“Estamos invitados a una celebración que activa la memoria de un nacimiento, un principio. Toda nuestra vida es un terminar y empezar. En el trabajo, el estudio, la vida. Somos llamados a contemplar los inicios de algo que comienza y que proyecta a la luz. También en nuestro país se da esto. Un fin y un inicio. Pongamos la esperanza por delante para ser guiados a la luz de que con el esfuerzo y con el trabajo vamos a salir adelante”.
Las palabras corresponden al padre Julio César Ramos, que nació en una ciudad/pueblo del sur sanjuanino llamada La Bebida. Su padre era gendarme y como tal deambulaba por distintos puestos fronterizos. Su madre, ama de casa dedicada a la educación de sus hijos. Recuerda que allí, en La Bebida, alquilaban una casa pegada a un campo con viñedos, olivares y huertas. Probablemente allí se fue sellando su amor por lo rural y el campo.
Desde que en 1978, terminada la primaria, supo que quería seguir el camino eclesial y el de la docencia. Y así fue. Una vez recibido de sacerdote pasó por una agrotécnica en Río Cuarto, una escuela vitivinícola en Mendoza, otra en Salta y luego San Luis.
Los últimos diez años, hasta febrero de 2023, fue profesor de filosofía y ciencias de la educación en la Escuela Agrotécnica de La Trinidad, en Ferré, partido de General Arenales, provincia de Buenos Aires. Allí se metió de lleno en el tambo de la escuela: “Recuerdo juntar las manos en la misa para rezar y oler el sellador de los pezones de las vacas, eso me recordaba que no sólo es lo espiritual, sino la vida real misma sobre la que hay que trabajar”, compartió durante la grabación del capítulo 35 de Oli-Nada-Garcas “El podcast de tu vida”.
Hace unos meses fue trasladado a otra escuela agrotécnica, el Instituto Salesiano Pascual Gentilini, fundado en 1927, ubicado en cercanía de la localidad de Apóstoles, en la provincia de Misiones.
Hablamos de su infancia, del rol del deporte en la vida Salesiana, de cuánto se aggiornó la iglesia a los tiempos que corren, de los “oligarcas” del campo, del peligro de una mirada “endogámica” entre los del campo, de una prueba de vocación que tuvo saliendo de la adolescencia, de cine, comidas, viajes en el tiempo y más. Pasen y lean…
-Los dos somos hinchas de San Lorenzo, por ende, hay que empezar hablando de eso…
-El amor por San Lorenzo surgió por mamá y papá, que eran de San Lorenzo, siempre siguiéndolo y alegrándose con los triunfos y sufriendo las derrotas, más allá de que mis hermanos son de Boca. Yo soy el hermano menor y me pegué a mis padres y qué mejor que siendo cuervo. Y después, de grande, me di cuenta que el fundador de San Lorenzo fue un cura Salesiano, Lorenzo Massa. Entonces, ahí más todavía me identifiqué con el club.
-¿Y cómo es tu vínculo con el deporte? ¿Mirás deportes?
-Sí, he sido jugador de fútbol en mi adolescencia, también he jugado con los chicos en los colegios hasta que iba tomando otro nivel de intensidad y me puse a mirar y dirigir. Y en la familia hubo un vínculo con el deporte en general, mi hermana jugadora de hockey sobre césped, mi hermano árbitro y director técnico de un equipo en San Juan, de donde somos. Yo incursioné un poco en el rugby y después ya me fui para el seminario y lo dejé. Pero siempre lo he seguido. El carisma salesiano brinda al deporte un gran espacio y es aquí donde estoy hoy. Siempre estoy atento a alguna novedad deportiva y la resalto desde los valores del deporte.
-¿Qué valores resaltarías vos de los deportes colectivos para con la vida en general?
-Mas allá de la competencia destaco la coopetencia, el participar sintiendo juntos el deseo del triunfo pero no del subyugamiento del otro sino la superación personal. Más allá de que luego uno gane y otro pierda, es poder superarse uno para demostrar lo que es capaz. Y no sólo sino en equipo, a mí me gustan más los deporte en equipo que los individuales. Esa consideración del otro, el armado mental de conjunto, la colaboración y ayuda. Además, no ganar algo por la fuerza o la imposición. Esos valores trato de resaltar en los chicos y que los potencien.
-Y la última pregunta vinculada con el deporte, ¿De qué jugabas al fútbol y cómo quien jugabas?
-Al fútbol jugada de nueve, pero más de pasador que de goleador. Y después me empecé a tirar más atrás, ubicándome en defensa.
