Roberto Bisang es Licenciado en Economía, docente e investigador en Economía Agraria, Innovación y Cambio Tecnológico, Desarrollo Económico y Bioeconomía. Fue Coordinador del Censo Nacional Agropecuario 2018 y asesor del Ministerio de Agricultura y del INTA. Su último libro se llama “Agroindustria: transformaciones recientes y su papel en el desarrollo argentino”.
Bichos de Campo quiso hablar con Bisang luego de escuchar que ese libro era de lectura imprescindible para poner entender el sector agropecuario argentino y sobre todo sus posibilidades reales de cooperar con el desarrollo argentino.
-Acabás de sacar un libro en coautoría. Me dijeorn que era “de lectura imprescindible” en el agro.
-Sí, con Martín Piñeiro, Ricardo Carciofi y Agustín Tejeda Rodríguez, tratando de contestarnos la siguiente pregunta: “¿Qué rol tuvo y puede llegar a tener el agro en el desarrollo argentino?” No mirar el agro hacia adentro, sino mirar el agro con la sociedad y como parte de una estructura productiva que está crujiendo, que en el pasado tenía una mirada y que en el futuro puede tener otra.
-Está buena la pregunta porque venís de estudiar todo el entramado de cadenas productivas, hiciste un laburo muy grande con eso y ahora la pregunta es: ¿Qué puede aportar ese entramado al desarrollo?
-Exactamente. Y qué aportaba en el pasado. Ojo que este dato del pasado no es menor, porque mucha gente que hace política pública en distintos partidos políticos sigue mirando al agro como al de los años ‘60, el cual era un agro que exportaba, la mitad carne y la otra mitad trigo y maíz. Y además el productor estaba anclado sobre la tierra y generalmente era el dueño. Ahora el 70% es alquilado. Entonces en aquella versión, cada vez que vos tocabas el tipo de cambio, para arriba o para abajo, o había un shock de precios internacionales, era renta pura. Y ahí venían las retenciones. Y además era un agro en el que vos movías los precios, y el sistema ganadero, que era aproximadamente la mitad del agro, tardaba 30 meses en hacerte un novillo pesado.
-¿O sea que no tenía capacidad de reacción inmediata?
-Y además, buena parte de la tecnología dependía de la sapiencia del que estaba arriba del campo. Había pocas semillas fiscalizadas, poca fertilización y escasa maquinización.
Mirá la entrevista con Roberto Bisang:
-Ese es el mundo de los años ’60 que ya cambió.
-Sí, cambió en el mundo real, pero no para mucha gente que piensa el campo cuando hace política pública general.
-Entonces ustedes se propusieron pensar a partir de esta nueva definición del campo, que aún debe ser conocida por muchos. Es pensar en desarrollo argentino. Seguramente, los que tienen la visión antigua dicen que con el aporte del agro, no alcanza para el desarrollo.
-Y el sector del otro lado, dice: “El agro es todo”. Entonces el diálogo se cortó ahí y no podemos avanzar.
-¿Y entonces dónde nos paramos?
-Primera cosa: cualquier proceso de desarrollo, básicamente es un cambio en la estructura productiva. Pensalo un poquito. A fin de dar respuesta a problemas de inclusión social, de empleo, de diseño de dónde está la actividad económica en el territorio, que está muy mal distribuida en Argentina.
-Le doy una vuelta de tuerca a ese concepto: en los últimos años hemos visto que hemos dado un montón de derechos sociales con una estructura productiva que no logra sostener ese aporte. De hecho, el gran debate es cuánta presión impositiva tenés sobre la estructura productiva y cuánta no.
-Porque mucha gente que hace el diseño de esa política supone que el campo es una alcancía social que no va a reaccionar produciendo menos, si le ponés más impuestos, y que tecnológicamente es amorfo. Entonces qué encontramos. Primero: que si no hay equilibrio macro, es muy difícil una política de desarrollo. O sea, hay que lograr variables macroeconómicas sensatas, partiendo del equilibrio fiscal. Y en éste, una parte importante de los aportes viene por las retenciones. Entonces, primero, necesitamos en cualquier modelo de desarrollo, ordenar fiscalmente y monetariamente las cuentas estatales.
-Esa es la lección que nos están dando los países vecinos: que son más ordenados y crecen aunque no son tan distintos de la Argentina.
-Fijate que vos podés hacer reducciones impositivas en distintos planos –no quiero repreguntas- y si no es consistente con la marcha de la economía, dos años después tenés que volver a ponerlas.
-No querés repreguntas para no pelearte con el macrismo, que tuvo que retroceder…
-Yo hago análisis de los números y de la situación. Entonces necesitás tener un sendero de incentivos de precios, a futuro, rebalanceando impuestos entre distintos instrumentos y distintos sectores, a fin de que sienten las bases para un desarrollo, para que el agro “ampliado” tenga otro rol. Que no sea el proveedor de alimentos baratos y de divisas abundantes, sino que sea una mezcla entre: generador de empleo directo e indirecto, equilibrador del ecosistema empresarial que tiene la Argentina.
-¿Qué quiere decir eso?
