“El mundo demanda carne, producen en pesos, pero, ¿por qué los argentinos pagan el kilo de asado como lo paga un chino, un francés o un alemán?”, indicó hoy el presidente Alberto Fernández sin advertir que, si tal hecho fuese cierto, Argentina se convertiría en cuestión de semanas en un país vegano.
Comparar la situación argentina con la europea es por demás ridículo, dado que el consumo de carne vacuna en la Unión Europea –que se paga, recordemos, en una divisa fuerte como el euro– constituye un alimento muy caro que forma parte de manera esporádica de la mesa familiar de las clases medias de las diferentes naciones del bloque comunitario.
Los cortes exportados a China son enviados con valores equivalentes a los presentes en el mercado argentino: el Chuck & Blade (integrado por cogote, aguja y paleta) destinado a la nación asiática se coloca actualmente en torno a los 4000 u$s/tonelada, unos 360 pesos argentinos a salida de frigorífico. Pero se trata de cortes, provenientes de vacas, que solamente pueden consumirse en guisos, algo que para los chinos está muy bien, pero para los argentinos en pleno verano, con 40ºC de temperatura a la sombra, puede constituir un auténtico problema gastrointestinal.
Si se compara la situación argentina con la presente en Uruguay, nación rioplatense que comparte el mismo acervo cultural, puede evidenciarse que en Montevideo el precio minorista de la carne vacuna cuesta el doble que en la ciudad de Buenos Aires. O, lo que es lo mismo, con la misma cantidad de pesos argentinos, en la capital uruguaya es posible comprar la mitad de carne que en Buenos Aires.
El asado de novillo, con un precio en supermercados de Montevideo de 339 pesos uruguayos el kilo, cotiza en equivalente pesos argentinos a 1040 $/kilo. El peceto (399 $/kg) tiene un valor equivalente de 1223 pesos argentinos/kg, mientras que la nalga (360 $/kg) se comercializa a un equivalente de 1104 pesos argentinos/kg.
Parte de la brecha se explica porque, a diferencia de lo que sucede en Uruguay, en la Argentina el consumidor interno es el principal cliente del sector cárnico y, por lo tanto, desde siempre se cuidó (es decir, se subsidió) el producto destinado al mercado local.
Pero la distancia actual entre ambos valores es tan profunda por el hecho de que el peso argentino, producto de una emisión monetaria descontrolada, carece de valor alguno y se ha transformado en un mero instrumento transaccional. Es decir: el valor interno de la carne vacuna, como el de todos los demás productos y servicios “pesificados” (incluyendo el trabajo), se destruyó por efecto de la inflación.
Los precios de la carne bovina presentes en Uruguay, que para los argentinos pueden parecer una “locura”, son los valores reales de ese producto.
Foto @kohn_federico