-Te llevó a tu niñez nuevamente, ¿Qué sensaciones, olores, colores te quedaron marcados en el alma de tu infancia?
-En La Bebida natal papá era gendarme, iba y venía por varios lugares del país, en las fronteras, recalamos en San Juan. Ahí alquilábamos una casa que quedaba pegada al campo y si bien no era nuestro a mí siempre me llamaron la atención las huertas, viñedos, olivares, y todo lo que conlleva desde el punto de vista aromático en esas producciones. Lo que más me gustó siempre y me quedó grabado fue el olor de la vendimia, cuando se empieza a cosechar, el camión que se va, los olores azucarados que quedan en el ambiente son imborrables. Por eso ya mas grande, que pude trabajar en una escuela vitivinícola, siempre me remitía a la infancia y cosas muy lindas para mí.
-¿Y cómo surgió en tu cabeza y tu alma la idea de ser sacerdote? Una decisión para toda la vida
-Siempre en mi familia fueron cristianos y católicos, de compromiso eclesial, trabajando mis padres en el movimiento familiar cristiano. Después yo ya en el Colegio Don Bosco de San Juan noté en la vida de la eclesial, desde un punto de vista juvenil, como algo alegre, abierto, comunicativo con los jóvenes y me sentí muy a gusto. De hecho en 1978, cuando terminaba el séptimo grado, en una encuesta vocacional, yo puse que me gustaría ser aviador y sacerdote. Y desde entonces, ya cuando tuve que entrar al secundario decidí ir al seminario menor en Córdoba, por suerte con el apoyo de mis padres. Empecé ya a probar ya la vida espiritual y el trabajo apostólico desde el secundario, trabajando en las villas, con los chicos, la catequesis y desde entonces he vivido fuertemente la pasión con sus momentos de prueba fuerte pero sabiendo la meta.
-¿Si no hubieras sido sacerdote hubieras sido otra cosa? ¿Había otra actividad que tallaba fuerte?
-Junto con la formación que recibimos los salesianos, por recibir muchos espacios educativos, la formación es en la docencia fuertemente. Se nos preparar para ser docentes. Y ahí fui descubriendo una manera de expresarme y vivir mi vocación no sólo desde el púlpito sino también en el aula, abriéndoles la mente y el corazón a los jóvenes, suscitándoles la curiosidad en la investigación, el otro espacio de mi vida es ser educador y docente, es otra de mis pasiones.
-¿Qué destacarías de lo que ha cambiado la transmisión de la palabra, y todo lo que tiene que ver con la Iglesia? Que, sin dudas, ha tenido que ir aggiornándose…
-Aún habiéndose aggiornado mucho todavía debemos hacer aún muchísimo camino no sólo para la transformación de la doctrina sino la manera en la comunicación del mensaje. Mezclar la actividad de la iglesia sólo con el resultado exitoso es engañoso porque se complica el mensaje. La iglesia debe hacer un camino de conversión a eso aún. El éxito no es la medida del resultado que debe buscar la iglesia sino la santidad de las personas. Estuvo mucho tiempo asociada a los poderes humanos, y desvía la finalidad de la iglesia. Hay que hacer un camino de conversión fuerte para ir al corazón, no sólo un barniz que quede en las apariencias.
-Hoy están de moda las cuestiones espirituales, meditación, yoga, etc, y el desafío para mí es llevar todo a la vida cotidiana.
-Hoy muchas de las doctrinas de fuerte procedencia oriental están supliendo espacios en la necesidad de la gente de lo espiritual que no solamente tiene que ver con lo religioso sino con un espacio humano que ha sido desconsiderado por la iglesia porque parecía que el éxito de llegada era el conocimiento de la doctrina. Saber todas las cosas de la fe parecía que a uno lo hacían más cristiano o católico y después la vida iba por otro lado. Entonces esta necesidad manifiesta que hay en la gente de espiritualidad ahí creo que no estamos llegando como iglesia y comunidad creyente, seguimos aferrados a lo doctrinal que es importante pero todavía no estamos pudiendo dar en la tecla de la entrada en el corazón de la gente.
-Vamos de la espiritualidad a la ruralidad. Contame del tambo que han que llevaste adelante e hiciste crecer en la escuela de Ferré durante diez años.
-En general nuestra obra se ha ido transformando fuertemente, desde una dependencia de ciertas personas para llevar adelante los trabajos, muy asociado a lo educativo, que es importante, pero también se armaron granja de cerdos, huerta, ganadería, todos los espacios formativos que se le brindan a los chicos para formarse. Y uno de los puntos que debimos transformar es el tambo. Porque de allí viene lo que nos proveía de la materia prima para otros tipos de elaboraciones que hacen los chicos como es la industria láctea, los dulces de leche, quesos, yogurt, que es un aprendizaje y un sustento económico también para las cosas que hacemos.