-Y mirá, vos tenés un gran peso de las empresas multinacionales, grupos económicos muy concentrados en sectores industriales y de servicios, que generalmente no invierten ni acumulan en el territorio local. Y necesitás empresarios del interior, anclados en un territorio distinto, porque los conurbanos son explosivos en todo el mundo, más en Argentina con estas circunstancias de ajuste. Y me falta una ficha analítica: el mundo que en los años ’50 o ’60 no demandaba alimentos, ahora demanda alimentos e invirtió la relación de precios. Cae el Bit de la computadora, en dólares, y suben en términos reales los alimentos, cada vez más sofisticados, bioenergías e insumos biológicos. Un industrialista te diría: apostemos a industrializar el agro, como uno de los nuevos motores de desarrollo, pero teniendo en claro que hay que mantener los equilibrios fiscales y la política tiene que jugar un rol central.
-Hay un sendero para crecer y desarrollarnos por acá. Eso está claro. No lo vas a poder hacer sin tranquilidad macroeconómica, que depende mucho de que vos mantengas un Estado sin grandes déficits, porque si no, volvemos todo para atrás. Y necesitamos políticos que sean capaces de ver. ¿Hice bien la síntesis?
-Sí, y necesitás dirigentes y empresarios que asuman también el riesgo de jugar en esas grandes ligas.
-Productores que se sientan parte de un “proyecto nacional”.
-Pero Matías no me estás diciendo nada nuevo de lo que escuchaba en los ’70. La diferencia está en que ahora, además de pensar en la metalmecánica, en el litio y eventualmente en las estribaciones de Vaca Muerta, tenemos la enorme posibilidad de generar un sector empresarial agroindustrial en base a grupos que están creciendo, cooperativas que se están ampliando y proveedores de insumos “AgTech” (tecnología digital aplicada a la agricultura) y demás, que son muy dinámicos en el medio de este caos.
-Vos decís: Esto es lo que hay que hacer. Pero yo veo que están todos pensando en cómo se salva cada uno, que se viene la hecatombe.
-La realidad es la única verdad ¿Te suena? La crisis lleva en ese sentido. Fijate vos que constantemente hay sesiones, guiños hacia el sector, pequeños avances, retrocesos y vuelta de avances, pero la realidad te está marcando que podemos volver al modelo de desarrollo industrial de los ’70. No vamos a volver a rearmar el Falcon en un 90 % de las piezas, no vamos a volver a tener el cordón automotriz metalmecánico, porque el mundo ha cambiado y menos, el electrónico. Si vamos en esa dirección, tratando de emular el pasado, aceleramos la máquina productiva, tenemos pocos dólares en el tanque y miramos por el espejo retrovisor…
-Nos estrolamos.
-Entonces alternativamente, lo que uno puede pensar es un modelo distinto donde, con una con una conformación tendencialmente sobre la agroindustria completa –no te olvides que somos agroindustriales, muy eficientes, en general, hasta la primera etapa de transformación-, de ahí para abajo, entre la mesa de los argentinos que pasa señales distorsivas de precios, restricciones internacionales y precios relativos mal puestos, nosotros no tenemos un desarrollo potente de la mitad de la tabla hasta el Hub (centro) de exportación. Dicho sea de paso: este nuevo planteo implica acumular en base al mercado internacional. Si seguimos pensando en que nuestra acumulación es proteger el mercado interno, tendremos garantizado, a lo sumo, un crecimiento vegetativo de la economía.
-Está claro que no van más estos modelos de sustitución de importaciones o desarrollistas o industrialistas. Tampoco sirve la réplica del sector, de la vieja nación agroexportadora que con eso alcanza y sobra. Entonces hay que liberar de impuestos y sacarle la pata de encima al campo.
-Usted me dijo campo y yo le retruqué y le dije: “Campo Extralarge”. Le preguntaron al gerente de ACER, que hacía computadoras en los ’80, dónde estaba la estrategia a futuro. Y él agarró un crayón y dibujó una sonrisa en la pizarra. Y dijo: “Nosotros estamos en la mitad de la sonrisa, donde hay valor agregado. Pero es muy riegoso. Yo prefiero estar en la primera mitad, que es diseño, innovación, porque ahí nadie me copia. Y en la otra mitad de la sonrisa -que es la llegada desde la segunda transformación industrial hasta el consumidor final-. Ahí hay mucha más renta”. Entonces, transportado ese concepto a la idea del agro, ya no hablamos del agro, hablamos de la industrialización completa de lo que sale de la fotosíntesis bien administrada.
-Pero viste que muchos productores reaccionan como si la panacea fuera sacarles el pie de encima a ellos. Pero eso tampoco va a funcionar.
-No, es una contradicción en sus propios términos. Hay gente que opina que si le sacás una cierta cantidad de distorsiones en precios relativos, sube la producción primaria, y tenemos excedentes exportables para financiar una industria de Tierra del Fuego, que es costosa y no aprende. Y replicamos el modelo. Y como esa estructura no genera ni la territorialización requerida, ni genera la cantidad de puestos de trabajo que lleguen a los conurbanos, entonces remachamos el tema con subsidios. Y no salimos de ese círculo.
