Patricio Aguirre Saravia es un experimentado y calificado contratista forrajero. Nos referimos con esto al empresario que posee las máquinas y capacidad logística para ir a campos de terceros y confeccionar los enormes fardos que suelen verse desde la ruta.
Aguirre Saravia posee las megaenfardadoras ideales para conservar la alfalfa, aunque su mayor trabajo ha sido en los últimos tiempos la confección de silos. Tiene varias picadoras de forraje para hacer silaje, el método de conservación (mediante la fermentación láctica que producen las bacterias anaeróbicas allí dentro) de una mezcla de grano y fibra fermentada, que resulta ser un alimento de altísima calidad para los rumiantes.
“El colorado de Carlos Casares” puede armar bolsas con el picado fino de maíz, sorgo o cereales de invierno. También suele hacer silos puente o bunker, como se conoce a la montaña de forraje cubierta con lonas grandes, que a la vez tienen neumáticos usados arriba para generar presión. Esta variante, en general, es utilizada por grandes productores que evitan así gastarse una fortuna en silobolsa. Cualquier método de almacenaje, bien realizado, puede durar hasta más de un año en el campo.
Actualmente casi todos los tambos o feedlots del país utilizan para alimentar a los animales el silaje, de maíz sobre todo aunque también se puede hacer de sorgo (si los lotes son menos productivos) o de cereales de invierno, como avena, cebada o raigrás. Por el hecho de tener otra época de confección, estos últimos pueden ayudar a la oferta generada por el cereal estival.
Yendo al ejemplo clásico del maíz, la comparsa de máquinas de Aguirre Saravia o algún otro contratista forrajero (picadoras, tolvas, tractores pisadores o embolsadoras, más el colectivo o casilla donde se instalan sus operarios unos días), llegan a los campos en febrero si sembraron maíz temprano o en abril si hay que picar el tardío. Luego de la fajina, dejan armado el silo, ‘llave en mano’ y listo para consumir. Bien administrado y calculado, el productor tendrá raciones para un año, hasta llegar a la confección del año siguiente. La premisa es que no le falte ningún día en el mixer, para dar la ración.
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Bichos de Campo encontró a Aguirre Saravia en una jornada sobre manejo de efluentes en el Establecimiento Las Taperitas, de la localidad de El Trébol, Santa Fe, donde desfilaban todo tipo de máquinas estercoleras. ¿Qué hacía allí? Sucede que desde hace un par de años, el ex presidente de la CACF (Cámara Argentina de Contratistas Forrajeros) está incursionando en esta nueva veta de servicios: la de ‘desparramar’ el estiércol de los animales por los lotes para ayudar a la fertilidad de los suelos.
Los beneficios de esta práctica son conocidos para la mayoría de los productores, pero hasta ahora los equipos necesarios para hacer ese trabajo con la bosta no son baratos y muchas veces no se justifica comprar las máquinas. Allí entra la figura del contratista, que tan bien funciona para otras tareas, como la cosecha de granos o la confección de forraje.
Aquí la entrevista completa con Patricio Aguirre Saravia:
El contratista explicó que la relación es directa y los clientes son los mismos. Finalmente el silaje (alimento) que confecciona Aguirre Saravia se transforma en la bosta que queda en los corrales y en un problema para el productor.
“Históricamente reparamos corrales, sacábamos el barro -como dicen ellos- cuando se acumulada en grandes cantidades y no sabían dónde esparcirlo. Nos decían que lo tiremos en los bajos”, contó Patricio. “Ahora te llaman para hacer el esparcido de los efluentes como abono orgánico porque ven el beneficio en la fertilidad. A los primeros clientes los seguimos desde hace tres años y ya notamos enormes ventajas”, añadió.
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“Esto no es nada nuevo, en Europa se ve hace rato. Lo que sí cambia aquí es (la posibilidad de) manejar enormes volúmenes, ya que la situación se torna más parecida a la de Estados Unidos, con grandes producciones y distancias. Es por eso que nosotros tomamos la decisión de montar los equipos esparcidores sobre camiones, para lograr traslados rápidos”, detalló el contratista.
Aguirre Saravia es obsesivo y busca la perfección. Por eso ya trabaja entre la bosta con mapeo y piloto automático, para no superponer la aplicación y conocer lo aplicado según la necesidad en cada metro del campo.
“Analizamos la química del material a aplicar y los suelos que lo van a recibir. No es lo mismo aplicar sobre una pastura vieja que sobre el paso de la picadora en un maíz, que como algunos llaman es minería”, comentó el contratista, preocupado por la sustentabilidad de todo el esquema. Cree que hacer las cosas de ese modo “es una forma de fidelizar con el cliente, acompañarlo, no solo visitarlo una vez al año para hacerle la comida sino ayudarlo con sus problemas”.
Aguirre Saravia imagina que a futuro más colegas suyos se dedicarán a la actividad. “Con la Cámara visitamos todo el mundo y vemos que es así, en todos lados”, finalizó el contratista forrajero que un día tuvo que meter las manos en la bosta.