Al industrial del tomate Gustavo Cialone poco le sorprende la apertura de las importaciones de pasta desde otros destinos, que van en línea con los tintes desreguladores de la nueva gestión nacional. Le angustian, claro, pero no le sorprenden.
Desde la pyme que maneja junto a su familia en Mendoza, Cialpil, Gustavo compara esta situación con la vivida durante la crisis de inicio de este siglo, donde años de vaivenes comerciales obligaron al país a importar producto desde afuera para suplir la demanda interna. Lo cierto es que Argentina solo logró rozar el autoabastecimiento de tomate para industria hace apenas un par de años.
“Después de la devaluación, hubo un cambio abrupto lógicamente, y empezó a producirse más acá. No es fácil cubrir una demanda, lleva muchos años. Antes de la época del gobierno de Macri casi llegamos, pero entró el gobierno que abrió la importación y tiró eso un poco para atrás”, señaló a Bichos de Campo Cialone, quien analizó que Argentina no está ni cerca de tener un negocio como el de los grandes jugadores mundiales de pasta concentrada de tomate.
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“Nosotros somos competitivos a nivel productivo en el campo y a nivel industrial, pero como cualquier industria argentina tenemos costos que no tiene otros países. Hay una serie de cosas que hacen que no podamos competir con mercados como China o Chile, que están súper preparados para exportar, y ni hablar de las tasas de interés que manejan. En un momento Chile tenía 3% o 4$ anual de tasa de interés para producir tomate, y nosotros entre el 20% y el 40%”, dijo el empresario.
Y añadió: “El hecho de no tener reglas de juego claras, hace que uno no invierta en determinadas líneas de producción. Yo fabrico pasta de tomate para vender al mercado interno a colegas míos, y nunca me arriesgué a comprar una línea de producción más grande o más automatizada porque siempre estaban los vaivenes de tipo de cambio, que te abrían el mercado, que te lo cerraban, que cambia de acuerdo a la política”.
Esto es lo que volvió a suceder ahora, donde el fantasma aperturista vuelve como viejo conocido.
“Hablando por el sector, venimos peleándola hace muchos años tratando de cada vez mejorar, de crecer, y de golpe te abren una barrera a cero, sin ningún impedimento, sin ningún arancel. Vos podés ser muy competitivo en todo, pero hay cosas que no podemos manejar nosotros, que son los impuestos, las cargas sociales, los problemas laborales, los problemas sindicales, que viene engrosando el costo de la industria en Argentina”, lamentó.
-¿Hay manera de parar las importaciones?- le preguntamos.
-Estamos haciendo gestiones desde Tomate 2000 para tratar de que no sea tan brusco el cambio, porque nadie se puede adaptar tan rápido. Lo que se van a perder son muchos puestos de trabajo, sobre todo en el campo. La industria va a seguir fabricando, con pasta de afuera o de acá, va a seguir trabajando. En vez de usar materia prima nacional, en la cual tenés una desventaja, con una llamada de teléfono en cuatro días tenés un camión con materia prima del país vecino, al mismo costo o incluso menos. Hoy todavía está al mismo costo, estamos muy cerca.
-¿Ahí está en juego también la calidad?
-Si lo comparamos a una pasta china, sí, pero la pasta de Chile o Perú es de igual calidad. A nivel global, la pasta de tomate es un insumo con el cual se hacen determinados productos. Por ejemplo, el puré de tomate, o el ketchup, o las salsas, y el puré de tomate es el 90% del share de mercado de “tomatados”. En mi caso fabrico con tomate fresco, que lo tengo que cosechar durante las 17 a 18 semanas de cosecha, y tengo que semanalmente envasarlo directo del campo, porque hago un producto que no parte de pasta de tomate concentrado.
-¿Cuánta gente tenés trabajando en tu planta?
-Nosotros tenemos dos épocas muy marcadas, los cuatro meses de zafra y los ocho de despacho. Tenemos más o menos, en forma anualizada, unas 16 a 20 personas, y en temporadas tenemos turnos de 40 personas. Acá procesamos más o menos siete camiones por día. Además ofrecemos servicios de cosecha.
-¿Cuál es el sueño final de la película? ¿Argentina exportando?
-Ojalá se pudiera y dieran los costos, pero siempre es muy porque uno no puede planificar a largo plazo. Vos no vas a instalar una línea de tomate pelado, por ejemplo, si sale más barato traerlo de Italia y es de buena calidad. Es complejo pensar en el futuro. No sé qué va a deparar el destino. Por lo pronto, como actividad y como asociación, lo que queremos todos es mantener al sector como está, y tratar de ir creciendo. Yo no quiero abrir una salsa pomarola y saber que el tomate vino de Turquía, o que estoy comiendo tomate de China. Eso muchas empresas no lo difunden pero pasa. Me gustaría que la industria argentina sea la que abastezca todo eso.