-Y finalmente terminamos haciendo lo mismo.
-Fíjate que en Vaca Muerta puede ocurrir lo mismo, porque ahí tenés un enclave de exportación de un producto demandado internacionalmente como gas y petróleo, sin posteriores industrializaciones que te pueden solucionar el problema de balance de pago, para seguir financiando exportaciones de partes y piezas, cuya integración local no nos genera demasiado empleo.
-Finalmente es como generar mucho maíz o mucha soja.
-Exactamente. Por eso el maíz aplica casi la misma lógica de la sustitución. Necesitamos sumarle valor agregado al maíz y a los granos que no industrializamos. La pata dos de la segunda revolución verde, es la revolución de la “safrinha”. Y este maíz tardío te está dejando como resultado, dos tercios de la exportación de granos, sin elaborar. Por qué no pensamos en hacer sustitución de exportaciones de materia prima biológica y hacemos cracking interno del maíz, no del gas. O además de hacerlo del gas y del petróleo, hagamos cracking del grano de soja. Fijate Timbúes y la salida de Rosario: eso está cortado en biodiesel y en pellet. Pero ya había y hay proyectos sobre glicerina, glicerol, biojet y otras derivaciones. Bueno, son complejos oleofínicos que está planteando este medio americano o Alemania o incluso Brasil.
-En todo caso, nunca la materia prima sola, sino una paleta.
-No me digas biocombustibles, Matías, decime “complejos oleofínicos completos”.
-¿Pero cómo convencés a los políticos de que la complejidad es mucho más grande de la que ellos vislumbran?
-Yo creo que primero tiene que haber por el lado de los resultados sociales algún covencimiento de que ese es el camino, y desde ahí los políticos van a tener interés en promocionar este tipo de lógica. Visite el interior, que es muy variopinto.
-Y si visita una ciudad que además de tener agro alrededor, tenga una planta de maquinaria agrícola, una planta de biogás, y tenga otra dinámica económica, se va a sorprender.
-En términos de charla, como me tocó hacer el censo, yo pregunté cómo hacer el censo. Me dijeron: rastreás todo lo que hay en el campo. Está el pueblo, el cementerio y el campo. Yo les hice caso. Volví más tenso, más cansado y con un aprendizaje: ahora está el pueblo, el campo, un intermedio entre el pueblo y el campo –lo podés chequear en cualquiera de las ciudades medias o pueblos del interior, donde hay: planta de alimentos balanceados, clasificadora de granos, extrusora, gente que hace pollos, cerdos, etc…
-Hasta el agroecologista que está intentando su huerta se ubica sobre esa franja de periurbano…
-Exactamente, lo que podríamos llamar “Ruralia”. Eso, no le compete ni al Ministerio de la producción industrial ni al de agricultura. Eso es el gran cambio que uno observa en el interior. Esa es la Argentina que tiene posibilidad de crecer a futuro o uno de los motores más genuinos de crecimiento. Cuando vas por esos lugares siempre ves un dron o una AgTech que forma de ese ecosistema. Ese pedazo de la economía es más que el campo.
-Y socialmente ofrece resultados mucho más dignos que los que se ofrecen en otras alternativas.
-Me voy a anticipar a la pregunta: ¿Llega eso a Merlo o a Florencio Varela?
-Yo creo que sí, pero de mal modo, como sanción impositiva mal distribuida.
-Si vamos a un modelo de organización distinto, con más industrialización del campo, seguramente la política tenga que arbitrar un fenómeno que observamos ahora: los 20 o 40 kilómetros desde Rosario hacia el norte, demandan mano de obra. Y si vas a Las Parejas, mucho más. Y los 20 kilómetros hacia el sur, sobra mano de obra desocupada de 2 o 3 generaciones que no se pudieron insertar.
-Tienen la camiseta puesta que dice “Soy siderúrgico”, pero no tienen trabajo.
-Ahí es donde tiene que arbitrar la política, en el real sentido, los efectos, para que derrame correctamente, sin perjudicar las señales de precios y ganancias que movilizan el espíritu emprendedor que tiene este sector. Es de lo más dinámico que tenemos. Y por primera vez en la historia, una revolución técnica, “schumpeteriana” (por Joseph Alois Schumpeter) pasó por las Pampas. Nosotros estamos haciendo algunas AgTech y alguna agricultura de precisión a nivel internacional. Y estamos involucrados en algunas empresas de Bioma del suelo, de Manejo de enzimas, de Selección de reproductores usando Biotecnología de punta. Eso no pasó nunca en nuestra historia.
-Me quedo pensando ilusionado. Pero también pienso qué triste que nos pasara la revolución por delante de nosotros y nuestros políticos no se dieran cuenta.
-Nuestra dirigencia. Pero por lo menos la esperanza está. Y ahora el problema es de nuestra sociedad local. No es como en los ’70 en que no podías entrar en el contexto internacional y debías hacerlo a los codazos. Sino que es nuestra decisión de cómo manejamos el excedente de demanda internacional de carne, con la oferta que tenemos, la industrialización del cracking del maíz, el fortalecimiento de una veintena de cadenas agroindustriales que están subdesarrolladas.