El sector lechero argentino es uno de los que en el segmento productivo se muestra como más desafiante, no sólo por la coyuntura política y económica que afecta el día a día, sino por lo que representa el manejo de cada tambo, sus costos, sus riesgos, sus recursos naturales y sobre todo los humanos.
Entrar por el ripio de la Estancia Carmen es el camino a conocer diez mil hectáreas lecheras, donde no sólo hay 14.500 vacas en producción repartidas en cuatro tambos, sino que significa el lugar de producción de alimento para más de 40 mil cabezas que hay en el lugar, instalaciones e incluso dos grandes biodigestores que completan el esquema de una economía circular.
Ahí por día se entregan 1.400 toneladas de alimento diario y al año se precisan 1.800 millones de kilos de maíz.
Esta senda se inició hace más de 15 años, cuando comenzó la búsqueda de la ubicación de un campo que pueda alojar a un proyecto a largo plazo, que en este año cumplió su objetivo y a partir de ahora caminará hacia la superación.
Según contara a Bichos de Campo, Mariano Bosch, CEO y fundador de Adecoagro, “trabajamos mucho tiempo buscando un lugar adecuado, relevando ubicaciones desde Chile hasta la principal zona lechera argentina y elegimos este lugar en Christophersen”, en el suroeste de Santa Fe.
Para muchos la punta de la bota santafesina quizá puede no resultar el lugar más estratégico, sin embargo, la logística está adaptada para el tránsito de la materia prima y la conexión con las dos plantas industriales de Morteros, en Córdoba; y la de Chivilcoy en Buenos Aires, que compraran a SanCor a fines de 2018 y que se concretara en marzo de 2019, casi 20 años después de empezar con la producción lechera para un grupo que se expande en Uruguay y Brasil, y que cotiza en la bolsa de Chicago.
En ese lugar el tambo que estaba instalado tenía a 1.500 vacas produciendo materia prima, pero había que llegar a 14.500 animales, que son los que actualmente consiguieron el objetivo con un promedio de 38 litros diarios y un total por jornada de 550 mil litros, siendo así el principal productor de materia prima del país.
El 8 de abril se inauguró el segundo biodigestor instalado en el campo, mejorando el uso circular de recursos en beneficio del ambiente. Ese día Sebastián Cardinali, que trabaja hace 20 años ahí desde cuando las vacas daban 20 litros por día, contó lo lejano que le parecía el objetivo en aquel inicio, aunque la evolución fue progresiva.
Comenzó el trabajo de entender cuál iba a ser el sistema productivo, la capacitación en Estados Unidos y la instalación del tambo 1 en 2007, con cuatro galpones y una sala de ordeño con una calesita de 70 lugares para tres mil vacas. “Nos equivocamos mucho y aprendimos también”.
Esa primera instalación permitió ir entendiendo el manejo del sistema de camas en el galpón, la dinámica del ordeñe, el manejo de las cuestiones sanitarias que son básicas. Todo lo que hoy parece ágil en su momento demandó pruebas, errores y aciertos constantes.
Para 3.800 vacas el tambo 2 llegó en 2012, con un mejor manejo reproductivo con semen sexado que les permite tener partos con el 80 por ciento de hembras y un negocio con los machos que avanza hasta la cría y su posterior venta.
El tambo 3 se hizo en 2018, ya repitiendo la cantidad de animales y también con un rotativo de ordeñe para 80 vacas, siempre con tres turnos por día que incluyen no sólo la obtención de materia prima, sino los controles del rodeo y la higiene. También tres veces por día se hace una limpieza de las camas, como fundamento del bienestar animal con el que se trabaja.
Poco antes de la pandemia se inauguró el tambo 4, con el que se llegó al total de vacas en producción y donde se definió la instalación del segundo biodigestor.
Hoy la producción de energía trepa a 3,4 MW, de los cuales dos se generan desde 2017. Ahora fueron ocho millones de dólares los que se invirtieron en la instalación en la que se captura el metano resultante de los desechos de los galpones, que se convierten en energía eléctrica, pero también en biofertilizante que se vuelca en los lotes destinados a agricultura. Se suman a la vez 1.550 paneles solares que aportan una potencia instalada de 0,55MW.
Lo dijo aquel día Bosch. Estar en esa unidad productiva ejemplar es “sentir un sistema sustentable de producción”, pero también es estar en un entorno de personas capacitadas, que conocen su trabajo, que lo hacen con gusto y que se mantienen por décadas en la empresa.
Entonces, ¿dónde está la clave para el crecimiento? La respuesta más simple es el dinero, claro que es fundamental, pero teniendo en cuenta que tienen acceso al crédito por su condición de multinacional con negocios también en Brasil y Uruguay, se halla como determinante al capital humano, a sus recursos más valiosos, pero sobre todo que dentro de la misma empresa “muestran la capacidad de emprender”, según considera Bosch.
La meta es la misma en todas las producciones, desde la leche que es “un negocio central”, también producen azúcar, etanol, bioelectricidad, maíz, soja, trigo, girasol, maní y arroz.
Entonces no son los 130 millones de dólares invertidos en 15 años, sino que es la gente que trabaja la que los hace rendir y permite todas las inversiones y avances.
Mientras, la empresa que tiene las marcas Angelita y Apóstoles está relanzando Las Tres Niñas, la leche con diferentes versiones que trabaja con impacto positivo, a partir de la sustentabilidad del tambo, de leche 100 por ciento natural envasada dentro de las 24 horas, de vacas bien cuidadas.
El director del Negocio Lácteo, Ernesto Pitaluga, explicó que “este es un proceso en el que se vienen cumpliendo etapas”. En la estancia viven familias, personal y algunos responsables de área, pero el 90 por ciento de los trabajadores van y vienen en nueve combis desde Christophersen, San Gregorio, Diego de Alvear y María Teresa, vínculos que fueron creciendo a través de los años y a medida que los tambos fueron haciéndose realidad.
En medio de complejidades cotidianas no hay una fórmula, ni un sólo modelo de negocios, pero lo que es cierto es que “el potencial de Argentina es extraordinario para desarrollar su lechería, para industrializar, para abastecer un mercado interno y para ser un verdadero proveedor de lácteos para el mundo. Tenemos que seguir aprovechando esa capacidad. Estoy convencido que este es el camino, con el modelo que sea, hay que maximizar la producción e industrializar”.
Conocer Adecoagro no es para replicar estrictamente, pero permite ver que la lechería es muy diversa y también posible en Argentina, siendo una empresa que evoluciona, de la que se pueden sacar ideas y motivaciones.