Cuando ingresamos a los enormes invernaderos donde se producen las verduras de hoja de Vequa, en General Rodríguez, estaban en plena cosecha de rúcula.
No hay que imaginarse a nadie agachado sobre el surco, cortando planta por planta, para entender el proceso. Los cosechadores tiraban de unas cuerdas o empujaban con largos palos para acercar hacia ellos a cientos de plantas ubicadas sobre unas plataformas que flotaban sobre el agua. Luego tomaban uno por uno esos módulos y con suma facilidad los depositaban en un canal contiguo, donde también circulaba el agua. Desde allí, el trencito de rúculas navegaba directamente hacia la sala de empaque y en pocos minutos se armaban los paquetes, listos para salir al mercado.
Vequa es uno de los emprendimientos hidropónicos más ambiciosos de los que hay en Argentina. Lo armaron en 2018 dos agrónomos, Gustavo Marcos y Donald Mc Gillivray, que se cansaron de producir a cientos de kilómetros lechugas y otras hojas verdes para proveer a Buenos Aires. Se cansaron de renegar no solo de las distancias. También de las contingencias climáticas a las que está expuesta la producción convencional. Y a la dificultad creciente de conseguir mano de obra.
Luego de un concienzudo análisis de las diferentes opciones, el sistema que eligieron estos agrónomos para hacer hidroponia es diferente al tradicional del agua que circula por caños. Ellos montaron un invernadero con 12 mil metros cuadrados de piletas. No da para nada, apenas mojarse las patas. Tienen solo 24 centímetros de profundidad. Sobre esas piletas crecen robustas las verduras de hoja.
Mirá la entrevista con Gustavo Marcos_
En una visita de Bichos de Campo a ese novedoso establecimiento. inaugurado en 2018 y visitado en aquella ocasión por el ex presidente Mauricio Macri, Marcos nos mostró cómo es el sistema que utilizan con grandes ventajas respecto del convencional: las plantas se colocan sobre una plataforma flotante con agujeros (la densidad de estas perforaciones varían según el cultivo que vaya a realizarse). De ese modo, las raíces de cada planta quedan sumergidas en el agua, que se enriquece con los nutrientes exactos que necesitan para crecer. El agua no se cambia, pues es un circuito cerrado en el que circula.
Una lechuga tarda 70 días en crecer. Una rúcula menos, de 27 a 40 días dependiendo de la estación (en invierno le cuesta más, como a todos). No es que se logren tasas de crecimiento más rápidas que las de las verduras de hoja sembradas en la tierra, pero sí resulta todo mucho más práctico. Lo único tradicional es el arranque, con pequeños plantines que al adquirir un tamaño adecuado son trasplantados en las piletas.
En Aqua hacen varias lechugas diferentes, rúcula, espinaca, albahaca y la nueva promesa de las verduras de hoja, el kale. Las placas van avanzando en las enormes pilates al ritmo en que las plantas van creciendo. Arrancan desde el fondo más chiquitas y a medida que se acercan al frente del invernadero, por donde pasa el canal, van acercándose a su tamaño comercial. Por eso el final del proceso es muy sencillo: los paneles se acercan con una cuerda o con largos palos hasta el “cosechero”.
Como dijimos, nos tocó presenciar la cosecha de rúcula. Las planchas se colocan en el canal que las sube hasta la sala de empaque. ¿Qué proceso las esperará del otro lado? No hay gran misterio. Hay una rápida selección y las plantas de rúcula se envasan rápidamente dentro de una bolsa: la raíz queda dentro, las hojas relucientes se escapan para tentar a la clientela. De ese modo, se conservan frescas bastante más tiempo que las que se arrancan de la tierra.
La firma que produce las verduras Vequa se llama Aqua Float y ya está presente en varias cadenas de supermercados y verdulerías.
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