El ritmo de comercialización de girasol argentino sigue haciéndose en “cámara lenta” a causa de precios que no resultan atractivos para la mayor parte de los productores.
Al pasado 3 de abril, según el último dato oficial disponible, las ventas de girasol 2023/24 con destino a industria eran de 1,402 toneladas, de las cuales 344.600 toneladas tienen precio abierto (“a fijar”).
Con un procesamiento proyectado en 4,60 millones de toneladas para la presente campaña, el nivel comercializado hasta el momento representa apenas un 30%. En la misma fecha del año pasado esa proporción era equivalente a casi el 40%.
Esta semana se está comercializado girasol con entrega en Quequén a un valor de 250.000 $/tonelada, una cifra que representa 290 u$s/tonelada con el tipo de cambio comprador BNA.
Si se tiene en cuenta que entre noviembre y diciembre del año pasado se realizaron forwards de girasol para entregar en Quequén en el primer trimestre de 2024 a valores de 300 a 320 u$s/tonelada, está claro que los precios actuales lucen poco apetecibles.
El aceite de girasol, a pesar de contar con una calidad superior, se comercializa a un valor más bajo que el del aceite de soja debido a que los ucranianos y los rusos –los mayores exportadores a nivel mundial– están exportando el producto a precios de “remate” en el marco del conflicto bélico que mantienen desde 2022.
En ese contexto, el valor FOB del aceite de girasol argentino para embarque “spot” se encuentra en 875 u$s/tonelada, mientras que el del aceite de soja se ubica en 910 u$s/tonelada. Por cierto, no ayuda mucho el derecho de exportación del 7,0% vigente sobre el aceite de girasol.
Lo que está evitando que los precios del girasol sean más bajos es el mercado interno, dado que gran parte del aceite de girasol es consumido por los propios argentinos. Eso porque el gobierno de Javier Milei, a diferencia del anterior, ya no regula el precio máximo del aceite de girasol destinado al mercado interno, lo que implica que las empresas tienen plena libertad al respecto.