-¿Y qué rol tenías vos?
-Yo estuve encargado de transformar el tambo, no por ser yo, sino porque estaba ahí y había que hacerlo, para que pueda ser esa generación de materia prima eficiente y consistente. Y además me gusta. Muchas veces he ido a ordeñar a las 3 de la mañana, me encanta estar en la fosa con la gente que trabaja, muchas veces he venido a dar la misa y cuando junto las manos y me las acerco a la nariz, siento en mis dedos el olor a sellador del pezón de la vaca. Me recuerda que no sólo es lo espiritual, sino es el esfuerzo, el trabajo, estar con la gente, lucharla. El de Ferré es un tambo de unas 180 vacas en ordeñe, con 29 litros por vaca promedio. Con 4000-4500 litros diarios promedio. La mitad se usa en la escuela y otra mitad se vende afuera a una usina cercana en Venado Tuerto con lo que hacen quesos.
-¿Qué crees que la vida rural aporta a la vida de una persona?
-La conexión con la tierra es impagable. De hecho cuando somos chicos nos encanta ensuciarnos, embarrarnos, brinda muchísimos valores de cuidado, de cultivo, de esfuerzo, consideración, preocupación, disfrute de los frutos de la tierra. Entonces la conexión con la tierra, que es el lugar en el que vivimos y donde vamos a seguir. Después, las posibilidades productivas que tiene la tierra en distintos lugares y pone en desafío al hombre. No es sólo ganancia para el productor que en ese sentido viene a menos últimamente. Es muy distinto el humano del campo al humano de la ciudad. Son distintos valores. Y espacios de paz y serenidad.
-¿Por qué crees que se sigue hablando de “Oligarcas” en el campo?
-Algo que sucede a veces por miradas políticas, por rivalidades de vecindad, por cuestiones muy arraigadas. Si esto pasa en un pueblo chico, como La Trinidad, Ferré, de 3000 habitantes, muy ligados al campo, donde existe esa división fogoneada por algunos, no me imagino en otros lugares en los que la actividad rural de primera mano queda más alejada de la vida cotidiana. Es un mote antiguo de la oligarquía del campo que aprovechan algunos políticos. Es un gran desafío poder transformarlo y cambiarlo. El desafío más grande de Argentina es reconstruir la dignidad, logros comunes que nos hagan sentir un país, algo que hoy está truncado. Hay un sentido comunitario que hay que restablecer. Hace falta equipo, unidad, identificación, compartir, trabajar y mucho.
-¿Y crees que puede cambiarse?
-Eso es lo bueno. Yo veo que hay gente dispuesta a tratar de hacerlo, tratar de comunicar al campo de una forma distinta. Más allá de que por ahí, y esto es una crítica hacia adentro, que vivimos los del campo con los del campo, un encerrado de sangres que es peligroso, porque nos hacemos la cabeza con la catarsis. Creo que hay que abrir este juego porque hay que abrir mentes y unir corazones para sacar esto adelante hay que estar unidos. Esta endogamia que nos hace a nosotros estar los del campo con los del campo nos hace mal a la comunicación y al aprendizaje de nosotros sobre el resto de la gente y a la gente de las cuestiones del campo.
-¿Qué legado recibiste de tus padres?
-De papá, gendarme, yendo y viniendo a lugares de la frontera en varias provincias, el amor por la patria y el cuidado por los demás. Junto con la fuerza de la fe cristiana que la he visto activa y practicada en su vida. Un apoyo fuerte de equipo con mamá, vivieron 57 años casados. Los dos ya fallecieron. Poder ver la fuerza de equipo de ambos me enseñó a procurar la vivencia de equipos con un fuerte espíritu familiar. Y de mamá, que era ama de casa, la preocupación por nosotros, la manera de corregirnos y educarnos. Una sabiduría educativa con nosotros que ha sido muy efectiva.
-Llegás a tu casa después de un día largo, ¿Cómo despejás tu cabeza?
-Escuchar música, leer, salir a caminar, además de la oración, sentir el fresco o el calor de la noche, soy un apasionado de los atardeceres. Los cambios de luz, la sombra, eso me renueva, me llena y me despeja enormemente de la cantidad de actividades que hago. Tratar de escuchar a todos y encontrar las palabras para ayudarlos. Más con los chicos, no hay un formato para todos.
-¿Comidas? ¿Qué tal te va con la cocina?
