El ganadero chaqueño, Luis Diez, nos cuenta su historia de gran sacrificio, para la que anticipa un posible final triste y trágico.
Luis manifiesta su gran preocupación por la crisis que atraviesa su provincia a causa de la sequía. Y más le preocupa que no todos están enterados de la grave situación. Más aún, lamenta “el silencio atroz por parte de las autoridades respecto de la crisis que se avecina”.
Al momento de hablar con Bichos de Campo se hallaba trasladando rollos de forraje, agua y semillas de algodón para sus animales.
Luis Diez (62) es nacido y vive en la ciudad de Villa Ángela, al sudoeste de la provincia de Chaco, pero siendo hijo de padre comerciante y madre docente, a él siempre le atrajo el mundo de la ganadería. Cuando era adolescente se enteró de que si estudiaba en el Instituto Agrotécnico Víctor Navajas Centeno, en Virasoro, Corrientes, podía egresar con la especialidad en ganadería, y entonces hacia allí se fue. Como quedaba lejos de su pago natal, recuerda que durante los tres años que estudió dentro del Establecimiento Las Marías regresaba con poca frecuencia a visitar a su familia.
Relata Luis que al obtener su título de técnico agrónomo se instaló en la capital chaqueña, para dar clases en escuelas agrotécnicas de la periferia, pero al poco tiempo se cansó a causa de la grave crisis que sufre el sistema educativo y abandonó la docencia para volver a su pago natal. En Villa Ángela comenzó a hacer servicios de inseminación, vacunación y a acomodar rodeos de ganado vacuno, hasta que ingresó a una estancia como administrador.
“Poco a poco fui ahorrando y me largué a alquilar campos chicos y a comprar mis propias vacas -recuerda Luis-, hasta que me animé a uno más grande. Pero con mis pocas vaquitas no me alcanzaba para sostenerlo y entonces me puse a tomar hacienda de terceros, en capitalización. Poco a poco fui agrandando mi rodeo e iba haciendo mejoras en los campos que alquilaba, porque me enamoraba de ellos. Con los años me di cuenta de que después de plantar árboles, hacer pozos y represas, a los cinco años no me renovaban el contrato y no me podía llevar nada de lo que había hecho con tanto esfuerzo”.
Entonces, cuenta Luis que a sus 50 años, decidió pasar a ser propietario, y lo concretó vendiendo todas sus vacas. “Compré un monte salvaje de 100 hectáreas a 23 kilómetros de Villa Ángela, en la zona de Enrique Urien, un pueblito que tuvo su época de oro cuando pasaba el tren. Empecé de cero”, señala.
El ganadero da precisiones: “Me lancé a un proyecto silvopastoril. Comencé limpiando el sotobosque, las llamadas malezas de abajo de los árboles, armé corrales de una hectárea con boyeros y les metía 30 vacas para que se comieran todo. Después me pude comprar un cuatriciclo con una sembradora eléctrica al voleo, y sembré pasturas subtropicales de gatton panic y grama rhodes, que resisten bien a las sequías y a la salinidad de los suelos”.
Describe Luis que, en su proceso de capitalización, más tarde se pudo comprar un pequeño tractor y un rolo con cuchillas para cortajear la tierra a fin de que absorba mejor el agua. Pero señala que en los últimos 5 años el clima los ha venido azotando con una tremenda sequía.
“Llegué a tener 500 bovinos braford, pero con la sequía hoy me quedan sólo 100”, resume.
“No hemos pasado los 800 milímetros anuales, cuando veníamos de un promedio de 1500 milímetros. En 2024 apenas tuvimos 350 milímetros de precipitaciones. En mi campo, sólo 100 milímetros distribuidos en primavera y verano. En otoño e invierno, no llueve -remata Luis-. Y en el último verano, el sol nos quemó todo. Llovió el 15 de marzo y hasta hoy sólo nos llovieron 92 milímetros, que no nos alcanza para recuperarse las napas ni los esteros”.
“Como si esto fuera poco –agrega Luis- traté de profundizar las perforaciones y me vine a enterar de que esta región fue mar alguna vez, de modo que nuestras napas tienen arsénico y alta salinidad, por lo que los técnicos no nos aconsejan buscar agua por debajo de los 14 metros. Por ese motivo me dediqué a construir represas de 50 por 50 metros y 2,50 metros de profundidad. Más abajo, hay arena. Hacer cada una, me cuesta 8 o 9 millones de pesos. El problema grave es que nos hemos quedado sin pasturas”, comenta muy apenado.
