El gobierno libertario decidió eliminar el peso mínimo de faena vigente desde hace casi dos décadas, lo que fue festejado por muchos. Tanto productores como consignatarios de hacienda dijeron que había que dejar que se mandara a faena lo que cada uno creyera conveniente, en función de sus necesidades y estrategias productivas. Solo algunos sectores de la industria pusieron sus objeciones, pero no fueron escuchados.
Muchos dijeron que, con estímulos a la inversión, como la liberación de exportaciones, se iba a incrementar el kilaje de los animales que se vendían a los frigoríficos.
El consignatario Oscar Subarroca, lejos de pensar que se trata de una medida restrictiva, cree que el peso mínimo de faena puede funcionar como una exigencia que obligue a la cadena a no bajar la vara.

“El peso mínimo de faena debería seguir vigente y con un plan que lo vaya elevando a los 380/390 kilos. Fue un error eliminarlo”. Su voz resuena en el desierto donde la mayoría de sus colegas opina lo contrario.
“Esto tiene varias explicaciones”, dijo Subarroca sobre su posición. “La primera es que faenar ganado liviano significa que necesitemos niveles de extracción altos del rodeo. Cada año nos vamos quedando con menor caudal de vacas de cría y así vamos a seguir perjudicando al esquema productivo y al rodeo”.
Luego indicó: “Si faenáramos novillos de 380 kilos como mínimo, tendríamos la posibilidad de ir aumentando la oferta de carne para el consumo y la exportación (sin afectar el stock). Argentina debe levantar imperiosamente el peso mínimo de faena”.
Algo de eso está sucediendo de forma natural este año en parte porque la demanda exportadora pide más hacienda. Pero el principal factor tiene que ver con la alta oferta forrajera como consecuencia de las importantes lluvias y con la conveniente relación entre los precios del maíz y de la carne, que permite alargar los engordes a corral para agregar kilos a los animales.
En efecto, la cantidad de kilos por res faenada viene aumentado y este año el incremento sería de al menos 2%.
Pero esas condiciones climáticas y forrajeras no se dan todos los años. De hecho venimos de tres períodos de seca.
La medida del peso mínimo de faena se impuso cerca de 2007, cuando se comenzaron a limitar las exportaciones de carne . Desde entonces, en muchos años de sequía, donde los productores no tenían la posibilidad de recriar sus terneros, se una suerte de traba. Pero también en ciclos ganaderos buenos no constituyó ningún problema.

Pero a lo largo de la historia el peso mínimo se leía como un contrasentido: “Nos piden que engordemos y lleguemos a cierto mínimo y al mismo tiempo nos impiden exportar, para lo que hay que producir hacienda pesada”. Ese era el razonamiento, con mucha lógica, de los productores.
La cuestión es que ya no hay restricciones normativas a la exportación, el año pasado se alcanzaron niveles récord y este 20’25 también cerrará con volumen también alto de exportación a pesar de las dificultades que hay con China, de la caída de los precios en Europa y de los altos costos industriales de este año.
“Creo que una medida así podría incentivar a los productores a organizarse en un esquema que les permita llegar a kilajes más altos, pero se la debería ver como un estímulo y no como una restricción”, razonó Subarroca.




