El “boom” de las Agtechs, las nuevas empresas tecnológicas vinculadas al agro, responde en gran medida al cambio generacional que atraviesa el sector. Luciano Sambataro es un joven ingeniero civil que, mientras tomaba cerveza en Alemania junto a un amigo que es productor limonero, se dio cuenta que había una “veta” por explotar: La medición del impacto ambiental en la producción agropecuaria.
José Luis Cebe, de familia citrícola, se entusiasmó con el proyecto y así nació Cacta, la aplicación que hoy permite a los productores medir cuán sustentable es lo que hacen, corregir los desajustes y aprovechar las oportunidades que brindan los nuevos mercados. Y que, sobre todo, no se limita a la conocidísima huella de carbono.
Lo cierto es que Sambataro había viajado a Frankfurt para hacer un doctorado en análisis de ciclo de vida, una metodología de medición que ha tomado impulso en el Primer Mundo. Su idea fue aplicarlo con un sistema lo suficientemente ágil y sencillo para que cualquier productor pueda tener un análisis integral de su impacto ambiental, sin necesidad de recurrir a otros expertos.
Lo interesante de esta Agtech es que considera al cuidado del ambiente un medio para optimizar el proceso productivo y obtener beneficios económicos “Ser sustentable no es simplemente hacer filantropía, sino que también sirve para hacer negocios que duren en el tiempo”, explicó Luciano a Bichos de Campo.
Es que la metodología ISO de Análisis de Ciclo de Vida (ACV), el conjunto de normas que sustentan a Cacta, ya es usado por grandes empresas a nivel global para evaluar en qué punto de la cadena está el mayor impacto ecológico. Si un productor puede reportar, mediante indicadores, cuál es el suyo, probablemente tenga más puertas abiertas a esos mercados.
Como es un fenómeno relativamente nuevo para el agro, comúnmente se relaciona el cuidado ambiental con la huella de carbono y los bonos verdes. Grave error, considera el ingeniero civil, que explicó que medir la huella “no sólo no alcanza” sino que “hasta puede ser perjudicial”, si es que se toman decisiones de manejo únicamente en base a esa variable que está tan de moda.
Más que medir los gases de efecto invernadero producidos, Sambataro señala que es clave ir hacia un enfoque integral. “Entonces, ¿qué otras variables hay que medir?”, le preguntamos, y se refirió a dos ejes clave: La huella hídrica y la toxicidad de las sustancias.
Lo bueno es que los productores hace tiempo que registran muchos de los aspectos clave de su producción, como los insumos aplicados, la tecnología utilizada o el consumo de energía, y eso facilita el procesamiento algorítmico que luego hace el sistema para construir los indicadores. Incluso, su co-fundador señaló que ofrecen el servicio de carga manual de datos para aquellos productores que no están amigados con la tecnología.
El resultado son los reportes que recibe periódicamente y que sirven para saber dónde ajustar clavijas y a de qué procesos puede exigirse un precio mayor. “Todo eso está pensado para la acción. Tanto para corregir lo que se hace mal como para darle más valor a lo que se hace bien”, explicó. Para que esa medición sea lo más certera posible, el sistema contempla la ubicación del productor, los estudios de suelo, e información meteorológica adicional.
Para una empresa que nació hace sólo 3 años, el potencial de crecimiento está atado no sólo a la propuesta sino, fundamentalmente, a los usuarios que cautiven. Y como la aplicación no es gratuita, sino que requiere una suscripción anual, tienen que convencer al productor de que medir su impacto ambiental le va a ser redituable.
“Con los beneficios a los que puede acceder por el hecho de empezar a medir, se paga solo”, aseguró Sambataro. Además, aprovecharon a construir alianzas estratégicas para impulsar su uso, tanto con bancos privados, que ofrecen descuentos en las tasas a usuarios de Cacta, como con otras Agtechs en auge.
La más reciente, anunciada en el marco de Expoagro, fue con Bipolos, una la plataforma de comercio del agro en la que le incluyeron la posibilidad de evaluar el impacto ambiental que tiene lo que está por comprarse.