Humberto Groenenberg es un productor de San Cayetano, al sur de la provincia de Buenos Aires, que ha hecho con plena conciencia un camino inverso al de muchos otros productores, que dejaron la ganadería para hacer agricultura. En su caso, hasta hace unos años estaba metido a fondo con la siembra en una zona donde los granos han ido ganando terreno y desplazaban a los bovinos. Pero él decidió dejar esa tarea en manos de su hijo para cumplir una suerte de mandato de su padre: cuidar la ganadería.
“No largués las vacas”, le pidió su padre cierto día y lo metió en un tremendo desafío, que Humberto asumió y que ahora agradece. “A las vacas, no las largo”, contestó este productor ganadero, que mantiene una cabaña de la raza Limangus que es la envidia de muchos por la alta calidad de sus animales.
-¿Cómo fue ese proceso?
-Hace 25 años armé un grupo de siembra cuando recién largué. Venía embaladísimo con la siembra y mi padre venía con la ganadería. Después de a poco fui teniendo algo de ganadería, pero siempre volcado a la siembra. Hace unos 7 años empecé más firme con la ganadería. Hace 5 años falleció mi padre.
-¿Y te dejó ese mandato?
-Me dejó el mandato de la ganadería y también me dio una mano para comprar un rodeo de vacas con un crédito. Le compré la parte de la hacienda a él, así es que me quedé con toda la ganadería. Y acá estamos, cada vez más entusiasmados, creciendo mucho, con una raza que nos encanta. Arrancamos hace 35 años, queriendo hacer algo distinto.
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-¿Qué les sucedió hace 35 años?
-Nosotros teníamos Angus y queríamos hacer algo nuevo, cambiar de raza. Fuimos a Palermo con mi padre y nos gustó mucho la raza Limousin. Ese año compramos esa raza y estuvimos 5 años cruzando Angus con Limousin. Después empezamos a hacer algo de Limangus y después ya nos entusiasmó muchísimo la raza.
-La Limangus es la raza sintética que surge de cruzar Limousin y Angus. ¿Qué te había gustado de esta raza? ¿O simplemente querías hacer algo novedoso?
-Básicamente buscaba la carne que no tenía la Angus. Pero tal vez me fui demasiado a la Limousin. Cuando la empezamos a cruzar, vimos los resultados y nos empezó a entusiasmar muchísimo. Compramos unos lotes de Los Choles de Horacio Cook, que es uno de los originales de la raza en Argentina, y después hicimos mucho cruzamiento hasta tener un rodeo cerrado, 100% Limangus. Ya hace unos 5 o 6 años que son puros. Pero hace 25 años que lo venimos haciendo, siempre sobre campos propios y muy bien manejados. Ya que ese fue el mandato de mi padre: “Si querés tener hacienda, tiene que estar bien”.
-¿Qué quiere decir “que esté bien”?
-Quiere decir sanidad y comida, no más que eso. Y siempre bien en estado de nutrición. En los bajos, nosotros hacemos avena-vicia de verdeos, no damos suplementos jamás, sólo rollos en algunos casos, pero siempre estamos sobrepasados de pasto. Porque ese fue el mandato de nuestro padre. Lo que nos sobra es cultivo de cobertura para los cultivos de verano. Ese manejo hasta ahora nos viene muy bien.
-Todo arrancó en la Rural de Palermo. Pero a la vez no te gusta mucho el papel del cabañero tradicional, que muchas veces hace el mejoramiento para participar en ese tipo de competencias.
-No, de hecho, recién el año pasado nos inscribimos en la Asociación de Limangus, una gente extraordinaria que nos ha dado muchos consejos y una mano muy grande. Y cuando vino el inspector nos dijo que lo nuestro era muy bueno, que pocas veces se veía un rodeo así, escondido.
-¿Es cierto que en la propia Asociación de Criadores de Limangus no tenían registro de un rodeo Limangus con tanto tiempo?
