El agrónomo David González, oriundo de Pergamino, se define como un “amante de la deconstrucción de la agronomía”, cualidad que explica como el interés de repensar esa actividad desde la protección integral de los sistemas y no desde el rédito económico. Aunque por momentos pareciera que rema a contracorriente, hay situaciones en las que se encuentra con personas de su mismo espíritu. Al menos eso sintió con el trabajo de Valentín, un contratista de 22 años que le presta servicios de fumigación.
“Yo asesoro y gerencio una empresa familiar de acá. Siempre me sentí identificado con aquellos sistemas que buscan un todo, proteger, tirar para adelante, y no solo la renta. Eso nos lleva dentro de la agronomía a probar cosas nuevas, a no encasillarnos en el modelo simplista de la tecnología de insumos sino a mirar todo lo que es la tecnología de procesos”, dijo a Bichos de Campo David González como introducción a esta pequeña gran historia.
Es en esa línea que el agrónomo arma reuniones periódicas con los aplicadores para analizar cada lote en particular, sus malezas, para elegir también el producto a aplicar y la pastilla o pico correcto para hacerlo y evitar derivas o daños innecesarios.
“No es salir a tirar dosis por encima de lo que hay que tirar sino tirar lo justo. Eso nos obliga a eficientizar algunas cosas”, afirmó.
Uno de los lotes del campo en el que trabaja venía de una intensa rotación, con un último cultivo de sorgo, y había acumulado una importante cantidad de rastrojo en superficie que dificultaba llegar a las malezas. Fue allí que David le propuso a Valentín, un joven contratista de la zona con quien ya trabaja hace tres años, utilizar una pastilla que tenían guardada sin mucho uso.
“Las pastillas son las boquillas por donde sale el producto (se refiere al agroquímico formulado) que pasa por el circuito de la maquina. Cada pastilla tiene una determinada característica y nombre asociado al caudal de líquido que tira por unidad de tiempo. Le dije a Valentín de usar una que permite muchos impactos por centímetro cuadrado con una gota chica. El se preocupó porque nunca la había usado y me sugiere ‘tarjetear’ para ver la calidad de la aplicación”, contó el agrónomo.
Allí llegamos a las tarjetas que figuran en la portada de esta nota y que habilitan esta historia detrás de una fotografía.
Vení a tarjeterme, Dijo El Valen (cómo le decimos todos) … preocupado por saber cómo quedaba la aplicación con 55 lt/ha… y a mi me pone tan feliz que el aplicador de 22 años se preocupe por hacer bien su trabajo 😋. Hay futuro. pic.twitter.com/RRtZdvcXeW
— David Gonzalez (@DavidArGonza) July 20, 2022
La propuesta llamó su atención porque demostraba que el fumigador conocía los riesgos de realizar una aplicación sin el conocimiento suficiente del equipo, que se podrían traducir en pérdidas económicas de no realizarse bien –por ejemplo se puede quemar por demás la materia orgánica- o riesgos para la salud en caso de que una deriva llegue a una zona poblada.
“Durante mucho tiempo, hay que hacer autocrítica, las aplicaciones lamentablemente se hicieron sin control, con cualquier producto y con cualquier pastilla. Lo noble de Valentín es que me dijo de controlarlo. Tendría que ser una práctica común pero muchas veces no se hace”, reconoció González.
Para controlar la aplicación se distribuyen en el lote unas tarjetas hidrosensibles que cambian de calor al entrar en contacto con un medio acuoso como puede ser el producto aplicado. Es importante aclarar que cada pico arroja las gotas en una forma distinta, como en abanico o cono hueco, y que el producto aplicado no se coloca puro sino que es diluido con agua y mezclado con otros insumos como los coadyuvantes, que ayudan por ejemplo a que la gota aplicada tenga un mayor peso y no genere derivas en caso de haber viento.
Las tarjetas se colocan tanto sobre el suelo, para emular la hoja de la maleza, como en soportes en el perímetro del lugar para controlar su distancia de dispersión.
-¿Los contratistas suelen formarse en estas cuestiones?
-Cuando empezó la actividad de pulverización, tanto aérea como terrestre, los que andaban en avión eran pilotos, no aplicadores. Lo mismo con las terrestres. Con el paso del tiempo fue creciendo el tema de las capacitaciones. Los chicos hoy entienden que son maquinas complejas que trabajan con conceptos técnicos como es la presión, la temperatura, y variables que muchas veces incluso escapan al conocimiento de los agrónomos. Yo creo que se ha avanzado mucho en las capacitaciones pero que hay que avanzar más. Más allá del conocimiento en sí, deben tomar conciencia de lo que puede implicar en términos de seguridad. Trabajamos con productos que son veneno, es la realidad, pero que se pueden manipular con cuidado.
-Lo ideal entonces es que siempre el contratista se asesore con el agrónomo y controles todas esas variables antes de iniciar el trabajo.
-Es lo ideal. Muchas veces los equipos de contratistas que se dedican a la pulverización tienen que cumplir con un volumen de hectáreas impresionantes por una cuestión económica. Sucede que se hacen las aplicaciones como de manual: mismo pico y mismos litros para todo. A veces funciona, pero en determinadas circunstancias puede no llegar a funcionar, por cuestiones ambientales, de temperatura, de humedad relativa. Con Valentín ya tenemos una relación de trabajo hace tres años y el tiene conciencia en estos trabajos. Eso es lo valorable. Hay gente que hace todo así nomas y gente que le pone compromiso, que quiere aprender, que pregunta. Son personas que muchas veces incluso no tienen una formación académica y tienen ganas de hacer las cosas bien.
Muy bueno lo de Valentín.
Me gustaría contactarme con el para inter cambiar
Conceptos para mejorar.
Cómo ingeniero agrónomo, es nuestro deber.
Gracias
Soy Oscar Turino de la ciu