Anualmente, y desde hace ya 13 años, el ecosistema agroindustrial argentino se reúne en Argentina Visión 2040. Es un espacio de reflexión en el que participan empresarios, emprendedores, inversores y académicos, cuyo propósito es promover una mirada estratégica sobre el sector. La excusa sirve además para un fin solidario, pues lo hacen a beneficio de la ONG Bisblick Talento Joven, orientada a la educación.
El lema de esta edición fue “Craneando la agroalimentación argentina: En busca del agregado de valor”. La idea fue parar un poco la pelota y pensar en la otra cara productiva, aquella que piensa en invertir, que está en vías de transformación o que se sube a las últimas tendencias.
Aunque el foco general de la jornada, organizada en el barrio de Chacarita, fueron las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y las agtechs, en el debate no pudo evitar colarse la coyuntura, que lejos está de ser ideal para el empresariado del agro, y pone siempre en jaque la visión a largo plazo.
En ese sentido, uno de los primeros diagnósticos de la jornada lo dió Pablo Tamburo, CEO de Argensun, una potente empresa que lidera el mercado del girasol y hace poco tiempo desembarcó en la producción alimenticia. “Argentina cambió y quiero invitar a ver el vaso medio lleno”, dijo ante la mirada atenta del auditorio.
“La agroindustria pasó por un momento de crisis, de baja de consumo y de caída de los márgenes, porque subieron mucho los costos laborales y operativos y porque el tipo de cambio no alcanza”, evaluó.
En ese sentido, y a tono con el encuentro organizado cada año por ADBlick Agro, Argensun Foods, el Centro de Agronegocios de la Universidad Austral y Lartirigoyen, dejó como consignas la importancia de trabajar con socios estratégicos, forjar alianzas y mejorar la competitividad.
Sin embargo, la idea de “mirar el vaso medio lleno” puede sonar demasiado optimista para un sector que, en muchos aspectos, está a merced de la voluntad política. Consultado luego por Bichos de Campo sobre esa afirmación, Tamburo aclaró que “significa no bajar los brazos y buscar ser eficientes financieramente, ser eficientes en la parte administrativa, en la parte industrial y en el punta a punta de la cadena de abastecimiento”.
Así y todo, también fue muy duro con el panorama actual, y aseguró que desde la administración de Milei hoy se hace poco por el empresariado agropecuario. “Los impuestos no bajaron, el tipo de cambio no es competitivo, hay un atraso cambiario y la ley laboral no modificó nada. Encima, todos los costos que tiene una empresa, sean fijos o variables, se fueron por las nubes”, evaluó.
En ese difícil diagnóstico se cuela la apertura de las importaciones, que en el caso de la industria alimenticia tuvo el propósito de contener la escalada de precios, pero trajo serios problemas a las empresas locales. “El gobierno está feliz de decir que la inflación baja, pero eso pasa porque no hay consumo. Entonces, ¿de qué nos sirve que baje la inflación si la gente, a pesar de eso, no tiene para comprar y no compra?”, aseveró Tamburo.
A la espera de señales claras, como la baja impositiva o el financiamiento de bajo costo, mirar el vaso medio lleno es para él replegarse puertas adentro de la empresa y mejorar internamente hasta tanto haya una definición política favorable.
“Tenemos que seguir defendiendo nuestras empresas sin esperar nada”, concluyó el CEO de Argensun.
Quien pudo dar cuenta de ese esquema desfavorable en primera persona fue Daniel Fenoglio, productor porcino y presidente de Cabaña Argentina, una de las principales empresas integradas en el sector.
En su caso, no sólo sufre los efectos que tiene la divisa norteamericana sobre el precio de sus exportaciones, sino también sobre los ingresos de carne de otros países, que hoy compiten en las góndolas con los nacionales.
“Tenemos un dólar que favorece más a la importación, y nosotros intentamos pelear con eficiencia”, señaló Fenoglio, que en su ponencia hizo mucho hincapié en el proyecto de sustentabilidad y eficiencia que llevan adelante en la empresa.
Para ello, aseguró el empresario porcino, la clave está en contar con mano de obra calificada y de mejorar los procesos con inversión en tecnología. Ante una coyuntura que pone la soga al cuello, la respuesta parece estar en el largo plazo.
Tal vez quien tuvo una visión más matizada fue Dante Romano, fiel a su rol de consultor y analista de mercados agropecuarios. “Aún con vientos desfavorables podemos hacer cosas”, dijo durante el primer panel de la jornada y en representación del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral, que es socio académico del evento.
Consultado luego por Bichos de Campo, Romano también se refirió a la tan compleja tensión entre el corto y largo plazo, que justamente en estos días golpea muy de lleno al productor de granos. Y es que, si no hay cambios de último momento, el esquema de retenciones volverá a sus valores iniciales a partir del próximo lunes, lo que desata incertidumbre sobre la rentabilidad y la acumulación de reservas.
“Muchas veces nos metemos mucho en la coyuntura y hablamos de qué pasará después del 30 de junio con las exportaciones y qué va a pasar con los precios. Pero la pregunta también es cómo va a ser la comercialización de granos dentro de 10 años”, reflexionó el consultor.
En esa línea, destacó el rol que ya tiene la inteligencia artificial en el análisis de mercados y aseguró que se profundizará cada vez más, pues de los estudios que llevan adelante desde su casa de estudios concluyen que el productor agropecuario “quiere invertir en la cadena de valor y lo hace en conjunto”.
Lo curioso de la jornada es que, junto a fundadores de agtechs, empresarios e investigadores también hubo un empleado de Google. Se trató de Santiago Bissio, ejecutivo de cuentas dentro de la multinacional, que integró un panel abocado a repensar los modelos de negocios.
También allí se “coló” la coyuntura, porque Bissio confirmó que Google ha dejado de invertir fuertemente en las agtechs y la producción de alimentos, ya que “no lo considera prioritario”. Lejos de ser una mala noticia para el sector, el ejecutivo asegura que eso dará “más libertad de acción” a las startups y se arriesga a decir que éstas se multiplicarán en los próximos años.
¿La razón? Un aspecto que también repitieron otros disertantes, que es que la base tecnológica es cada vez más barata, gracias, precisamente, a que los grandes jugadores como Google, Microsoft o Amazon están apostando muy fuerte a la inteligencia artificial y la automatización.
Una cifra basta para ilustrarlo: En lo que va del año, Google lleva invertido 75 billones de dólares en chips, mientras que, en todo 2024, el agro argentino exportó alimentos por unos 45 billones.
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Matías Pérez lo ilustró desde su propia experiencia. Como fundador de GRIDX, un fondo de inversión o “venture capital” que apuesta por startups de biotecnología, destacó el descenso de costos que hoy tiene fundar una empresa y apostar por sectores de punta. Eso, considera el empresario, abre una ventana para pensar el futuro en el agro.
“En Argentina tenemos 35.000 investigadores y un ecosistema de más de 100 empresas que tienen este nuevo abordaje de biotecnología. La industria agroalimentaria puede subirse a este cambio de paradigma productivo”, expresó.
Nuevamente, es interesante ver proyectos que parecen tan lejanos combinados con preocupaciones tan inmediatas. Es eso lo que exige tanta cintura al empresariado agropecuario nacional.