-Sí, estamos muy contentos con eso. Lo nuestro no es hacer cabaña, ni ir a Palermo, ni hacernos grandes complicaciones, no nos gusta el manejo de papeleo, somos muy chiquitos. Lo hacemos todo cerrado acá. Ahora estamos haciendo la primera base que es registrar todo y entra a avalar Limangus. Este año ya incorporamos toros de pedigree de La Lisa, de Fernando Luis, que es el presidente de la asociación, para empezar a hacer algo de Puro Controlado y hasta ahí va a llegar lo nuestro. Básicamente nos especializamos en hembras, tenemos muy buenas madres, así es que lo que más nos sale es hacer hembras. Toros hacemos muy poquitos, para una clientela fija, que es el vecindario de esta zona.
-De alguna manera, sos cabañero Limangus al difundir un poco de genética por la zona.
-Básicamente es la pasión que tenemos por esta raza que nos encanta. Nunca vas a ver un animal feo, flaco, siempre tiene un estado espectacular. La combinación del Limousin, que es carne, más la rusticidad y fertilidad que le da el Angus, complementan esta raza, que para mí es extraordinaria.
-¿Eso es la actualmente que la hace crecer tanto?
-Yo creo que básicamente es la velocidad de engorde, el rendimiento que tiene es extraordinario.
-Para los que no saben, “rendimiento” es cuánta carne hay dentro del animal, después de faenado en el frigorífico, cuánta carne te queda.
-Sí, recién este año tenemos mediciones certeras de toros que hemos vendido. Un productor de Tres Arroyos se llevó un toro acá, de destete, nacido el año pasado, muy carnicero. Lo carneó hace 10 días para sus tres carnicerías gourmet y me llamó para contarme que hizo las mediciones y que le salió extraordinario porque pesó 600 kilos a la faena, con un marmoleado de la grasa en los bifes, extraordinario, rindió el 68%, medido y lo dejó loco.
-En el resto de las razas el promedio habitual es por debajo del 60%.
-Por lo general, debajo del 60 %. El Limangus siempre anda un 10% o 15% arriba y cuando mezclás genética de padres y madres buenos, por ahí se dan estos casos que son explosivos.
-Ese es el atributo que tiene ya como carne en el frigorífico. ¿Y en el campo tenés algún elogio para hacerle?
-Su estado, lo que se banca es infernal. Está bien que acá siempre tiene pasto-, pero es un animal que siempre lo vas a ver lindo, lleno, nunca falto de gordura. Si lo llevás medianamente bien, es un animal que te responde de una manera extraordinaria.
-¿Cuánto hacienda manejás hoy y hasta dónde llegás en el proceso ganadero?
-Nosotros hoy estamos en 250 madres, todas seleccionadas. Todos los años se descarta todo lo que sea feo o tenga algún problema. La mayoría es de colorado, pero también tenemos varios negros porque nos gusta también. La idea es llegar a un rodeo de 300 madres, excelentes, porque esa es la capacidad que nos da el campo.
-¿Tenés un grado importante de obsesión por el estado de las vacas?
-No me gusta ver un animal feo, me pone mal, me gusta venir y estar horas mirándolas, disfrutando todo el día, caminando, cambiándolas de lote con mi hijo, que me da una mano grande. La ganadería es una pasión, para nosotros. Primero está la pasión y después está el negocio. Estuvimos 25 años sin inscribirnos porque no teníamos mucho interés, pero por consejo de varios a los que les he comprado madres, abrimos nuestro rodeo a la asociación, que es gente muy macanuda, nada competitiva, es excelente. Vino el inspector el año pasado y estamos orgullosos de los elogios que nos hizo. Se ve que no estábamos por mal camino.
-Tenés la suerte de tener un hijo agrónomo, que te remplazó en el trabajo de la siembra, que quizás sea el más rentable. Vos ahora estás disfrutando de tus Limangus. ¿Por eso se llama Cabaña La Querencia?
-El nombre viene de la época de mi padre, de una anécdota de hace 45 años: mi hermana era loca por los caballos y mi papá un día le compró un cartón con animalitos de plástico en el que decía La Querencia, y de ahí quedó el nombre.
Gente emprendedora y con mucha dedicación eso es un tesoro para un país.