986, en otra empresa. Después él siguió en aquella y yo en 2000 me vine a administrar este campo, que era un criadero de cerdos, de 140 hectáreas, pero ya su propietario quería montar un tambo y venía comprando vacas Holando”.
Continúa el ingeniero: “En 2001 se cerró un tambo de Luján, que yo asesoraba, y le compramos todas las máquinas. A la máquina de ordeño la usamos hasta hace dos años, cuando decidimos cambiarla por una más moderna. De 2006 a 2010 me la pasé renegando para armar el tambo, hasta que en 2011 lo convoqué a Rubén para que me ayudara. Hasta 2019, juntos, llevamos adelante un tambo tradicional y proveíamos a una fábrica de mozzarella de esta zona. Mientras, comenzamos a aplicar semen neozelandés, para achicar las vacas Holando”.
“Luego el tambo pasó a ser propiedad de la hija de ‘Don Picho’, el propietario, y con su marido le pusieron por nombre ‘San Antonio Milk’, que con el tiempo compraron un total de 106 hectáreas más, en dos etapas”.
Gustavo comienza a contar el origen del tambo orgánico: “Los tambos de la cuenca de Luján, comenzamos a participar de unas reuniones organizadas por la municipalidad de esa misma ciudad con el objetivo de intentar hacer una transición hacia lo agroecológico, ante el problema de las fumigaciones. Y en julio de 2018 se presentó ante todos un ingeniero de Nestlé, quien empezó a proponer a los tambos que nos transformáramos en orgánicos. Y era tentador porque decía que nos comprarían la leche a un precio mayor”.
Rubén continúa relatando la historia: “A los propietarios y su familia de nuestro tambo siempre les interesó desarrollar un proyecto orgánico de leche, carne y granos, de modo que les gustó la propuesta y pusimos manos a la obra. Para concretarlo necesitábamos de dos años de transición, porque tenés que ir como ‘curando’ todo el proceso. A partir de eso, pasás a ser racional con el uso de antibióticos en los animales, y en el campo no podés usar ni herbicidas ni fertilizantes químicos. Las semillas que colocás no deben tener eventos transgénicos”.
Retoma Gustavo: “En marzo de 2019 firmamos contrato con Nestlé y vino gente de la certificadora orgánica OIA, una de las 4 que hay en Argentina. A partir de ese momento no podíamos usar ni urea ni nada, sólo guano para abonar, pero debía ser propio, porque cuando viene de otro lado, debe tener certificación orgánica. Al comienzo nos costó mucho conseguir alimento orgánico para las vacas, pero finalmente, el 29 de mayo de 2021 logramos la certificación orgánica del tambo”.
Agrega Rubén: “Los dueños de este emprendimiento tienen otro campo en Córdoba, donde hacen agricultura y ganadería, al cual también certificaron como orgánico en 2019. De allá traemos maíz, girasol alto oleico, que canjeamos con una empresa por expeller de girasol orgánico. Hacemos reservas de rollos y silo de praderas. No podemos dar malta, ni semillas de algodón, ni orujo de citrus porque tienen residuos transgénicos. Lo que nos permiten es alimentar los animales con megafardos. Con todo esto hacemos las raciones del tambo, vacas secas, terneras y recrías. En el mixer mezclamos silo de pastura, con granos, megafardo, que repartimos en los comederos”, detalla.
Cuentan que el emprendimiento creció con los años, fueron trabajando en bienestar animal y en la captación de carbono. Incorporaron bombas y termotanques solares.
Hoy poseen 347 animales y 160 vacas en ordeño. Este año los dueños sumaron las últimas 53 hectáreas –con un total de 246- para hacer pasturas, porque los campos de esta zona no son agrícolas, sino que sirven para hacer forrajes, según explica Vandoni.
“Poco a poco le fuimos tomando la mano a este nuevo modelo y aprendiendo a bajar costos de fletes, etcétera. No podemos usar hormonas en los animales, ni desinfectar y sellar los pezones luego del ordeño con componentes yodados o clorados. Y no podemos pasarnos de usar el 30% (que en nuestro caso son 6 kilos de granos, en materia seca de la dieta diaria de las vacas)”, señala Rubén.
Y agrega: “Monitoreamos a las vacas con un collar digital, con un programa traído de Israel, que te indica en qué momento debés inseminar, logrando un mayor porcentaje de preñez. Hace más de 10 años que utilizamos toros de inseminación artificial (IA) con Betacaseína A2A2, que logra hacer tolerante la lactosa para el humano, y con sólidos de grasa y proteína útiles que superan el 8%”.
