Los engordes a corral comenzaron a moderar su nivel de encierre en el último mes, y la ocupación de los corrales es la misma que inicios de abril, es decir, un 65% sobre la capacidad instalada. Ese proceso se refleja en la reposición: por cada animal que va a faena se repone solo uno, mientras que en el mes pasado los ingresos superaban a las ventas.
Y esto se da a pesar de que, según las cuentas de los engordadores, los números son positivos. En el último informe publicado por la Cámara de Feedlot se indicó un margen bruto teórico de 80.000 pesos por animal, antes del pago de impuestos y de cargarle el costo financiero al negocio o de 20.000 pesos, una vez descontados esos ítems.
Referentes de la actividad dijeron que esa ecuación comenzó a deteriorarse en los últimos días por aumentos en los precios del maíz, y porque los gastos que tienen en la compra venta. Aun así, el resultado sería entre neutro o levemente positivo, variando por supuesto según el modelo de la empresa.
Entonces, si los números dan bien, ¿por qué dejaron de encerrar hacienda los feedlots?
Hay varias respuestas a esa cuestión. Por un lado abril fue un mes muy lluvioso y eso complicó el ingreso de animales por la falta de caminos, además de que los corrales y potreros se llenaron de barro. En esas condiciones se complica el manejo de ganado dentro de los establecimientos, lo que reduce la capacidad de recibir cabezas.
En paralelo, lo que se esté engordando convierte menos granos en carne por el efecto negativo de esas condiciones en el estado de la hacienda.
Pero hay otras cuestiones que tienen menos que ver con la coyuntura climática y más con la económica.
Los precios de la hacienda no se mueven a pesar de que la faena cayó casi 10% respecto del año pasado. Esa reducción en la oferta de ganado es la que sostiene los precios en torno a los 2.000 a 2.2000 pesos por kilo vivo, en las categorías que producen los feedlots para la demanda interna. Sin una caída en la oferta los precios se habrían desplomado.
Además, las señales que da el gobierno desalientan la compra. El analista Salvador Di Stefano dijo a Bichos de Campo días atrás que al productor de soja le conviene vender el grano y reinvertir en escalar el negocio o en mejorarlo, porque no se espera una devaluación, una salida del cepo ni cambios en los derechos de exportación.
Esta condición económica también está afectando a los feedlots y desestimulan la producción que cada vez se encarece más en dólares, cuando luego la mercadería la venden en pesos en un mercado planchado y un progresivo menor poder de compra.
Finalmente, como la exportación no tiene o tiene cada vez menos competitividad exportadora, se reducen también el encierre de los frigoríficos, que no están en condiciones de inmovilizar el dinero que exige producir un animal pesado, con el que producirán carne que no tendrá un precio suficiente como para que el número de positivo. Todo esto en función de los bajos precios que pagan los compradores y el retraso del dólar respecto de la inflación.