Los motivos individuales no importan porque se funden con los universales: una mejor calidad de vida, estar en paz, disfrutar de silencio, tener tiempo propio, conocerse con el vecino, hacer comunidad.
Por todas estas cosas (y algunas otras que sí son personales) un día de 2020, poquito antes de que se desatara la pandemia con sus reglas, Lule armó una valija, agarró su guitarra, subió a su hijo al auto y dejó el porteño barrio de Caballito para ir a vivir a San Francisco del Monte de Oro, en San Luis.
“Me vine al monte”, dice esa realizadora audiovisual que en Buenos Aires se dedicaba a brindar servicios de comunicación digital para pymes, cooperativas y proyectos culturales. “Y desde el monte a ser Youtuber del mundo”, asegura.
Y tiene razón porque esta “música, madre y neo rural” (como también se define), actualmente tiene dos canales de Youtube con los que suma millones de reproducciones y tiene miles de seguidores que están atentos a lo que publica en sus redes vinculado a cómo es vivir en la ruralidad, sobre todo para alguien que es/era tremendamente urbanita.
Pero nada de esto es casual porque Lule se dedica a la comunicación desde los 13 años, cuando dirigía una revistita que de la secundaria que (obviamente) se hacía a mano y con fotocopias, pero que ahí estaba, haciendo presencia.
“Para este trabajo de comunicar otras formas de vida (también realiza entrevistas por todo el país) mi problema y mi bendición es que admiro muy rápido a la gente, me encanta escuchar sus mundos y que otros puedan fascinarse igual. Vivimos en un momento de la sociedad donde el saber está un poco menospreciado, ya no existe ni la verdad, ni el método, todo es lo que nos parece y a mí eso me cuesta”, reflexiona. “Yo no soy de las que sabe, soy de las que tiene muchos amigos ñoños que me atienden el teléfono, y me gusta”.
En sus redes Lule también comparte su experiencia como campesina moderna haciendo huerta junto a Matías, su actual compañero y al que conoció en esta, su nueva vida. “Aprendimos sobre huerta leyendo y mirando videos, no nos capacitamos con el INTA pero lo amamos y agradecemos su existencia”, remarca. “Nos entristece el achicamiento que sufren sus programas, que tantas semillas y saberes nos han dado”.
“Soy de las pocas youtubers mujeres que recorren el país contando historias de vida relacionadas a la agroecología, la naturaleza y la alimentación consciente”, explica a la vez que destaca el éxito que han tenido los videos que realiza desde su casa contando cómo es su vida cotidiana. “Yo quiero recuperar el periodismo y documental de ´calle´, en esta caso ´de monte´ en este caso, o sea desde el territorio”.
Los videos que más se han viralizado tienen que ver con la vida de los productores y también con determinados temas como riego por goteo, un biodigestor hecho en casa, pomada de lavanda, de cannabis y tutores para cultivar tomates.
-Justo quería preguntarle, ¿por qué el video de los tomates fue uno de los que se viralizó? ¿Por qué algo tan simple despertó tal interés?
-No tengo una respuesta concreta. Quizás porque subestimamos lo simple o quizás debemos preguntarnos qué consideramos simple. Creo que los conocimientos vinculados a la tierra son siempre profundos y algo despiertan en nosotros.
-¿En qué le cambió vivir en el monte? ¿Qué encontró en esta nueva vida?
-Soy muy porteña y se siente fuerte esa diferencia a lo largo y ancho del país. Al principio te pega y al final siento que me voy convirtiendo en una especie de desertora del unitarismo (risas).
-O sea que eso tan distinto se convirtió en su lugar…
-¡La vida en la naturaleza es tanto más amable! Las personas esperamos las vacaciones para ir a esos lugares, que asociamos instintivamente con relax, calma, belleza porque trabajamos en la ciudad todo el año en estado opuesto, lo cual es muy cruel.
-¿Qué es lo cruel? ¿Vivir en constante estrés?
-Sí, Vivir en desconexión. Sé que no todo el mundo puede hacer ese movimiento, que no está en sus posibilidades, pero yo sigo intentando acercar otros relatos, los de la posibilidad. Porque de lo imposible y de lo trágico se ocupan los grandes medios todos los días.
-¿Tiene alguna actividad agropecuaria en su predio?
-Huerta y gallinas. Pero queremos más. Estamos por comprar algún chancho. Todo para autoconsumo, nuestro trabajo es la comunicación y todo lo que hacemos es para aprender y compartir el proceso con quien le sea útil. No me dedicaría a la producción comercial, pero amo a mis amigos productores y por eso estuve mostrando su labor todos estos años.
-Vi en un posteo sobre su casa donde cuenta que no es de barro y que no va a poner paneles solares. ¿Lo dice porque de algún modo es lo que la gente “espera” de alguien como usted que se va a vivir al campo?
-Tengo un chiste que uso mucho en el que cuento que para los jipis soy una cheta de ciudad y para los de la ciudad soy una jipi sucia ¡jajaja!
-Resulta difícil conformar a todos. Nada alcanza.
-Es que vivimos una época muy algoritmizada, solo nos vinculamos con los que se nos parece, a mi gusto de forma exagerada. En ese posteo cuento que me costaba compartir los avances de mi casa porque no responde a algunas normas estrictas ambientales, por ejemplo por su tamaño o por los techos de chapa. E intentaba pedir que nos calmemos un poco.
-¿En qué sentido?
-La mayoría de nosotros somos hijos/nietos de inmigrantes. Yo tengo una casa de 160 metros, en un pueblo pobre de una provincia pobre, pero en la ciudad no me hubiera comprado ni 1/4 de departamento. Soy producto de la movilidad ascendente que lleva a su hijo a la escuela y la salud pública. Es increíble la distorsión que genera esto de “tener seguidores”
-Ahora que ya no está, ¿ve la vida urbana de otra manera?
-Solo voy para ver familia, ir al cine o al teatro. La idea de volver a vivir en una ciudad me aterra.