Oriundo de Monje, “un pueblo de 10 x 5 (cuadras), Santiago Lorenzatti, ingeniero agrónomo, referente de la siembra directa a partir de su participación en Aapresid, entidad que lo cobijó desde sus comienzos profesionales, también ha propiciado la certificación de las prácticas agrícolas sustentables. En la charla que tuvimos viajamos hasta su infancia, una operación que tuvo de niño para sacarle un músculo de la pierna y cómo lo ayudó el deporte a recuperarse, el legado de sus padres y sus hobbies: “De grande se me dio por la cocina… creo soy un cheff en construcción”, dice.
¿Por qué agronomía? “La elección de la carrera tiene varios condimentos, por un lado, mi viejo es agrónomo y, si bien nunca me obligó a nada, haberlo acompañado muchas veces al campo y empezar a ayudarlo de adolescente creo ha sido una gran influencia, pero también haberme criado en un pueblo rural como Monje que tiene 10-11 cuadras por 5-6 cuadras, toda tu vida está atravesada por la ruralidad”, contó Lorenzatti en la entrevista que hicimos para el capítulo 33 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”.
La cereza del postre (para su decisión) fue cuando, ya en secundaria, estudiando geografía económica, se le despertó la curiosidad por entender “los recursos con los que cuenta cada región del planeta y qué se puede hacer con ellos de la manera más sustentable”.
Lorenzatti se acuerda cuando a los 14 o 15 años acompañaba a su padre en pleno verano a repasar los surcos para librarlos del chamico. “No había soja RR y los controles eran manuales, con la asada y caminando el surco, y siempre me acuerdo de que íbamos con mi viejo uno en cada surco y, cuando estaba por llegar al final, yo me apuraba para agarrar el agua fresca de la conservadora”, recordaba Lorenzatti.
Operación, infancia y deporte: “De chico era estudioso pero activo, muy de estar con los amigos, hacía mucho deporte porque a los 3 y a los 5 años tuvieron que operarme para extirpar un músculo de la pierna y el médico les recomendó a mis padres que me motivaran a hacer actividad física para fortalecer el resto de los músculos y así compensar la falta del que me habían sacado”, contó Lorenzatti que empezó a hacer natación, “también andaba de acá para allá en bici”. Y, claro, jugaba el fútbol.
“Empecé a jugar en la liga infantil del pueblo, ese es de los lindos recuerdos, el primer gol, el primer partido ganado, viajar de un pueblo a otro cuando jugábamos de visitantes en el chasis de un camión… que sí, ya sé que pensado para los tiempos de hoy es una locura, pero eran otros tiempos, íbamos por caminos de tierra, despacio”, contó Lorenzatti.
¿Qué te gusta de lo que hacés?: Así como de pibe jugaba a “ganarle” al viejo para tomarse el agua fresca al terminar el surco, hoy Lorenzatti dice que disfruta de dos cosas en su día a día laboral, que parecen las dos caras de una misma moneda.
“Disfruto de esos momentos en los que uno está solo, con la naturaleza, ese rato que podés recorrer un cultivo y estar tranquilo, sentir el viento, ese contacto con otros seres vivos que no son personas”, relató. Y agregó: “Pero también me gusta el relacionamiento con los pares en el laburo, los equipos de trabajo, poder charlar o negociar con alguien, cuando sentís que del otro lado hay una persona con buena onda, aunque estés negociando algo, eso también me gusta”.
Campo, ciudad y oligarcas: Grieta (bien podría ser zanja pensando en los caminos rurales). Maldita sensación de estar de un lado u otro sin importar de qué se hable ni las razones. Antes también, pero, sobre todo, a partir de 2008, el campo se convirtió en la raíz de todos los males para algunos. Y ojo, puede haber varios que hagan mal las cosas tranqueras adentro y eso es repudiable y corregible, como puede haber también un tachero que maneje mal o te destrate, o un abogado trucho y un arquitecto impresentable, pero no por eso todos los de su profesión serán iguales.
