En la localidad de San Justo, en el centro de la provincia de Santa Fe, se encuentra la granja porcina de Rubén Alcaraz. Maneja 250 madres y tiene un convenio con Choice Genetics por el cual reproduce esa genética para venderla en el país y en Bolivia. A las hembras de descarte y los machos los engorda para enviar a faena a un frigorífico de Rafaela.
Pero lo novedoso del establecimiento de Alcaraz es el manejo de efluentes que realiza. Empezó, como hacen muchos, acumulando el estiércol de los cerdos en cavas a cielo abierto, para luego esparcirlo con máquinas por las 400 hectáreas agrícolas que tiene en el campo. Y así lo hizo hasta que se dio cuenta de que llegaba a un cuello de botella: esparcir los 20 mil litros que se le generaban por día le empezó a resultar algo engorroso.
Con el correr del tiempo, Alcaraz comenzó un ‘disturbio ambiental’ el hecho de acumular grandes cantidades de efluentes en las cavas. “En una zona con una pluviometría de 1000 a 1200 mm anuales, la cava termina siendo una recolectora de agua mineral para contaminarse”, advirtió el productor.
Fue entonces que empezó a evaluar la posibilidad de compostar dichos efluentes, para obtener un sustrato nutritivo e inocuo. Vio que en países de Europa y aquí cerca en Brasil ya lo realizaban a gran escala. “Me contacté con la gente del Embrapa (que sería como el INTA de Brasil) y evalué sistemas de Francia, Alemania y Bélgica”, contó el emprendedor a Bichos de Campo.
Mirá la entrevista completa con este emprendedor:
Hacer compost no es ninguna ciencia. Se necesita el desecho orgánico y un sustrato con Carbono que lo absorba, que puede ser desde aserrín hasta rastrojos de gramíneas o cáscara de arroz. “En Europa usan mucho la paja de trigo y en Brasil la cáscara de arroz y el aserrín”, contó Alcaraz.
La clave, según su experiencia, para por evaporar lo más rápido posible el agua contenida en el efluente. La temperatura se genera sola allí dentro por la acción de las bacterias (hasta 70°C) y cuanto más radiación solar recibida más rápido será el proceso. “Es notable la diferencia de evaporación lograda en Latinoamérica versus Europa. Acá evaporamos más del doble por las condiciones ambientales de tantos días soleados”, destacó el productor.
Alcaraz armó todo el sistema en época de Guillermo Moreno, en donde poco se podía importar. Así que se dio maña para armar su propia máquina con las características que deseaba. “Con un herrero amigo empezamos a diseñar el sistema que consta de suelo y paredes de concreto, con techo de polietileno (para absorber luz) y un puente grúa que va tirando el estiercol y un rolo que lo mezcla”, contó.
En el proceso, Alcaraz utiliza tanto aserrín como cáscara de trigo como sustrato, ya que tiene un aserradero y un polo arrocero cerca del campo. De todos modos, no descarta que los productores puedan utilizar hasta rastrojos para ayudar a formar el compost.
Hoy convierte 15 mil litros de efluente líquido en 1 metro cúbico de compost orgánico. Este material posee 20% de materia orgánica y hasta 30% de Carbono. Tambien contiene 4 mil ppm de fósforo, azufre y un pH de 8 que funciona como mejorador de suelos. “Yo le veo gran uso para recuperar suelos degradados”, destacó Alcaraz.
Ahora está detrás de las chances de comercializar el producto, o mejor dicho el subproducto de las heces de sus animales. El Senasa en enero de 2019 reglamentó los compost de origen agropecuario y Alcaraz está viendo dónde se encuadra su material de origen animal, para en un futuro poder venderlo. Dice como argumento de venta que hasta se puede hacer trazabilidad, tanto del efluente como del sustrato vegetal utilizado.