Nestlé los inspecciona todos los años y les hace las mediciones de carbono. Cuentan con el siguiente personal fijo: Ismael Marengo es el encargado general del tambo, tractorista y se ocupa de alimentar a las vacas. Héctor Fratti es el tambero, y su esposa, Marisa Jara, es la responsable de la crianza de las terneras en guachera y ayudante en el tambo. Destaca, Rubén, que venían con problemas de crianza hasta que llegó Marisa, quien “cría a las terneras como si fueran sus hijas, y hasta lo hace poniéndoles música suave”, dice. “Yo a las vacas las reconozco por sus ubres”, agrega ella.
Rubén completa: “Desde 2024, de las 85 terneritas que crió Marisa, se le murió una sola, y fue cuando ella estuvo de vacaciones”, asegura.
Además, explica que no pueden beber sustitutos lácteos, sino sólo la leche orgánica, previa pasteurización, de sus propias madres, y en vez de 60 días, las mantienen un mes más. También destaca el compromiso y la calidad del servicio que les brindan los veterinarios, Rocío Mesaglio y Gustavo Carullo, a cargo de la sanidad de los animales. En las vacas, dice que hace dos años incorporaron el sistema Dataflow para monitorear satelitalmente a las vacas, colocándoles collares SCR, que controlan la actividad y la rumia para detectar, entre otras cosas, las anomalías en los animales.
Además, Vandoni explica que en el tambo tienen pulsador inteligente, que regula automáticamente el flujo de la leche y de ese modo el ordeño es más veloz. Agrega que tratan de utilizar la menor cantidad de agua, lavando el tambo con una hidrolavadora, bajando de 3000 a 670 litros por hora. Va todo hasta una pileta de decantación de sólidos y de ahí el líquido pasa a otra pileta anaeróbica, de 60.000 litros. Les falta agregar una pileta “facultativa”, de la misma capacidad, y una tercera, de unos 30.000 litros, para cerrar el circuito y reutilizar el agua para lavar el corral del tambo o para los lotes de siembra como mejorador del suelo.
Finalmente, tienen una laguna artificial que alimentarán con el agua de lluvia desde el techo del tambo, y ya están trabajando los paisajistas para plantar varias especies de árboles que ayuden a proteger el ecosistema. Y también aprovechan el residual de la bosta, que mezclan con los restos de los rollos y con las sobras de los comederos, para abonar los lotes.
El ingeniero Benítez recuerda: “Es impresionante el daño que nos hizo la última sequía, en especial cómo ésta da lugar a que se extienda el gramón, porque cuando no tiene un cultivo que le haga sombra, crece mucho más, extiende sus raíces bajo tierra de modo horizontal y perjudica a las alfalfas. Perdimos praderas, pasto y tuvimos que gastar mucha plata en alimento. El promedio de lluvias en la zona había sido de 1100 milímetros por año. Pero en los últimos 4 años bajamos a 600 milímetros. En la mitad de 2025 llovieron 1013 milímetros y recién ahora lagunas artificiales están con agua”.
Rubén explica que la normativa orgánica exige aplicar el sistema Buffer, para cuidar el cultivo. Para esto, se debe dejar una franja de 8 a 10 metros de separación entre los cultivos con los campos vecinos, y exigir a los propietarios de estos que avisen de sus ciclos de siembra y demás.
“Por suerte, en nuestro caso, gran parte del campo está rodeado de caminos, pero en donde no, debemos dejar esa franja libre, para impedir que se puedan contaminar, aunque felizmente nuestros campos vecinos son naturales, donde no se cultiva ni fumiga. Otro aprendizaje fue cómo combatir las plagas de cotorras y palomas”, señala.
Gustavo y Rubén culminaron expresando que los dueños del tambo piensan seguir incorporando tecnología y ya están analizando incluir robótica.
Gustavo repasa su vida y ve que casi toda la dedicó a la lechería, al igual que Rubén, con quien ha compartido la misma pasión por las vacas. Finalmente, agradecen a los dueños la confianza y la libertad que les han dado siempre para trabajar, siendo un orgullo para ellos participar en un proyecto que aporta su granito de arena a mejorar el medioambiente.
Me gustó mucho los tambos organicos y todo el dacrificio por el trabajo que hacen esa gente con mucha experiencia y pasion nuestra querida Argentina necesita mucha gente como estas personas