Con el apoyo del INTA San Carlos y de la ONG Red Valles de Altura, las familias campesinas del Valle Calchaquí comenzaron a recuperar antiguos modos de compartir el trabajo y la alimentación, de aunar esfuerzos y de asociarse para estar comunicados, trabajar en red y poder así enfrentar las crisis económicas y sociales revalorizando la agricultura familiar y las cocinas regionales.
Verónica Guantay, campesina y agricultora del paraje Corralito, en el Departamento de San Carlos, en Valle Calchaquí Sur, es Referente de CUM, una organización intercomunitaria que nuclea a cada vez más familias campesinas vinculando a las comunidades del Valle.
Verónica me explicó que gracias a este nuevo ímpetu comenzó a salir de su casa e ir a reuniones comunitarias donde pudo enterarse de los problemas de sus vecinos y luego, al viajar, también de los de otros pueblos. Así comenzar a buscar soluciones en conjunto. Ahora están todos comunicados. A pesar de la poca señal, lo hacen por telefonía móvil, sobre todo en este tiempo de cuarentena.
Hace tres años lograron crear el Mercado Campesino CUM (foto), autogestivo, mediante un comodato celebrado con la Municipalidad de Cafayate, que les cedió un local en el Mercado Municipal para comercializar los excedentes de las producciones de su agricultura familiar. Elaboraron un reglamento interno por el que no se permite la reventa, todo tiene que ser elaborado de primera mano.
A partir de las ventas en el mercado, se aporta un porcentaje para afrontar sueldos de dos mujeres -integrantes de la organización- que atienden diariamente el local.
Verónica me contó que allí venden los productos de sus huertas, frutas, huevos, algunos dulces y mermeladas, arropes, quesos, miel y hierbas aromáticas. Ofrecen sobre todo un bolsón de verduras y hortalizas de estación. Gracias a las y los técnicos que las asisten pudieron conseguir algunas becas para trabajar en las huertas y éstos acompañan técnicamente y apoyan la logística para para recolectar y llevar sus producciones hasta Cafayate.
Eloísa Ferro, técnica de INTA San Carlos, me detalló que se fue creando una red de alianzas con las municipalidades de Cafayate, Animaná, Angastaco y de San Carlos, junto a las escuelas agrotécnicas y la Tecnicatura Superior de Agroalimentos de San Carlos, para abordar integralmente las problemáticas de salud, vivienda, acceso al agua y a la tierra, las producciones de la agricultura familiar y su comercialización.
Proyectan líneas de trabajo sustentados en la organización colectiva y comunitaria. Así se creó una Feria semanal y una Fonda mensual de comidas, hoy suspendidas por la cuarentena. Las comidas que sirven en las Fondas deben ser tradicionales y suelen repartir folletos con sus recetas.
Además, algunas mujeres de la organización conformaron un Grupo Cambio Rural al que llamaron “Sabores Campesinos”, integrando a unas 13 mujeres para intercambiar conocimientos y prácticas de elaboración de dulces, mermeladas, quesos y mucho más a base de productos de sus huertas. Llevan dos años construyendo una cocina comunitaria (foto) y algunas cocinas familiares para poner en valor su cultura alimentaria y poder ofrecer alimentos seguros y habilitados.
Las comunidades campesinas organizadas trabajan con líneas de microcréditos y fondos rotativos, con un 98% de éxito. Comenzaron a recaudar dinero con la venta de las comidas en las fondas, para destinar a un fondo semilla, que hoy ya se ha multiplicado por diez. Armaron un botiquín veterinario y se capacitaron para ser agentes sanitarios de sus propios animales.
Las y los vallistos mantienen costumbres ancestrales de conservación, como el charqueado de carne y el secado al sol de frutas y verduras, de uva, de zapallo, de tomate, de pimiento, para poder alimentarse todo el año.
En algunas comunidades, que cuentan con agua dulce a partir de vertientes de los cerros, poseen 2.500 plantas frutales como manzana, pera, damasco, pelón, membrillo, uva; nogal, hortalizas de hojas, tubérculos como la papa andina, y además crían sus animales para obtener carne, leche y elaborar quesos.
Verónica Guantay me cuenta que ahora aprovechan todo para elaborar mermeladas y dulces, como también empanadillas con dulce de cayote, quesadillas, que son alfajorcitos rellenos de arrope de uva o de chañar.
En las Fondas servían empanadas, cazuela de cabrito, cabeza guateada, mote de habas, locro y de postre, mazamorra y anchi y esperan volver pronto para recaudar y comprar los materiales para terminar su cocina comunitaria y apuntalar otros proyectos comunitarios e intercomunitarios. Han emprendido un camino de recuperación de identidades que incluye a la “minga”, ese antiguo modo de ayuda mutua y de trabajo comunitario. Así la construyen, mediante jornadas solidarias, donde nadie cobra por su mano de obra, que es el costo más alto.
Ahora es tiempo de vientos Zonda y trabajan en sus huertas de mañana. Juntos, han logrado tener más agua para sus tierras y cambiar algunas normativas municipales. Habían perdido la noción de poder ser protagonistas y sujetos de su propio desarrollo. Hoy se están formando y mejorando su calidad de vida.
Desean volver pronto a encontrarse en el Mercado CUM y a realizar las Ferias y Fondas donde puedan volver a comer en familia, junto a sus niños y abuelos, los platos tradicionales, celebrando la memoria y la vida, enterándose de las necesidades comunes, intercambiando sus saberes y los frutos de sus producciones.
Se percibe en el valle calchaquí un aire caliente, un viento cálido como el huayra puca (viento rojo, en quichua), fraterno, que los arremolina y envuelve, y que los empuja a encontrarse y a proyectar sueños colectivos de trabajo con mucho futuro. Ojalá ese viento nos llegue, nos envuelva y contagie a todos.
Las mujeres de Sabores Campesinos eligieron para obsequiarnos una chacarera de Diego Brandán y Germán Kalber, interpretada por un joven cantor y músico de San Carlos, Abel Mendoza: “Dueño del Tiempo”, en su CD Conexiones siderales.