Tras una nueva temporada de lluvias, la postal en el interior bonaerense parece calcada a la de algunos meses atrás. Incluso con sus más caprichosos detalles, porque la cifra de hectáreas que hoy están bajo agua es la misma que la de la crisis hídrica otoñal: 2 millones de hectáreas.
Así lo confirmó el diagnóstico emitido por Carbap, a raíz de las mediciones propias que lleva a cabo periódicamente en la provincia, en una cruzada de larga data por el reclamo de infraestructura, fondos y medidas urgentes para el sector.
Cuando un fenómeno puede evitarse, deja de ser un accidente, y con las inundaciones hace tiempo que no puede hablarse de “imponderables” ni de “desastres climáticos”. Si hoy gran parte del centro bonaerense y, en mayor medida, de la Cuenca del Salado, tiene sus campos y caminos anegados, se debe a la negligencia e impericia estatal.
“Advertimos que el problema no se detenía y que, de no actuar con rapidez, las pérdidas serían cada vez mayores. Lamentablemente, el tiempo nos dio la razón: hoy la crisis se profundizó y golpea tanto a la producción como a la vida diaria de miles de familias rurales”, expresaron desde Carbap en un duro diagnóstico sobre la situación provincial.
El saldo que dejaron las precipitaciones de las últimas semanas de agosto y primeros días de octubre alcanza, por lo menos, a unos 17 partidos del centro de la provincia. En total, estiman que allí hay casi 500.000 hectáreas anegadas, 463.777 muy anegadas y 441.540 inundadas. Si se contempla el grueso de la Cuenca del Salado, los números totales superan los 2 millones de hectáreas.
Además de las extensiones directamente afectadas, advierten que, en realidad, el problema afecta a un universo aún mayor, de más de 3 millones de hectáreas que resultan improductivas por falta de piso para la maquinaria o imposibilidad de acceso.
En el centro bonaerense, el podio lo integran 9 de Julio, con más de 160.000 hectáreas bajo agua; Lincoln, con unas 149.000 en estado crítico; Bolívar y 25 de Mayo, donde en cada municipio la cifra ronda las 139.000 hectáreas. De todos modos, la situación en General Alvear, Carlos Casares, Saladillo y Pehuajó -entre muchos otros tantos partidos- es igual de crítica.
Muchos de ellos vienen de afrontar una situación similar a principio de año, cuando la temporada de lluvias otoñales puso en agenda la necesidad de un plan de infraestructura hídrica urgente.
Pero nada de eso se hizo desde entonces -ni siquiera en los papeles- y la realidad vuelve a poner poner el tema en la cara de los políticos que prefieren mirar hacia el costado. “Las autoridades en todos sus niveles de gobierno no están a la altura del desastre humano y productivo que estamos atravesando. No podemos permitir que cada lluvia extraordinaria se convierta en una tragedia anunciada”, expresaron desde Carbap.
Así como 6 meses después la triste postal se repite, también lo hacen los reclamos, porque la situación no alcanza sólo a los productores y la agroindustria en general, sino a toda una ruralidad repleta de historias familiares y particulares que hoy conviven con el agua al cuello.
En ese sentido, desde la entidad bonaerense y pampeana volvieron a insistir sobre la concreción de las obras hídricas urgentes -entre ellas, la tan mentada Cuenca del Salado-; la aplicación inmediata de los instrumentos previstos en la Ley de Emergencia Agropecuaria, sobre todo en lo que respecta a exenciones impositivas; y el lanzamiento de líneas de financiamiento específicas para que esta nueva inundación no deje un tendal de productores en quiebra.