¿Cómo impacta la devaluación en el arroz? Así de sencilla fue la pregunta de Bichos de Campo a Daniel Filigoi, un productor de Corrientes, que no conforme con respondernos sobre esa cuestión nos brindó una clase magistral de 11 minutos sobre la importancia de esa actividad para la economía argentina y, en especial, el futuro de su provincia. Vale la pena escucharlo.
Corrientes y Entre Ríos son las dos grandes provincias productoras de ese cereal básico para la alimentación mundial, aunque algo más se siembra en Formosa y Santa Fe. Filigoi reconoció que en toda esa zona arrocera “tenemos mejores expectativas” a partir de la fuerte suba del dólar. Explicó lo básico: que una devaluación siempre impacta en las diferentes producciones dependiendo de cuánto éstas se vinculen con el mercado exterior. Si exportan más, mejor les va. Si venden sobre todo al mercado doméstico, suelen estar fritas.
“De la lana que produce el país, el 95% se exporta y el 5% se consume en el país. Pero de la yerba mate, solo 5% se exporta y el 95% se consume en el país”, recitó el productor. Enseñó así que la devaluación no le pega por igual a todos los sectores. En el caso del arroz, que es lo que él produce, la participación en los mercados externos llega al 60%. Es una actividad que se ubica a mitad de camino.
El arrocero correntino lamentó: “Podríamos tener mayor participación (en los mercados internacionales). Pero hemos perdido volumen y superficie sembrada en los últimos años como consecuencia de la pérdida de competitividad de la Argentina, especialmente en los dos últimos años en que se usó el tipo de cambio (atrasado) como una herramienta anti-inflacionaria”. La situación inversa, que fue lapidaria para muchas economías regionales.
Mirá la entrevista completa con Daniel Filigoi:
“Ahora tenemos un tipo de cambio competitivo. la clave ahora es que el tipo de cambio sea flotante, que quiere decir que vaya acompañando lo que va pasando con el costo de vida, la inflación y los costos de los insumos”, añadió el arrocero.
De todos modos, como muchos otros productores, Filigoi aclaró que la recuperación de la competitividad que ciertos sectores viven a partir de una devaluación violenta como la vivida no les sirve a largo plazo. “No es la solución de fondo y sabemos que la competitividad debe ser sistémica, tanto en infraestructura y todo lo que tiene que ver con la macroeconomía”, subrayó. Además, en el sector arrocero como en otras actividades productivas, hay varios rubros que ya tienen costos dolarizados y por lo tanto la devaluación ayuda ahí poco y nada. Los fertilizantes y agroquímicos, por ejemplo, cotizan en moneda fuerte y ya sintieron el ajuste.
En busca de la competitividad sistémica a la que aludió antes, Filigoi enfatizó que lo que necesitan los productores es mejorar la logística de todo el negocio, para reducir los costos de comercialización.
¿Por qué? Respondió Filigoi que “el arroz es uno de los cereales más baratos a nivel global porque es la base alimentaria de la humanidad. Y entonces está muy cuidado por los gobiernos, en especial en la zona de Asia. Una mínima caída del 5% en la producción global de arroz puede impactar mucho, porque el mercado global es de apenas el 10% de la producción. Por eso los gobiernos tienen especial cuidado de que los precios estén controlados”.
Como se trata de un grano crítico para alimentar a la producción, además, es común que los países tengan “stocks de intervención”, que son reservas por si las moscas pasa algo. “Esto hace que la volatilidad esté atenuada por la intervención de los gobiernos del mundo”, indicó Filigoi.
La Argentina arrocera se ve obligada a jugar con estas reglas y, al ser uno de los pocos países con excedentes de arroz para exportar, logra colocar su producción en Centroamérica, Medio Oriente, algo en la costa occidental de África y Europa. Aquí se consume poco, unos 7,5 kilos por habitante y por año. Ya se dijo.
La Argentina pertenece a un pequeños grupo de países, de 15 a 20, que tienen saldo exportable de arroz. La región productora del Mercosur (Uruguay, Paraguay, Rio Grande Do Sul en Brasil, y el Nea Argentino) han logrado tener altos estándares de calidad. Eso trae beneficios. Según Filigoi, “hoy tenemos los precios más altos del mundo y vendemos a mercados sofisticados. El tema es que necesitamos infraestructura”, insistió.
Puso un buen ejemplo: “Para cargar un barco necesitamos mover 700 a 800 camiones, por largas distancias de hasta 800 o hasta 1.000 kilómetros. Y eso es un despropósito. Esa carga debería venir por barcazas por la Hidrovía o bien por el ferrocarril General Urquiza, que atraviesa las dos provincias. La incidencia del costo de flete es fundamental. Nosotros pagamos lo mismo para traer el arroz desde Mercedes (Corrientes) a Buenos Aires, que lo que sale llevarlo de acá a Costa Rica, Panamá o México”, remarcó.
El empresario, integrante de la Confederación Económica de Corrientes, destacó el rol dinamizador para la economía de los pueblos de su provincia que tiene el cultivo del arroz. De las 200 mil hectáreas implantadas en esta parte del territorio argentino, la mitad son de cultivos perennes (como el citrus y la yerba mate) y la otra mitad de cultivos anuales, donde el arroz tiene amplia preponderancia, con 80 mil hectáreas.