Una encuesta realizada recientemente por la Red de Manejo de Plagas (REM) entre socios de Aapresid (Asociación de Productores en Siembra Directa), reveló que entre ellos crece cada año el uso de bioinsumos, aún cuando el modelo de la labranza cero se asocia usualmente con un uso intensivo de agroquímicos, en especial herbicidas.
La tendencia dentro de la entidad técnica argentina va acorde con la proyección global, que augura que los insumos biológicos alcanzarán el 24% del mercado de insumos agrícolas para 2029. Particularmente en el país estos productos, generaron este año un valor estimado de 117 millones de dólares, según datos de Casafe (la cámara del sector) citados por la propia Aapresid.
De acuerdo con los datos relevados en la encuenta, en esta campaña el 27,7% de los encuestados dijo haber utilizado al menos un bioinsumo, confirmándose un aumento de esta práctica entre los productores con respecto al año anterior.
Asimismo se constató que fueron los bioestimulantes los insumos más empelados (en 58,9% de lo casos). Después le siguen los biofertilizantes, con 30,3%. Mientras que los biocontroladores, representan solo el 9,8% de los bioinsumos aplicados en soja y maíz, los cultivos más tratados.
Como los bioherbicidas todavía no existen ni logran reemplazar al glifosato, ni siquiera figuran en la encuesta, pese a la profusa difusión de un producto trucho que ha hecho la empresa misionera AgroSustentable, que estuvo exponiendo en el último congreso de Aapresid en Buenos Aires y también coloca intensa publicidad en los grandes medios de comunicación agropecuaria.
El informe de Aapresid le otorga sí grandes chances dentro de este mercado al rubro de los biofungicidas, por su capacidad para instalarse en la rizósfera (área de suelo que da entorno a las raíces de las plantas) y seguir produciendo biomoléculas, lo que asegura una eficacia de control prolongada en el tiempo.
La Red de Nutrición Biológica de Aapresid destacó que a pesar de su todavía bajo porcentaje en el uso, es importante el rol de los biocontroladores, dada la amplia gama de bacterias, virus y hongos, cuyo efecto se produce mediante diversos mecanismos.
“Algunos producen sustancias tóxicas para la plaga en cuestión y otros actúan generando antibiosis, competencia por espacio o nutrientes, o bien colonizando el interior del insecto plaga y provocando destrucción de órganos e inhibición del crecimiento. Ejemplo de estos últimos son los hongos Beauveria spp. e Isaria fumosorosea, únicas cepas registradas en el país para el control de Dalbulus maidis, chicharrita vector del virus del achaparramiento del maíz”, explicaron.
Desde la REM resaltaron que los bioinsumos todavía tienen grandes desafíos por delante, principalmente con todo lo vinculado al manejo para garantizar su efectividad. “Ya sea en tratamientos al suelo -mediante cobertura total o localización rizosférica-, con las semillas, durante o previo a la siembra, o en los tratamientos foliares, se recomienda que las aplicaciones se realicen en condiciones ambientales favorables ya que se trata de productos de alta sensibilidad a factores externos como las altas temperaturas, radiación directa o deshidratación”, indicaron.
En este sentido, resaltaron que precisamente su diferencia con los productos químicos tradicionales es que su acción no es inmediata, sino más gradual y dependiente de las condiciones del ambiente y del cultivo. Por lo tanto demandan un enfoque más preventivo y basado en procesos. De ahí que insistan en subrayar que las “claves del éxito radica en comprender que los bioinsumos no reemplazan a los químicos, sino que los complementan”.