En la meca de la investigación del riego en Argentina, también conocida como la estación experimental del INTA Manfredi, la importancia de esta práctica para mantener y potenciar los sistemas de producción agrícolas ya se transformó en una verdad indiscutida. Pero regar no es sinónimo de ser sustentable y hay que hacerlo en forma adecuada, sobre todo si se piensa en la creciente demanda mundial de alimentos.
Ahora bien, ¿por qué se necesita regar? Martín Giletta, economista del INTA Manfredi, explicó a Bichos de Campo que el mundo supo realizar más del 90% de su agricultura en áreas de secano, aquellas en las que no se necesita más agua que la que la naturaleza provee en forma regular. Sin embargo, esto en las últimas décadas disminuyó al 80% principalmente a causa de los desbalances en los sistemas producto del cambio climático.
“El cambio climático está empezando a generar serias dudas respecto de cómo sigue la historia hacia adelante. Lo que estamos viendo es que está alterándose no solo la distribución de lluvias, sino la frecuencia de los vientos extremos, al tiempo que aumenta evapotranspiración y la agricultura en secano empieza a hacer un sistema inestable. Si uno suma los mapas de degradación de la superficie, empieza a haber muchos interrogantes respecto de qué capacidad tiene el mundo de seguir aumentando la producción de alimentos, que es un desafío que se deberá asumir de aquí a 2050 cuando la población llegue a los 10 mil millones de habitantes”, indicó Giletta.
Y agregó: “La agricultura de secano, tal y como está planteada hoy, tiene restricciones muy severas. Hoy el 20% del área agrícola en el mundo tiene algún tipo de aplicación de riego suplementario, o total o parcial. ¿Qué sucede con esto? Esa área menor, de tan solo el 20%, explica el 40% de la oferta de alimento”.
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Esos parámetros bajan significativamente en Argentina, donde solo el 5% del área agrícola está bajo riego y el 95% en secano. Esto sin dudas debe ser revisado, sobre todo si se tiene en cuenta que Sudamérica es una de las regiones productoras de alimentos donde los sistemas se encuentran más exigidos por su nivel de degradación y estrés hídrico. Claro que esto no puede modificarse de un día para el otro.
“Regar no es un sinónimo de sustentabilidad, se puede ser regante y hacerlo de modo ineficiente y esto también atenta contra la sustentabilidad de los sistemas”, alertó el economista.
-¿Qué rol va a tener el riego frente a la agricultura de secano? ¿La va a complementar o la va a reemplazar?
-Va a ser un complemento, por supuesto que no la va a reemplazar. Va a seguir siendo la agricultura en secano la que explique la mayor parte del área destinada a la producción de alimentos. De todas maneras, cuando uno empieza a analizar cuál es el potencial en suelos con aptitud agrícola y con disponibilidad de agua apta para riego, hay mucho gap para incrementar esa superficie. Y si aún así podemos ir hacia un riego de precisión, tenemos un problema a nivel mundial porque la eficiencia del riesgo es muy baja. Estamos hablando de un nivel de eficiencia en el uso del agua menor al 30%.
-Del agua que se utiliza para riego, solo el 30% está bien utilizado.
-Exactamente. Y pensemos que estamos en un planeta de agua. El 70% es agua, pero el agua útil, disponible y potable es el 3%. De eso está accesible el 1%. Y el 70% de ese 1% lo usa la agricultura.
-Como tendencia de fondo ves que se va a incorporar el riego como complemento pero que va a venir con una alta carga de presión para que sea eficiente.
-Absolutamente. Forma parte de la responsabilidad ambiental y social que se tiene que asumir con esto. Es un bien común, un bien que además va a ser escaso y que va a generar tensiones en las próximas décadas a nivel mundial. El mundo va a tener tensiones en materia de alimentos, de energía y de agua. La disponibilidad de agua apta para el consumo per cápita viene cayendo. Con más razón hay que hacer un uso preciso y sostenible de ese recurso.
-¿Ves a los productores en sintonía con esta responsabilidad?
-Uno empieza a ver una conciencia ambiental cada vez más generalizada, que ya no pasa por una determinada conveniencia puntual o la búsqueda de algún incentivo económico. Hay una creciente conciencia de que estamos hablando de un bien común o sobre el cual tenemos responsabilidad. Eso es nuestra tierra, nuestra agua, es un recurso que tiene que quedar para las próximas generaciones. Uno es un usuario transitorio pensando en términos de generaciones. No es una cuestión que uno lo note con tanta facilidad, pero entendemos dque hay que seguir profundizando mucho el mensaje por esa vía. La sostenibilidad es una función y una responsable de todos.