La producción de pavos requiere inversiones que no difieren mucho de las necesarias para criar pollos. Pero lo que más se destaca es el rendimiento: por cada kilogramo de pavo, el 60% es comestible, mientras que su competidor obtiene sólo un 42% de carne (conteniendo incluso más grasa). Aún así, la actividad, que se recluyó mayormente en pequeñas explotaciones familiares, está a un paso de desaparecer.
“Es complicado producir. Estamos con falta de genética y el INTA Pergamino es el único que la provee a los productores que quedan. Hay muy poco apoyo del Estado a esta producción y se sabe que el pavo brasileño, el Sadia, entra a precios irrisorios de dumping a la Argentina”, dijo a Bichos de Campo Jorge Herman, productor de pavos hace más de veinte años en Mercedes, provincia de Buenos Aires.
Aún teniendo que recorrer más de 5000 kilómetros y pasar por todos los eslabones de la cadena, es decir la producción, faena, frío, transporte, impuestos y comercialización, la pavita brasileña, gracias a la economía de escala, ingresa con un precio más barato que la producida en la Argentina. Hoy en día, el precio por kilo de la pavita se consigue en el país a $450.
Es por este motivo que Herman, en el establecimiento “La Rubia”, que comparte junto a su familia, decidió virar su estrategia y producir pavos “a campo”, de una forma semi intensiva y con cuidados muy específicos para centrarse sobre todo en la calidad del producto final.
“El pavo no tiene grasa, la calidad biológica proteica es superior a todas las otras carnes. Los costos para los productores son inferiores a los de la carne vacuna y está ahí nomas con la carne porcina. Si hubiera más difusión de la actividad, de la bondad de la carne de pavo, sin duda las escalas serian distintas”, aseguró el mercedino.
Los insumos son los mismos que para criar pollos: sólo difieren las cantidades. Maíz, pellet de soja, soja extrusada o núcleo conforman la dieta básica. Los mayores recaudos deben tomarse en los primeros estadios del pavo, donde es más susceptible a contraer enfermedades –especialmente afecciones como la difteroviruela- o incluso a ser lastimado por otros ejemplares.
“De acuerdo con el manejo se pueden dar situaciones de canibalismo. En las actividades intensivas es muy bravo. Se da en toda la avicultura, pero no se difunde. Por eso se despica a la ponedora”, contó el productor, que agregó que esto no ocurre con producciones a campo, donde las aves cuentan con un mayor espacio disponible.
El otro gran problema se da con los frigoríficos. Cada vez es más difícil encontrar establecimientos que ofrezcan servicios para la faena de pavos. Aunque el proceso sea el mismo, donde la única diferencia está en el tamaño de las perchas y norias en las que se traslada al animal, los frigoríficos no tienen interés en trabajar con escalas productivas reducidas
“Es una limitante y la hemos trabajado también con el INTA Pergamino. Es un tema también para el pequeño productor de corderos o lechones. No hay inversiones públicas o privadas para solucionar esta traba”, se lamentó Herman.