No, no tiene ninguna vinculación con los históricos consignatarios de hacienda: Carlos Sáenz Valiente se dedica a los tulipanes en su casa de Villa Alfredo Fortabat, Olavarría, donde vive y reside hace 53 años junto a su esposa Berta Leguizamón, quien, como el día de esta entrevista comenzó a llover, fue la encargada de la mayor tradición familiar: torta fritas con azúcar y con un agujerito en el medio “para que sean más livianas”. A veces, con un poco de suerte, en ese hogar también hay mermelada de ciruela y de cerezas que preparan con los frutos de los árboles del jardín, pero hoy no es el caso.
“Empecé en el año 1974/75 con unos poquitos tulipanes, delante de la casa; serían unos 100 bulbos, porque siempre me gustaron las plantas. Por año cada bulbo da entre 2 y 4 hijitos, los fui juntando y así fue que se extendió el cultivo de forma sostenida”, cuenta este hombre que nació en Laprida, Buenos Aires, en 1947 y fue obrero de la fábrica cementera Loma Negra durante 31 años.
“Es un trabajo delicado y grande: los planto en mayo, junio, pleno invierno, y florecen alrededor de agosto. Es una planta que dura poco en esta zona ya que el viento, el agua y las tormentas la desarman fácilmente”.
Sáez Valiente debe ser metódico para llevar a cabo esta tarea y, lejos de costarle, lo disfruta. Eso sí: en esto está solo porque su esposa Berta no tiene la paciencia necesaria para dedicarle tanto tiempo a estas flores, que requieren además mucha atención: “Una vez que pierde la floración hay que esperar que la planta de seque y se ponga amarilla; luego hay que recuperar los bulbos y limpiarlos muy bien”, detalla.
“Yo los pongo arriba de bolsas en el garage para que se sequen, luego los coloco en cajas de madera con arena y los mantengo ahí hasta el próximo invierno que los vuelvo a plantar”.
Con respecto a una posible comercialización de tulipanes, Sáenz Valiente dice: “Acá en la villa no se venden porque somos muy pocos, no más de 4.000 habitantes, pero sí viene gente a pedir y a me gusta dar porque es una forma de embellecer nuestro lugar”.
Y agrega: “Regalo muchos a los amigos porque en esencia yo los cultivo para mí y para mi entorno y no los corto sino que doy plantines porque lo que más me gusta es que se vea la floración en el jardín de frente y atrás de la casa”. Un dato: la mayor parte de los tulipanes son rojos, con apenas unos pocos amarillos. En una oportunidad se animó a cultivar los negros pero no prosperaron porque hubo problemas con los bulbos, que además eran muy pequeños.
“Esto podría llamarse solo un hobby pero para mí es mucho más, ya es parte de mi vida, al igual que las fresias, gladiolos, narcisos, rayitos de sol y marimonias que también cultivo porque mi jardín es mi lugar”, expresa Sáenz Valiente.
“Nací en Laprida y en 1969 vine con dos compañeros a Calera Avellaneda a trabajar y jugar al fútbol porque vinieron a verme jugar y me pidieron al club donde yo jugaba y vine, pero luego por circunstancias de la vida me fui a la Villa Alfredo Fortabat y entré a trabajar en Loma Negra y aquí comencé con todo esto”.
El especialista destaca que en cuanto al cultivo, el tulipán necesita tierra floja y además tener un compost para que la tierra respire bien y la planta no se asfixie, esto es clave para que prospere y hay que “estar muy atento”.
“Estas flores tienen su origen en los Países Bajos y en Argentina abundan en Trevelin, Chubut, pero acá la zona no hay viveros”, afirma. “Yo tengo varias zonas plantadas con unos 150 tulipanes cada una en la parte de delante de la casa y atrás no sé, es casi imposible contarlos con exactitud, aunque calculo serán cinco mil. Lo único que utilizo como insumo para la producción es pinocha, con eso basta. Y eso sí: es mucho el trabajo y duran como máximo un mes”.
Los tulipanes también han dejado huella en Natalia, la hija de este apasionado floricultor, ya que estuvieron en su vida desde que nación. “Tengo en la memoria a mi padre arrodillado trabajando con los bulbos y luego plantándolos en el jardín de casa, el rojo cubriendo todo a mi alrededor y esos pétalos suaves moviéndose con el viento”, recuerda.
“Hace poco me dijo que iba a pasarme todos sus conocimientos sobre los tulipanes para que yo siga la tradición familiar y la verdad es que me entusiasma mucho aprender ya que lo único que tengo en mi casa es una planta de albahaca, que no puede faltar en nuestra mesa, y además es una forma de conectarme con mi padre, mi familia y mis orígenes de otra manera”.