“El por qué hoy nos ven como oligarcas no sé, debe haber un montón de factores históricos, algunos con razón y otros por construcción, pero si lo pienso en profundidad, si es algo que perdura es porque, de mínima, no hemos sido capaces de relacionarnos con la gente, es una autocrítica muy fuerte que tenemos que hacer”, opinó Lorenzatti.
Con ese diagnóstico, y “sintiéndonos parte del problema, tenemos que tratar de mejorar el vínculo, para lo cual, lo primero que hay que hacer es escuchar”, porque “muchas veces tratamos de contar lo que hacemos, pero es la mitad de la historia, para que haya diálogo y entendimiento hay que saber escuchar”.
En el caso de Lorenzatti, desde que se instaló con su familia en Monte Buey se incorporó a la cooperadora escolar de la primaria donde iban sus hijos y después en la de secundaria técnica. “Está bueno porque te juntás con padres que están en otras actividades y entablás el vínculo desde otro lado. Al fin y al cabo, somos todos personas”, contó.
“Con Vale (Valeria, su mujer), tratamos de inculcarles a nuestros hijos Martina, Francina y Valentino, la responsabilidad, el respeto, pero también la libertad, que sean artífices de lo que hagan, que se puedan equivocar, pero que se animen”, compartió Lorenzatti.
-¿Alguna especialidad culinaria?
-Lo primero que te digo es que soy un cheff en construcción. Es uno de los hobbies que empecé a agarrar de grande. De pibe hacía asados, pero hace unos 10 años empecé a aprender y experimentar, en la cocina y en la parrilla. En la parrilla puedo hacer lo tradicional como una tira de costilla con chorizo y morcillas a un lechón entero a dos fuegos o una brochette de lomo o de pollo con las verduras, panceta… pero también me gusta cocinar al disco, incluso una vez ganamos con un amigo un concurso de la municipalidad de cocina al disco representando al colegio.
-¿Qué le dirías al Santiago Lorenzatti de 20 años?
-No me arrepiento de nada, pero me sí me diría “sé un poco más relajado, si te lleva un año más la carrera no importa”, porque esa etapa no vuelve nunca más y es de las más lindas.
-¿Tu lugar en el mundo?
-Cualquiera en el que esté mi familia.
-¿Algún país o ciudad que te gustaría conocer o que conozcas y volverías?
-De lo que no conozco me intriga lo muy diferente a nuestra cultura, por eso China me encantaría, Japón, Rusia. Y de lugares turísticos miles, pero iría a los más diferentes a los que estamos acostumbrados para que me abra la cabeza.
-¿Comida favorita?
-Te diría que el asado en primer lugar, en segundo lugar todo lo que tenga pescado en alguna comida rara, con sabor distintivo.
-¿Vino o cerveza?
-Si tengo que elegir, vino. Detrás del vino hay arte y eso me gusta. Y la cultura de charlar con alguien, tomando un vino y con un fueguito es único.
-¿Algún superpoder que te gustaría tener?
-Dos. Me encantaría volar y me gustaría respirar abajo del agua. Creo que los dos se tocan en el sentido de vivir en otra dimensión.
-¿A la hora de ir de vacaciones qué formato preferís? ¿Tranquilidad, libro y reposera o deportes y actividad?
-Fui mutando. De pibe, adolescente, joven, hacía de todo. Playa, vóley, fútbol, boliche. Hoy disfruto más lo otro, la tranquilidad, que las vacaciones sean un espacio de relax, disfrutar un paisaje, una comida, una charla.
-Si pudieses viajar en el tiempo, ¿A dónde irías y para qué o por qué? Puede ser un momento personal para volver a disfrutar, o un momento en la historia de la humanidad…
-Me hubiese gustado ir como observador a todo el momento de la independencia de nuestro país. Acompañar a un San Martín, ¡cómo se animaron a hacer eso!, o estar en la independencia en Tucumán, escuchar a Sarmiento un rato. Pero también viajaría un ratito a la infancia o adolescencia al primer gol con el equipo del pueblo y los nacimientos de mis hijos.
.¿Un tema musical de cierre?
-“Ruleta”, de Los Piojos. Gracias, está bueno esto de tener un espacio para conocernos desde el lado humano, más allá de lo profesional. Está muy bueno.