Los días en que no le toca trabajar en el campo, Valentín Verea se levanta por las mañanas, se prepara un mate y se pone a coser en su taller hasta que es momento de almorzar. ¿Qué cose? Las costuras de todas las piezas de cuero que necesita para fabricar las sogas, riendas y bozales que le piden por encargo. De oficio soguero, Verea tiene muy aceitada la paciencia a la hora de trabajar, cuestiones que le parecen centrales para lograr el mejor acabado de las piezas.
Aunque suele ser una práctica que se hereda, este hombre de los pagos raucheros, en la provincia de Buenos Aires, no aprendió de ningún familiar, sino que se interesó e instruyó por cuenta propia. Desde 1996 vive con su mujer en una quinta ubicada en Rauch y en su pequeño taller día a día pone en práctica las distintas técnicas de sogueo que conoce.
“Es un oficio que se aprende trabajando o viendo a otros sogueros. Uno va copiando o le van explicando. Al año de mudarnos, Satiago Biondi –un soguero de renombre internacional- dio un curso en el centro de formación. De él aprendí a retejer cuchillos y a hacer costuras. Después viendo a otros amigos. Gracias a Dios me llevo bien con ellos, siempre que he pedido, me han explicado”, contó Verea, desde su taller, a Bichos de Campo.
Además de la paciencia y concentración, para ser un buen soguero se necesitan buenas materias primas, y en eso el hombre de Rauch es un experto, ya que prepara él mismo sus cueros.
“Yo empiezo desde que voy al frigorífico a buscar la materia prima. Lo limpio, lo lonjeo y lo dejo secar bien. Cuanto más estacionamiento tiene, mejor y más fuerte sale. A lo mejor eso me llevó a tener tanto trabajo, que sea todo natural. No uso ningún producto químico: ni jabón. Es más lento y trabajoso el proceso, pero la duración que tiene la presentación del cuero es nada que ver”, aseguró el especialista.
Y lo cierto es que le da buenos resultados, ya que constantemente tiene nuevos pedidos. Si bien dice, entre risas, que se considera un poco lerdo, la clave de la durabilidad y la resistencia está en el tiempo en que le dedica a cada sogueo. Tal es así que ha recibido mensajes de clientes que aún tienen sus bozales fabricados hace 15 años.
“Lo hago con mucho gusto, y me gusta a su vez entregar un trabajo y que pasen los años y que aún estén. Me agarra alegría de ver trabajos viejos y tan intactos”, dice Verea.
Su trabajo le dio también otras alegrías, como visitar la ciudad de Buenos Aires por primera vez, luego de ser invitado a una exposición en Palermo; ganar un primer premio por soga de trabajo y hasta conocer al dueño de la bodega de vino López, quien le pidió unos bozales y lo invitó a conocer su estancia en Mendoza.
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-¿Crees que este oficio tiene cuerda para rato? ¿O considerás que va extinguiéndose?- le preguntamos.
– Pienso que esto va a seguir. Aparte hoy hay muchos medios por Internet o por el teléfono desde donde uno puede sacar cosas. Antes nosotros veíamos algo y lo imaginábamos. Ahora usted agarra el teléfono, busca y la página de sogueros tiene todo. Lo más difícil es el preparado del cuero. De los años que tengo, no mucha gente soguera prepara bien. Se necesita aprender cuándo está el cuero, qué humedad necesita y cuándo está a punto para sobarlo. Por más explicación que tenga, uno lo tiene que ver.
-¿Está tratando de enseñarle esto a alguien?
-Me hubiera gustado de haberlo transmitido, que esto, que es tan nuestro, no se pierda. El gaucho se inició con esto, a caballo se hizo la patria y se necesitó el cuero y la soga. Ahora tengo un cliente en Balcarce que me invitó para dar clases a Río Colorado.