Fueron varios años los que debió esperar Marcelo Argüelles, el presidente del Grupo Sidus, para poder presentar en sociedad uno de los desarrollos biotecnológicos a los que apostó mucho esfuerzo y dinero desde hace años: la primera papa transgénica desarrollada en la Argentina. Finalmente esa presentación se hizo este lunes en el predio de la Rural de Palermo. Había aromas a revancha en las palabras del empresario.
Argüelles, hay que decirlo de entrada, está en el pequeño grupo de hombres de negocios que más se jugaron para desarrollar biotecnología en el país y no depender solamente de las multinacionales. El proyecto para crear esta papa resistente al temible virus PVY (Potato Virus Y) arrancó en 1999, hace veinte años, cuando aquí de este tipo de desarrollos no se sabía casi nada porque recién había desembarcado la primera soja RR. La historia del Grupo Sidus es muy rica también en animales modificados genéticamente, incluso mediante la clonación, para lograr alimentos funcionales.
“Tenemos todos los elementos necesarios para desarrollar tecnologías propias para el agro”, dijo Argüelles, que se esforzó por remarcar también que en el país “existe tecnología más allá de la informática. No todo es lo digital. Deberíamos apostar más a las tecnologías biológicas”. El titular de Sidus presentó la papa transgénica flanqueado por dos integrantes del Gabinete de Mauricio Macri, los secretarios de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao; y de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere.
Tuvo que esperar mucho tiempo Argüelles para sacarse la calentura de hacer esta presentación social de este cultivo, al que se decidió llamar “Papa Spunta Ticar”. De todos modos, en los hechos resultó ser el primer transgéncio argentino que llegará a manos de los productores. Fuentes de Tecnoplant, la empresa del Grupo Sidus que hizo este desarrollo junto a científicos del Conicet, contaron a Bichos de Campo que esperan comenzar las ventas de semillas, en cantidades pequeñas al principio, desde la siembra de octubre de 2019.
“En estos largos años hemos visto pasar varios funcionarios”, ironizó en algún momento el empresario, recordando las peripecias que debió afrontar su grupo para lograr la aprobación del sistema regulatorio argentino. Es que antes de dejar el poder, en octubre de 2015, Cristina Kirchner quiso apurar la aprobación de tres transgénicos argentinos, pero todo -como cada vez que se hace política de modo berreta- salió muy mal. La caña de azúcar transgénica fue bajada del acto a último momento a pedido del propio sector. La soja HB4 resistente a sequía de Bioceres se lanzó condicionada a que fuera aceptada por China, cosa que todavía no sucedió. Y esta papa de Tecnoplant también tuvo lo suyo, pues el Senasa no se había pronunciado todavía de modo formal, y eso obligó a revisar todo el proceso tiempo después.
Bichos de Campo contó la historia con lujo de detalles: la Papa Spunta TICAR recién tuvo permiso hace un par de meses.
Durante la presentación se destacó que esta papa, que fue modificada para resistir los ataques del virus PVY, podría redundar en un beneficio económico de entre 45 y 50 millones de dólares para el país, por el hecho de que se reduciría hasta un 30% la necesidad de los productores de comprar semilla de papa todos los años. Es que la variedad TICAR, al ser resistente al virus, permitiría a los productores conservar papa para utilizar como semilla al año siguiente, ya que el evento asegura la ausencia de ese patógeno. El PVY por si solo o en combinación con otro virus, puede producir pérdidas de rendimiento superiores al 40%.
La papa transgénica de Sidus, ahora que fue finalmente aprobada, deberá enfrentar desafíos mayores a los que les imponen las regulaciones argentinas. Es que no solo es el primer OGM nacional que sale al mercado sino que se trata del primer cultivo modificado destinado al consumo humano directo, pues hasta aquí la Argentina había aprobado sojas, maíces y algodones que tenían un destino industrial o forrajero.
Esta situación permitió que en el acto de lanzamiento resurgiera con intensidad el lobby de quienes exigen a la Secretaría de Agroindustria la aprobación del trigo transgénico HB$, desarrollado por otra firma local, Bioceres. A cada lado de Argüelles se ubicaban las dos posiciones en pugna.
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Barañao, por caso, declaró a la agencia de noticias Télam que estaba “totalmente a favor de la aprobación del trigo HB4”, ya que “la Argentina no puede perder la oportunidad de ser líder” en materia de biotecnología. Además destacó el titular de Ciencia y Técnica que en el caso del trigo HB4 “los resultados a campo muestran rendimientos notables en condiciones de aumento de la sequía”.
Pero del otro lado estaba Etchevehere, quien frena la aprobación comercial de este trigo transgénico porque teme que la Argentina vaya a perder mercados para el cereal, en especial el de Brasil, si los consumidores se enteran que se trata de un OGM. En este caso, el titular de Agroindustria cuenta con el apoyo cerrado de la industria molinera, de los exportadores de cereales y de dirigentes rurales.