Este fue el sexto año consecutivo en que el productor ovino Pablo Sorasio viajó desde Pergamino, plena zona núcleo en la provincia de Buenos Aires, hasta la Puna catamarqueña. Esa travesía de 1500 kilómetros, que ya es costumbre para él y su familia, tiene detrás un ambicioso proyecto de mejoramiento, con el cual introducen genética carnicera para aumentar el peso de las ovejas de esa región.
Cuando el Ministerio de Producción de Catamarca conoció el trabajo que lleva adelante este médico veterinario en su propio establecimiento, “La Esperanza”, lo invitó a colaborar para que en esa provincia la ganadería ovina adquiera un giro.
Para él, que supo presidir la Sociedad Rural de su ciudad, y no le teme a los desafíos, fue la excusa ideal para trabajar en una zona por la que guarda un profundo afecto. Y esa es la razón por la que, cada año, dice presente en la feria de Antofagasta de la Sierra, en donde dialogó con Bichos de Campo sobre su proyecto.
“Creo que hay mucho por trabajar, estoy orgulloso de lo que hago y me encanta”, asegura Sorasio, para quien, a pesar de su vasta experiencia en la producción ovina, tampoco fue fácil darle forma al programa de mejoramiento.
Eso se debe a las condiciones en las que se produce en la Puna. No hay que dejarse engañar por los vistosos paisajes, porque a más de 3000 metros de altura, con suelos pedregosos y áridos, el clima suele ser muy frío y no acompaña a la actividad.
En el caso de la ganadería, sea ovina, bovina, caprina o de llamas, suelen llevarla a cabo las mujeres, ya que los hombres, en su gran mayoría, se abocan a la actividad minera. Y no por eso es más sencilla, porque además de la falta de alimento también deben afrontar la presencia de depredadores y lo complejo que es adaptar nuevas especies a la zona.
Es precisamente esto último lo que presenta el mayor desafío para un programa de mejoramiento ovino como el que lleva adelante Pablo, pensado para introducir paulatinamente genética Hampshire Down y Dorper. Ambas son ideales para la producción de carne pero no para sobrevivir en la Puna.
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“Es un ambiente duro en el que los animales no se adaptan fácilmente”, observa el productor bonaerense. Por eso es que el proyecto no apunta a descartar la raza criolla de plano, sino más bien a lograr que, de forma paulatina, haya una majada mixta, que tenga como base a esa genética con 500 años de historia en la región pero que produzca más carne y mejor leche.
En los más de 5 años que trabajan en el proyecto, ya hay resultados palpables. “Las nuevas ovejas están casi en un 30% arriba en la faena que el ganado criollo, lo que significa que para el productor es un adelanto impresionante y financieramente le cambia la ecuación”, señaló el productor, que evalúa los avances feria tras feria en conjunto con otros profesionales.
En esa aventura productiva, Pablo también ha podido conocer de cerca lo mucho que afrontan los productores en esa región del país. En el caso particular de las ovejas, por ejemplo, hasta por el suelo deben preocuparse, porque el alto contenido de piedra pómez desgasta las pezuñas y no les permite caminar.
Eso le sucede incluso a los criollos, que son de mucho menor tamaño que las razas que introduce el programa de mejoramiento. Por ende, hace aún más necesario que la genética final sea mixta, ya que un animal muy pesado tampoco es conveniente en esas condiciones.
A eso se suma las dificultades para proveerse de alimento, dada la proliferación de vicuñas, que suelen comerse el pasto y ponerle un coto a la expansión productiva, tal como sucede con el guanaco en la Patagonia. También por la presencia de depredadores como el puma, que es una especie protegida y puede matar a una decena de ovejas en una noche.
“Hay que venir a ver cómo los argentinos producen en zonas donde uno creería que no se puede hacer nada”, afirmó Sorasio.
Ese contraste con su tierra natal, es lo que lo ha acercado tanto con los productores de la zona, al punto de convertir a Catamarca en su segundo hogar, una vez al año. “Me da orgullo ver cómo produce la gente en la Puna, porque uno que está en la Pampa húmeda a veces se queja de lleno”, expresó.
Con mucha paciencia, Pablo les presenta las ventajas del mejoramiento para los ovinos y, paulatinamente, va “evangelizando” para sumar adeptos a su programa. El sí definitivo suele llegar cuando se ven los resultados palpables, como es el caso del aumento en la faena.
Así y todo, en una zona donde el suministro eléctrico suele depender de la energía solar, donde la señal de internet no llega sino por satélites y donde aún se usan corrales de pirca para evitar el paso de depredadores, aún queda un largo camino por recorrer.
“Es un trabajo que posiblemente lo vea mi hija, pero en este momento me toca a mí llevarlo adelante”, señala el productor. Igualmente, si todo fuera más sencillo y más lineal, tal vez no estaría tan enamorado de Catamarca y de su gente. Quién sabe.