La del control de plagas es otra de las aristas que se sumó al “boom” de la hidroponia, aunque ya viene desde hace rato en la horticultura convencional en invernaderos. Y es que, a pesar de hacerse en entornos cerrados y con un proceso muy monitoreado, los insectos se las ingenian para “colarse” entre las plantas, dañarlas y transmitir enfermedades.
Al igual que con las demás producciones, uno de los métodos para combatir las plagas es el uso de insecticidas que son muy efectivos pero muchas veces no se los prioriza por no estar completamente alineados con el “espíritu” de esta actividad, que se supone más natural y con menor impacto ambiental.
Así es como encontraron su veta comercial dos amigos platenses, Bernardo Olaechea y Hernán Storino, que empezaron a fabricar trampas cromáticas para atraer los insectos sólo con colores, para así atraparlos luego con pegamento. A su empresa la llamaron Cromo Trap y hoy producen con materiales locales en su misma ciudad natal.
De seguro que, como hinchas del “Lobo”, a estos amigos de la infancia no les simpatiza mucho ver cómo los invernaderos y las carpas hidropónicas se llenan de rollos celestes y amarillos. Lo cierto es que, hasta el momento, esos son los únicos colores que atraen a las principales plagas que afectan a esos cultivos: Los trips, en el primer caso, y los pulgones, en el segundo.
“Es un rollo de una banda de plástico al cual le envolvemos un pegamento. Al ver el color, el insecto salta o vuela hacia el rollo pensando que es una flor o un cultivo y queda pegado”, explicó Bernardo.
Las trampas pueden tener forma cónica o ser bandas dispuestas a la par de los cultivos. La idea es que sirvan de contención antes de que el insecto se pose sobre las plantas. La razón está en que, en primera instancia, suelen dañar las hojas y arruinar su estética, pero, además, porque suelen ser vectores de enfermedades que pueden complicar la producción.
Ver esta publicación en Instagram
“Tenemos que aprender a convivir con las plagas. Van a estar siempre y no las vamos a erradicar”, advierte, no obstante, el agrónomo. Y en esa “convivencia”, introducir trampas puede ayudar también a hacer monitoreos, ya que los insectos de este tipo de plagas suelen ser muy chicos e imperceptibles. Una vez “pegados” en el rollo, se los identifica con mayor facilidad y se puede saber si hay un ataque masivo o no.
Desde ya que, en paralelo, se utilizan otras herramientas al interior de los establecimientos, que conforman algo así como una escala de prioridades.
“La última instancia sería la aplicación de insecticidas. Cuanto menos insecticida usemos, mayores ventajas vamos a tener respecto a sanidad, a fitotoxicidad y costos”, opinó Olaechea, que, de hecho, no descarta que pueda evitarse su uso si hay un buen manejo del sistema de trampas cromáticas.
Mirá la nota completa:
Lo que tiene de bueno el sistema en el que trabajan estos platenses es que les permite avanzar sobre otras producciones y atacar a un abanico más amplio de plagas. De hecho, además del color, a futuro podrían sumarse otros condimentos que atraigan a los insectos y sacarle mayor potencial.
“A la misma trampa le podemos agregar atrayentes sexuales o alimenticios y hacerla más efectiva para atrapar distintas plagas”, explicó Bernardo, que adelantó que ya trabajan con la mira puesta en las producciones frutales.
Tal vez, no pierden la esperanza de encontrar en algún momento alguna plaga a la que le gusten los colores azul y blanco, y así poder finalmente fabricar sus rollos triperos.