En la región CREA Mar y Sierras se vienen implementando cuatro proyectos diseñados con el propósito de investigar el impacto de nuevas tecnologías orientadas a consolidar modelos productivos más sostenibles.
Una de las líneas de investigación consiste en evaluar curasemillas biológicos, entre los cuales se incluye uno elaborado en base al hongo Trichoderma harzianum, que, combinado con un antiestresante, permitió generar en cultivos de cereales de invierno respuestas superiores a los productos de síntesis química.
“Trichoderma es un hongo mágico que aporta un vigor adicional a los cultivos, particularmente a las gramíneas, y con el cual hemos logrado resultados muy importantes y que representan un camino interesante para ir reduciendo la aplicación de agroquímicos”, indicó Jorge González Montaner, coordinador técnico agrícola de CREA Mar y Sierras, en un artículo publicado por Contenidos CREA.
Trichoderma harzianum puede emplearse además en formulaciones granuladas, como promotor biológico, con respuestas productivas que, combinadas con una adecuada fertilización fosfatada, resultaron muy significativas.
Los ensayos realizados en la región Mar y Sierras detectaron también que el empleo de productos biológicos resultó efectivo para morigerar el estrés por fitotoxicidad y heladas.
“También venimos evaluando desde 2020 la tecnología de fungicidas biológicos y, si bien los controles de mancha amarilla han sido más moderados respecto de los productos de síntesis química, los mismos han demostrado ser consistentes en el transcurso de las diferentes campañas”, apuntó González Montaner.
“Estas tecnologías ofrecen una alternativa interesante para diseñar tratamientos combinados que permitan ir reduciendo el impacto ambiental de las aplicaciones”, añadió.
En lo que respecta a la fertilización fosfatada, en la región están evaluando el impacto relativo de la incorporación de fuentes orgánicas (como guanito) y biológicas (como productos diseñados a partir de cepas específicas de Bacillus).
En otro orden, en la región se están llevando a cabo desde 2021 ensayos en los cuales se comparan módulos tradicionales –con y sin uso exclusivo de fitosanitarios “banda verde”– con sistemas agroecológicos –puros y con aplicación de fertilizantes de síntesis química–, además de un módulo con uso intensivo de tecnologías de insumos.
Hasta el momento los resultados obtenidos muestran que los sistemas que emplearon cultivos de servicios con leguminosas permitieron lograr resultados productivos muy superiores respecto de aquellos que no utilizaron esa tecnología de procesos. En ambas situaciones, sin embargo, el modelo agroecológico resignó productividad respecto de los sistemas que emplearon insumos de síntesis química.
“Las leguminosas empleadas en los módulos, vicia y trébol blanco, fueron cosechadas para semilla comercial, lo que permitió mejorar el margen obtenido”, remarcó González Montaner.
El mayor margen bruto logrado en los primeros dos años del experimento, al considerar las rotaciones girasol o vicia/trébol blanco de renta-trigo-girasol o maíz, se logró con el módulo tradicional que incorporó vicia o trébol blanco (no se incluyó en el análisis al cultivo de soja se segunda porque una helada intensa afectó al cultivo en todos los sitios de evaluación).
Sin embargo, en términos integrales, al considerar la inmovilización de capital (inversión), margen bruto, impacto ambiental (EIQ) y huella de carbono, el módulo más destacado fue el tradicional con uso exclusivo de fitosanitarios de “banda verde”.
“El margen bruto del modelo tradicional con banda verde no es muy inferior al tradicional convencional y cuenta con niveles de EIQ equiparables a los observados en los módulos agroecológicos; si a eso le sumamos el ahorro de herbicidas logrado por medio de aplicaciones dirigidas y la supresión de cultivos de servicio por medio de métodos mecánicos, podemos afirmar que estamos en una situación muy favorable en lo que respecta a la sostenibilidad de nuestros sistemas productivos”, resumió González Montaner.