“Como no tengo más pasto, las vacas se han acostumbrado a comer ramas y hojas para subsistir. Tumbo las tuscas, que son pequeños árboles espinosos para que les coman las hojas y las semillas, que tienen mucho aceite -continúa Luis-. Además, cuando llueve, la erosión del agua forma grietas o cárcavas, donde los animales que se meten en ellas no pueden salir”, se lamenta.
“Yo venía mejorando mis rodeos, haciendo inseminación desde hace 20 años, y me hallo en una situación terminal, ya que este invierno voy a tener que liquidar todo. Porque no tengo más forraje y me estoy quedando sin plata para comprar rollos y traer agua”, se sincera el productor chaqueño.
Y agrega: “Si quisiera volver a empezar, para llegar al nivel en el que estoy ahora necesitaría trabajar durante 12 a 15 años. Me gustan mucho los caballos. Llegué a tener 30 criollos, pero después de la sequía apenas me quedé con 9 yeguas puras que compré a Marcelo Gaztambide, de Cabaña El Remanso, en Arroyo de los Huesos”.
A la hora de contar su complicado presente, el ganadero, dijo: “Yo soy de los que no quieren quemar el monte, y sólo venía haciendo un pequeño desmonte de leñosas invasivas, cargaba un acoplado y lo vendía en 100 mil pesos. Pero al no haber agua, los ladrilleros no pueden hacer el adobe y entonces me van dejando de comprar la leña. Vengo sobreviviendo porque además me dedico a la compra-venta de hacienda, para feedlot y frigoríficos. Pero antes cargaba 60 terneros y ahora cargo un chasis con 20 animales. Al andar por la zona, noto que todo está parado, que los productores ni reparan sus tablas rotas”, expresa Luis, seriamente preocupado.
El productor chaqueño hace un balance general: “Los agricultores vienen perdiendo plata desde hace dos años. La cosecha de trigo y de girasol han sido magras a causa de la sequía. A la soja la cocinaron los soles del verano. Se sumaron los problemas con las plagas, de la chicharrita en el maíz y del picudo en el algodón. Los feedloteros no nos compran terneros o nos tiran los precios abajo. Desde 2024 hasta hoy hubo una disminución de 30.000 cabezas de ganado en nuestra región y se estima que caerán 5000 cabezas más durante 2025. Esto nos da la pauta de la sequía y sus coletazos”, remarca.
Sigue Luis: “Toda esta crisis impacta en los pueblos y ciudades, donde se nota la pobreza y que la gente vuelve a pensar en emigrar hacia otros lugares con más posibilidades, pero terminan amontonados en las grandes ciudades, donde los castigará la inseguridad y una vida menos saludable. Es el caso de los jóvenes, que son pragmáticos, se van a Resistencia o a Santa Fe capital o a Rosario. Soy enemigo de los subsidios y los planes, pero hay que dar créditos para que la gente pueda empezar algo. Hoy no hay ayuda para nadie”, reclama.
“De este modo, los productores venden sus majadas y buscan alquilar sus campos porque ya no viven de ellos. Ni hablar que las últimas medidas de Trump nos terminan de acorralar. Estamos cerca de Paraguay y desde allá nos vienen a comprar la hacienda, porque los de acá no nos la pueden comprar”.
“Me preocupa que no tomemos conciencia de la grave situación que ya estamos viviendo y que, de no tomar medidas ya mismo, todo va a empeorar y viviremos una crisis social tremenda”, alerta el productor ganadero.
Concluye Luis: “Estos cinco años de sequía me liquidaron y hoy me pregunto para qué sigo, con tantos dolores de cabeza que me provoca mi trabajo, al que tanto amo. Aunque me queda una esperanza, ya que mi hijo mayor quiere continuar mi tarea. Y casi que lo único bueno de la sequía para festejar es que bajó la plaga de los mosquitos, jejenes y polvorines, que a estos ni los ves, de chiquititos que son, pero te hacen ver las estrellas”.
Luis Diez eligió dedicarnos el chamamé La Calandria, del gran bandoneonista correntino Isaco Abitbol, nacido en Alvear, Corrientes, interpretado por los jóvenes Gabriel Cocomarola y Ernestito Montiel.
Buen día Sr. Diez.
Antes de poner una vaca en el campo, debería asegurar muchas cuestiones, elementos y factores.
Fundamentalmente contratar un Ingeniero que le diga que puede y que no puede hacer. Soy Ingeniero Agrónomo y productor ganadero y se muy bien de lo que le estoy hablando.