La oferta paraguaya de soja está permitiendo que la industria aceitera argentina opere este año con cierta normalidad ante una dinámica comercial interna afectada por distorsiones macroeconómicas.
En el ciclo 2022/23 Paraguay “salvó” a la industria aceitera argentina al proveer más de 10 millones de toneladas de poroto de soja en el marco de un fracaso histórico de la cosecha local ocasionado por una sequía devastadora.
En los cuatro primeros meses del ciclo comercial 2023/24, si bien la cosecha argentina de soja se recuperó, Paraguay sigue exportando grandes volúmenes de poroto a su vecino para garantizar el funcionamiento de las industrias oleaginosas localizadas en la zona de influencia de Rosario.
El procesamiento argentino de soja entre abril y julio de este año fue de 11,76 millones de toneladas, una cifra 35% superior a la registrada en el mismo período de 2023, según datos oficiales.
La noticia es que gran parte de ese crecimiento fue posible gracias a la importación en el trimestre de 3,20 millones de toneladas de poroto de soja –que en más de un 95% provino de Paraguay–, una cifra que representó el 20% de la molienda argentina del período.
La Secretaría de Bioeconomía (próximamente Secretaría de Agricultura nuevamente) estima que, con una cosecha proyectada de 48,1 millones de toneladas, en el presente ciclo 2023/24 la importación de soja sería de 4,0 millones de toneladas.
Sin embargo, con el actual ritmo de ingreso de soja proveniente de Paraguay y, en menor medida, de Brasil y Bolivia, es muy probable que la cifra final termine siendo bastante superior a 4,0 millones de toneladas.
Hasta el momento, según el último dato oficial correspondiente al pasado 14 de agosto, la venta de soja argentina 2023/24 sumaba 2,5,6 millones de toneladas, una cifra equivalente al 53% de la cosechada estimada por la Secretaría de Agricultura. Si bien se trata –en términos relativos– de una cifra acorde al promedio histórico, los niveles de ventas deberían ser superiores para que la industria pueda recuperar el terreno perdido durante el ciclo 2022/23 caracterizado por un desastre productivo.
La cuestión es que, en un escenario bajista de precios internacionales, las distorsiones cambiarias presentes en el mercado argentino contribuyen a reducir las intenciones de venta de la oleaginosa por parte de los productores.
El ingreso de soja al mercado argentino se realiza en el marco del régimen de “importación temporaria de mercaderías destinadas a recibir perfeccionamiento industrial”, el cual –implementado por el decreto 1330/2004– facilita el ingreso de insumos con la obligación de que los mismos, una vez procesados en territorio argentino, sean exportados para generar divisas.
El régimen, conocido popularmente como “de admisión temporaria”, fue desactivado en 2009 por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para ser reintroducido a comienzos de 2016 por la gestión de Mauricio Macri. Desde entonces, en lo que respecta al complejo sojero, el poroto ingresa al país para elaborar harina y aceite de soja, los cuales posteriormente se exportan. La alícuota del derecho de exportación (33%) se aplica sobre el valor agregado, es decir, sobre la diferencia del valor de la harina y el aceite exportado (FOB) menos el valor del poroto importado (CIF).