Las Vegas no solo es la ciudad estadounidense donde el juego es el rey y los casamientos pueden durar unas pocas horas. Las vegas además, y tal como se las conoce en el centro-norte del país, son pastizales vinculados a cuerpos de agua rodeados por ambientes áridos.
Lo que pasa en Las Vegas se queda en las Vegas, dice la repetida frase. Algo así como que “aquí no ha pasado nada”. Por el contrario, lo que pasa en nuestras vegas debería ser motivo de charla y preocupación, pues una investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) expuso estos humedales, que por su productividad forrajera sustentan la producción ganadera en amplias regiones, y alertó sobre una acelerada degradación.
El ojo de los investigadores es provechoso, porque hasta aquí se sabía que la provincia de San Juan posee numerosas vegas, pero hasta hoy se desconocía la cantidad exacta, su productividad y su estado de conservación. Ahora se identificó la existencia de 736 vegas que en las últimas dos décadas experimentaron una tendencia negativa en su productividad. “La degradación obedece a factores climáticos y actividades humanas, lo que plantea preocupaciones sobre los posibles impactos del cambio global”, indicó un informe publicado por Sobre la Tierra, el sitio de divulgación de esa facultad.
“Antes de empezar nuestro estudio en el norte de San Juan, la idea reinante era que las vegas estaban degradadas, que su productividad había caído. Entonces, quisimos ver si eso estaba realmente pasando y cuantificar la merma de la productividad. Además, buscamos entender si la degradación tenía alguna relación con el clima o con las actividades humanas en la zona”, comentó Leticia Castro, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la Fauba.
“Trabajamos en un área de 9.000 kilómetros cuadrados, casi 12 veces la superficie de la ciudad de Córdoba, y para poder abarcar semejante extensión, las mejores herramientas fueron las satelitales. En particular, usamos las imágenes de un sensor llamado Landsat, que viene brindando información desde la década del ‘70. De alguna manera, esto nos permitió ‘viajar en el tiempo’”, explicó Leticia, quien también es becaria del Conicet en el Instituto IFEVA, en la misma facultad de la UBA.
La docente amplió: “Por un lado, las imágenes nos permitieron identificar las vegas, tal como nuestro grupo había hecho con los mallines de la Patagonia. En San Juan, muchas estaban en medio de las montañas, por ejemplo, completamente inaccesibles a pie. Por otro lado, nos facilitaron calcular, para cada una, el Índice de Vegetación Normalizado (IVN), que es un buen indicador de la productividad del forraje”.
En primer lugar, Castro identificó y mapeó 736 vegas, distribuidas en tres sitios con distintas características de uso. Uno, alrededor de la mina Veladero; otro, en el Parque Nacional San Guillermo -una zona protegida con poca actividad humana-, y el tercer lugar se ubicó entre los dos primeros. “Fue como un gran experimento in situ”.
“Para nuestra sorpresa, independientemente del sitio y de su historia de uso, entre 1999 y 2017, el 56% de las vegas presentó una disminución en la productividad forrajera. Incluso, aquellas cercanas a la mina tuvieron IVN similares al resto. Por un lado, esto indica que, en general, las actividades humanas no afectaron la productividad de estos pastizales. Por otro lado, nos llevó a tratar de entender mejor qué factores explican los cambios en el IVN”, observó Leticia.
Por medio de modelos, la docente de la FAUBA se enfocó en la relación del IVN con variables climáticas locales como temperatura y precipitaciones, y con variables a mayor escala como el fenómeno de El Niño. Sus resultados, publicados en la revista científica Journal of Arid Environments, indicaron que la productividad forrajera aumentó en los años Niña, que suelen ser frescos y húmedos, y disminuyó en los años con temperaturas altas durante la estación de crecimiento.
A la luz de sus resultados, Castro confirmó el hecho de que las vegas de San Juan experimentan desde hace años tendencias negativas en su productividad, incluso aquellas ubicadas dentro del Parque Nacional San Guillermo.
“Los resultados que obtuvimos me hicieron tomar más conciencia de la importancia del cambio climático. Si pensamos en el calentamiento global, la relación negativa que hallamos entre la productividad y la temperatura debería llamar la atención de quienes toman decisiones a nivel regional respecto de cómo la productividad de las vegas se puede ver afectada en el futuro cercano”, concluyó.
Esta vez, lo que pasa en las vegas no debería quedar en las vegas.