Allá por el año 2000 mi querido amigo tucumano Fernando Calliera me dijo: “Te llevo a conocer Salta, venite de Buenos Aires a Tucumán, e iremos por Tafí del Valle y los valles calchaquíes”. Al llegar a Cafayate me llevó a conocer la bella y sobria bodega “San Pedro de Yacochuya”, a unos seis kilómetros de allí, engalanada en un paisaje maravilloso, donde nos recibió uno de sus jóvenes propietarios llamado Marcos Etchart, hijo del prestigioso Arnaldo. Sí, el de la bodega Etchart.
Marcos nos anotició de que su familia ya no tenía más la bodega Etchart, porque en 1996 su padre, al final de aquella tremenda crisis de los años ’90, la había tenido que vender al grupo francés Pernod-Ricard, y que habían decidido continuar en la misma actividad invirtiendo en una pequeña bodega de altura y de vinos de alta calidad.
Yacochuya significa en quichua “agua clara” y refiere a la pureza del agua que baja de los Andes e irriga aquellos sublimes viñedos, con cepas de malbec, cabernet, tannat y torrontés.
Aquella vez Marcos nos vendió sus exquisitos vinos tintos: el más caro, Yacochuya, y el San Pedro de Yacochuya, de precio intermedio. No probamos entonces el actual Coquena, el más económico, ni el San Pedro de Yacochuya Torrontés.
Hoy producen 200.000 litros por año, de su propia cosecha de uvas. Exportan un 50% a Estados Unidos, China, Rusia, Europa y países de Latinoamérica.
El hermano de Marcos, Arnaldo, vive en Buenos Aires y se ocupa de la comercialización. Mariana y Pablo viven en Salta capital y manejan la administración.
Don Arnaldo Etchart falleció en 2017. Provenía de la familia que había fundado la bodega Etchart, en el año 1850 en La Florida, Cafayate, pequeña finca que aún conserva su nombre, donde se plantaron las primeras vides de torrontés, variedad introducida por los misioneros a fines del siglo XVI. Ubicada a 1750 metros sobre el nivel del mar, al pie de la Cordillera, es uno de los viñedos más altos del mundo.
En 1963 lanzó el Etchart Privado Torrontés. Con su talento y apasionado esfuerzo logró volverlo tan popular que hasta lo bebían las clases medias bajas. En 1975 adquirió con sus hermanos una bodega en Mendoza, y me cuenta hoy Marcos, vía telefónica, que entre ambas bodegas llegaron a producir unos 15 millones de litros por año.
Cuenta también Marcos que su padre, cuando viajaba a Buenos Aires y se iba comer a los restoranes, se ponía a conversar con los dueños y él mismo les ofrecía sus vinos que luego les enviaba desde Salta.
En 1987 convocó al famoso enólogo francés Michel Roland, que hoy es socio y el enólogo de la bodega San Pedro de Yacochuya. Juntos, Don Arnaldo y Michel, lograron enaltecer la vitivinicultura salteña a niveles insospechados.
Don Arnaldo fue un salteño de pura cepa, apasionado del folklore y de los más finos intérpretes de su época. Organizaba peñas tanto en su casa de Salta como en la de Cafayate, donde pasaban los veranos, debajo de un añoso y enorme algarrobo. Y llegó a ponerle a sus toneles los nombres de algunos grandes, como Manuel Castilla, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, y Eduardo Falú. Era viñatero, pero además fue cantor, poeta, recitador y llegó a ser presidente de la Unión Industrial Argentina.
Tanto le apasionaba el folklore que un día decidió fundar la hoy tradicional “Serenata a Cafayate”, un festival con entrada libre y gratuita. La inició junto a César Perdiguero en 1974. Ocho años después le cedió la organización al gobierno municipal.
La crisis de la década de 1990 lo obligó a vender su Bodega Etchart, y a los dos meses de venderla le dio un infarto y ya no volvió a gozar de buena salud, hasta que falleció a sus 78 años edad en la misma bodega de San Pedro de Yacochuya.
Don Arnaldo padre dejó a sus hijos una sobrada herencia: una bodega en la que todos ellos trabajan. Pero además un gran legado de pasión, de autenticidad, de identidad salteña y de hombría de bien; la sapiencia de una cultura viñatera que supera una marca. Además les heredó su amistad con el gran Michel Roland. Y logró hacer que sus serenatas privadas se convirtieran en la gran fiesta de Cafayate. Su honorable apellido, que llegó a ser una marca gigantesca, se tornó paisaje cafayateño: San Pedro de Yacochuya.
Así lo despidió su hijo Marcos:
“Murió Arnaldo Etchart, mi Tata. // Viñatero y Bodeguero, // emprendedor Schumpeteriano. // Creador del Vino de Altura, // Reinventor del Vino Argentino. // Amigo de Poetas // Amigo de sus amigos, // Amante del Arte, el Vino y la Belleza, // De la Política, y de la Cultura. // Creador de La Serenata, // Y “Fundamentalmente Cantor”…
Marcos eligió coronar esta nota con la canción de un joven y amigo cantautor cafayateño: Se titula “Doña Argentina” y tienen letra e interpretación de Mauricio Tiberi, y música de Matías Pozo. Del disco “Desentierro” (2015).