Hay hombres que llegan a ser más importantes que las instituciones que integran y representan: Esa es la sensación que nos queda en Bichos de Campo luego de enterarnos de la triste noticia del fallecimiento de Pablo Vernengo, que sin duda fue el motor que en los últimos casi 20 años impulsó el área de Economías Regionales de la CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa).
“Desde CAME lamentamos informar el fallecimiento de Pablo Vernengo, director de Economías Regionales. Pablo fue un colaborador incansable, un profesional comprometido con el desarrollo del sector productivo y un ferviente defensor de las economías regionales. Su dedicación y esfuerzo fueron fundamentales para impulsar iniciativas que beneficiaron a pequeños y medianos productores de todo el país”, fue el párrafo que -a modo de despedida- la dedicó la organización a la que tan bien representó todos estos años, antes de ser vencido por una larga enfermedad.
Nosotros, que lo consultábamos mucho, creemos que Vernengo fue mucho más. Su obsesión por tratar de resolver los problemas de las actividades extra-pampeanas, que no tienen un lobby tan aceitado como la agricultura extensiva o la ganadería ante los despachos de Buenos Aires, lo convirtieron en el mejor defensor de las economías regionales, especialmente después de que las entidades gremiales nucleadas en la Mesa de Enlace, casi desertaran de ejercer esa representación, más preocupadas siempre por las retenciones que castigaban a la soja.
Pablo, en el contexto que se habilitó luego de aquel conflicto agropecuario de 2008, tejió pacientemente un entramado de solidaridades bajo el paraguas de la CAME, para hacer escuchar la voz de los que se habían quedado casi sin representación gremial ante el gobierno nacional.
De ese modo, la organización comercial comenzó a agrupar a esas economías regionales en un espacio específico, con capacidad de llegar a tanto gobernante olvidadizo. Vernengo tuvo un rol crucial en esta tarea, que quizás no hubiera prosperado sin su socorro.
Pablo era la enciclopedia incansable capaz de discutir con cualquier caído del catre del Ministerio de Economía sobre los derechos de exportación que se cobraban a los productos más curiosos de nuestra geografía (como el tabaco o las frutas), o sobre el tipo de cambio atrasado que soportaban los productores de frutas y hortalizas, o sobre la mano de obra que ocupaban cada uno de estas actividades, como la yerba o el algodón, en los confines remotos alejados del cómodo entorno de la pampa húmeda.
Vernengo fue durante mucho tiempo sinónimo de economías regionales en la Argentina. Por eso su partida dejará un vacío enorme y difícil de reemplazar. Muchas actividades productivas se quedarán sin su gran gestor y vocero, salvo que vuelvan a reorganizarse, recuperen fuerzas y sigan el ejemplo de quien ya no está entre nosotros: hay que tener convicciones claras y trabajar mucho, no por los intereses individuales sino por el progreso del colectivo.