El popular juego de mesa TEG (Plan Táctico y Estratégico de la Guerra) nació en 1976. Se trata de un conflicto bélico en un forzado planisferio dividido entre 50 países. Allí las batallas se resuelven con dados, sin balas. Tampoco se usan municiones en una de las guerras que deben dar los países que, como la Argentina, producen y venden alimentos: la lucha contra los subsidios agrícolas. Esa pelea se inició diez años después aquel juego, en 1986. Pasaron más de treinta años y, como en el TEG, se hace largo el desenlace.
La disputa contra el proteccionismo se juega en rondas. La próxima será la XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), a realizarse a fin de año en Buenos Aires. Más de 160 países se darán cita en la Argentina, un país que en la década de los ‘90 era protagonista central de este tipo de negociaciones, pero que después de la crisis de 2001 (y en especial durante la gestión kirchnerista) le dio la espalda al multilateralismo y guardó el tablero en un armario.
Hay que desempolvar el TEG. Es lo que intentaron hacer esta semana en la Exposición Rural de Palermo varios especialistas. ¿Por qué es tan importante? Los países exportadores como la Argentina han sufrido siempre con el andamiaje de subsidios y aranceles que aplicaron las potencias desde el final de la Segunda Guerra. Que la Unión Europea destina us$ 800 anuales por vaca lechera no es algo inocuo para los tamberos locales. Mucho menos lo es que los países cierren sus mercados con impuestos prohibitivos o con excusas sanitarias o ambientales.
Los productores argentinos la tienen cuesta arriba. Aquí el Estado les quita en promedio 23% de sus ingresos por diversas vías, mientras que en otros países se destinan millonarios recursos fiscales a subsidiarlos. Noruega, Suiza, Japón y Corea, por ejemplo, aportan a sus productores el 50% de sus ingresos. La Unión Europea 19%, Estados Unidos 8% y hasta Brasil subsidia un 5%. Este es uno de los “pilares” que va a estar en discusión en la reunión de Buenos Aires: la “ayuda interna”.
Antes jugar al TEG era más sencillo: las que subsidiaban eran las potencias y los países en desarrollo (PED) eran las víctimas. Ya no es tan así. China destinó en los últimos años más de us$ 280 mil millones anuales a sus agricultores, casi tres veces más de lo que gasta Europa. La relación que antes era 80/20 ahora es de 35/65.
La OMC, nacida tras la Ronda de Marrakech en 1995, debería ser el árbitro que nivele la cancha, según las reglas de juego definidas por sus 164 países miembros. Un inconveniente es que allí todas las normas deben ser fijadas por absoluto consenso, y por eso todo el proceso ha sido extremadamente lento. “En 32 años no hubo grandes avances. No los esperen para Buenos Aires”, advirtió el experto brasileño Pedro Camargo en la reunión de la Rural. En rigor, la medida más importante fue lograda en la Cumbre de Nairobi 2015: la eliminación de los temibles subsidios a la exportación. No cumplió nadie, salvo Australia.
Peor todavía, los expertos coincidieron en que últimamente el mundo da pasos para atrás y la que corre peligro es la propia OMC, ya que los líderes mundiales, en especial el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, prefieren regresar a recetas proteccionistas y desprecian el multilateralismo. “El entorno internacional no es nada bueno”, reflexionó el uruguayo Guillermo Valles. Explicó: “El propio constructor del multilateralismo es quien lo cuestiona con más fuerza”.
Lo mismo piensa el argentino Martín Piñeyro, del grupo GPS. Según su visión, la reunión ministerial en Buenos Aires será un punto importante para refrescar la agenda. “Nosotros estuvimos ajenos muchos años. Ahora debemos reposicionarnos. Si las ideas proteccionistas avanzan, uno de los objetivos centrales de la cumbre será defender la vigencia de la OMC. Para la Argentina no hay nada más importante que poder vender en un mundo con reglas que se respeten”, evaluó.
Nota publicada en el suplemento Agro de Télam el 28 de julio de 2017