Acaba de salir el informe del índice de precios al consumidor publicado por el Indec y el mismo refleja el fracaso del “cepo cárnico” implementado en 2021 por el gobierno de Alberto Fernández.
Entre mayo de 2021 y mayo de 2022 el indicador correspondiente al rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas en la ciudad de Buenos Aires experimentó un ajuste del 64,5%, mientras que el relativo a carnes bovinas aumentó un 64,4%, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). Es decir: la inflación de los valores de la carne acompañó al resto de los alimentos básicos.
Si bien, debido al cepo exportador implementado en el segundo trimestre de 2021, durante algún tiempo los precios minoristas de la carne vacuna permanecieron “planchados”, luego, hacia fines del año, recuperaron todo el terreno perdido.
En definitiva: el “cepo cárnico”, que perjudicó a trabajadores y empresarios del sector frigorífico y generó un papelón internacional, al introducir nuevamente a la Argentina es el salón de los “proveedores no confiables”, terminó –tal como adelantó Bichos de Campo– un efecto nulo en los precios minoristas de la carne.
Mientras que el relevamiento del Indec se concentra fundamentalmente en cadenas de supermercados, el realizado por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) abarca también a muchas carnicerías de la ciudad de Buenos Aires (CABA + GBA).
Por ese motivo, el relevamiento de precios de cortes bovinos realizados por el Ipcva en mayo pasado registró un ajuste anual del 68,0%, mientras que el correspondiente a carne aviar y porcina fue del 76,3% y 51,3% respectivamente.
Con tales cifras, no resulta extraño que el consumo de proteínas cárnicas en la Argentina esté migrando de la carne vacuna a la aviar y la porcina, un fenómeno que, vale aclarar, se registra en muchas naciones del mundo, donde la carne bovina es un producto de lujo que se consume esporádicamente.
En la actual coyuntura, la principal barrera para el aumento de los precios de la carne vacuna ya no es la política intervencionista, sino la creciente pauperización social provocada por la inflación, es decir, por la gigantesca desvalorización del peso argentino, que semana tras semana pierde valor para escurrirse con preocupante facilidad entre las manos de la gran mayoría de los argentinos.
De hecho, cuando se observa el ranking de la inflación mensual por rubro a nivel nacional medido por el Indec, es posible advertir que el ajuste de precios de los alimentos está en octavo lugar, lo que indica que el problema inflacionario argentino no reside –como pretende instalar la retórica oficial– en los desajustes generados por el conflicto ruso-ucraniano, sino en la emisión monetaria descomunal realizada por la actual gestión.
“La inflación de los valores de la carne acompañó al resto de los alimentos básicos” – entonces fue un éxito… De qué hablan?