-Soy un pésimo cocinero, pero me declaro como un carnívoro feroz. Me encanta el asado y las empanadas. Me encanta el guiso de lentejas, es insuperable, bien cargado, con panceta y chorizo colorado. Y los ñoquis, un recuerdo hermoso de la infancia.
-Juguemos. Supongamos que soy el viejo de “Volver al Futuro”, y tenés el Delorean para viajar a tus 18 años, ¿Qué te dirías?
-Todo lo que he vivido me ha hecho lo que soy, por eso estoy ampliamente agradecido. Pero te cuento algo. En esa época, mi salida de la adolescencia, yo viví una fuerte prueba vocacional. Yo estaba en la edad de renovar o no los votos de pobreza, castidad y obediencia. Y en ese momento sentí un metejón con una chica de los grupos juveniles con los que trabajaba. Una morocha de ojos verdes claros bellísima. No avancé en nada con ella porque no tenía claro. Tuve que resolver lo vocacional y preguntaba a los más grandes santos directores espirituales que había si debía seguir o quedarme y me daban excelentes consejos pero ninguno me dejaba el corazón en paz. Hasta que unas vacaciones de invierno, yendo a visitar a la familia, fui una tarde a visitar una casa de chicos de la calle que tenían los Salesianos en San Juan y pasamos una excelente tarde jugando, charlando, merendando. Y llegó la hora para irme a la misa. Y al despedirme, el último chico, me agarra de la mano y me dice, quédese, padre. Para mí fue la respuesta que andaba buscando. ¡No sabés cómo me quedó en paz el corazón! Asique de mi historia no cambiaría nada… si pudiera, eso sí, bailaría un poco más porque me encanta (se ríe).
-Arrancamos el pin-pong del Podcast de tu vida. ¿Cuál sentís que es tu lugar en el mundo?
-Mi lugar en el mundo es donde estoy. Donde la obediencia me manda. Tengo grabada una frase de San Francisco de Sales que dice “has de florecer donde fuiste plantado”.
-¿Y algún lugar donde te gustaría ir, un lugar que te gustaría visitar?
-Tengo cierta curiosidad por las culturas orientales, por las personas, y la manera de cultivar la espiritualidad. Los monjes budistas, la vida monacal oriental me llamó siempre la atención.
-¿Series? ¿Pelis? ¿Qué te gusta mirar?
-Soy fanático de las películas de guerra, esas en las que se muestra las compañías de soldados que se acompañan y ayudan. Quizás por la identificación con el equipo de la que hablábamos antes. Por ejemplo, “Band of brothers” una serie fantástica. También me gustó mucho de chico “La Guerra de las Galaxias”.
-¿Tenés tatuajes o marcas de la vida?
-Tatuajes no, cicatrices si. Y quebraduras dos y hechas por animales, un caballo y un novillo (se ríe). Si pudiese tatuarme algo sería el nombre de Dios en hebreo.
-¿Tu red social favorita? Recordemos que publicás allí, entre otras cosas y actividades, videos con la palabra de Dios…
-Empecé con Facebook porque tenía mucha gente entonces. Ahora no tengo una en especial pero sigo con Facebook, X, que es más aguerrido, e Instagram. Y para divertirme tiktok. Me brindan cercanía con los chicos.
-¿Qué superpoderes te gustaría tener y para qué?
-Volar y ver paisajes de una forma distinta. No mirar las cosas desde arriba sino poder verlas de una manera distinta. Y después, el poder sanar ciertas cosas que tienen que ver con el alma. Dolores, circunstancias que podrían transformar a las personas que han sufrido.
-Cuando vas a descansar, ¿preferís lago y montaña o mar?
-Donde sea, pero tomando unos mates y leyendo. No me gusta andar y andar. Me gusta tranquilo, ahí nomás.
-Otra vez viajamos en el tiempo, ¿Dónde volverías y para qué? A qué momento de la historia de la humanidad?
-Me gustaría volver a la época de Jesús. Pero ya lo tengo a Jesús por la palabra y en eso creo, en el Evangelio. Busco vivirlo y anunciarlo. Pero más me gustaría ir a la época de San Juan Bosco, para vivir la esencia y conocer la sustancia de esas primeras decisiones que tomó que devinieron en esta opción educativa para los jóvenes. Me encantaría escuchar a Don Bosco, para entender el motor de esa cercanía educativa y pastoral con los chicos.
-Como cierre, ¿qué tema musical te gustaría dejar como recomendación?
-Hay una linda versión de Charly García, “Rezo por vos” hecha por el Flaco Spinetta en un concierto de los dos.