Por Matías Longoni
La “guerra de los cueros” parece eterna: comenzó en los años de la Dictadura Militar de 1976 y todavía hoy continúa, luego de atravesar varios gobiernos democráticos que no le pudieron -o no quisieron- encontrar nunca la vuelta.
La pelea la protagonizan por un lado la industria frigorífica y por el otro la industria curtidora. Va ganando ésta última, por afano. Los frigoríficos, a lo largo de los round, salen con la cara llena de dedos,
¿Por qué pelean? Bueno… los cueros son uno de los principales derivados de la faena de ganado bovino y parte importante del “recupero”, el conjunto de subproductos (junto a las menudencias y el sebo) con que los frigoríficos deben obtener rentabilidad, además de la venta de carne. Muchas veces el recupero es la forma de cobrar el servicio de faena: el matarife se lleva la carne y retribuye al frigorífico la faena con estos subproductos.
Los frigoríficos pretenden, en consecuencia, un precio razonable por los cueros crudos que venden a la industria curtidora. Por eso pelean. Por el precio. Pero las curtiembres en general les dan un par de cachetazos y se les ríen en la cara.
En esta larga pelea, los frigoríficos denuncian desde hace décadas que existe un régimen de protección para los curtidores, que con la excusa de agregar valor a esa materia prima les permite manejar el negocio de modo cartelizado: esto es, se juntan cuatro o cinco grandes curtiembres todas las semanas y definen cuánto dinero les van a pagar a quienes le venden el cuero. El régimen, que ha sido prorrogado por todos los gobiernos, se aplica más o menos así: el Gobierno aplica derechos de exportación a los cueros crudos o salados (primer estadio industrial del producto), que impiden la exportación y deja presos a los frigoríficos de venderla al mercado doméstico, donde funciona el supuesto cártel.
Sería solo una denuncia si no se verificara una histórica diferencia entre el valor de los cueros bovinos argentinos y los de Estados Unidos. Estos cuadros del Consorcio ABC muestran esta distorsión. Mientras allá un cuero se paga a 2,31 dólares por kilo (al 2 de junio) acá se paga a 0,62 dólares. ¿Qué, mi cuero no vale? La distorsión parece demasiado exagerada como para que se trate solo de problemas de calidad, como argumentan los curtidores, con la excusa de que aquí las vacas se pinchan los cueros con el alambre de púa (por favor, crean que eso contestan para explicar por qué tantos descuentos respecto del valor internacional).
Todo este introito para contarles que ahora ha comenzado un nuevo round de esta larga pelea, en la que los contendientes han comenzado a medirse con los primeros golpes. Los frigoríficos tuvieron un impensado interlocutor en el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etchevehere, quien días atrás en la reunión de la Mesa de las Carne con Mauricio Macri explicó con lujo de detalles cómo funcionar el negocio/ado de los curtidores. Macri tomó nota del reclamo y prometió respuestas para dentro de un par de meses.
Hoy en Agrovoz sale la que para este periodista es la primera respuesta de los curtidores a esta ofensiva. Una nota que, sin fuente precisa, indica que ese sector industrial dejaría de comprar cueros a los frigoríficos debido a la caída de sus negocios a nivel internacional. “¿Así que querés cobrar más? Entonces no te compro”.
“A tal punto ha llegado la situación que algunas curtiembres que operan en la provincia (por Córdoba) le han comunicado a las plantas de faena que a partir de este lunes no retirarán los cueros de los establecimientos industriales”, dice este artículo.
Esto recién empieza. Falta mucho rato para que suene la próxima campanada.