Tiene patas de perro, cola de perro, hocico de perro y además ladra como un perro. Pero las orejas son como las de un gato y entonces resulta que no sería un perro sino otra cosa. Por eso, solo por ese pequeño detalle, este animalito de Dios no tributaría como el resto de los perros.
Lo venimos contando, primero cuando trabajábamos en Clarín y más adelante desde Bichos de Campo, pero no logramos que ninguna autoridad nos brinde una explicación clara y mucho menos que se ponga freno a una operatoria comercial que, a juicio nuestro y de varios, constituye una competencia desleal y le cuesta algunos millones de dólares al Estado, que no recauda tanto como debería.
Se trata de la exportación de perros que en realidad no son perros, porque tienen una pequeña fracción -las orejas- que son de gato. Vamos a ponerle un nombre a este engendro. Lo llamaremos de ahora en más 99 /1, porque 99% es perro y 1% es gato, son esas las proporciones.
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Ahora, paulatinamente, vayamos reemplazando la palabra perro por “soja”. Los perros, en la Argentina, se pueden exportar solo si pagan retenciones que históricamente han sido de 35%, luego llegaron a bajar al 26% y ahora están cerca del 29%, por el efecto combinado de una retención tradicional fija del 18% del Valor FOB Oficial más un 11% aproximado de la neo-retención que se aplica desde septiembre pasado, y que implica poner 4 pesos más por dólar exportado.
Desde agosto, además, no existe diferencia entre exportar el perro sin procesar o el poroto de soja procesado, convertido luego en harina de perro o en aceite de perro, que son los subproductos de la molienda o “crushing” de canes. Ahora todo paga la misma alícuota, porque el gobierno de Mauricio Macri eliminó el histórico diferencial de 2,5% que actuaba como estímulo a la industria aceitera.
¿Y qué pasa cuando lo que se exporta no es perro sino este extraño animal con orejas de gato? Bien, a lo largo de los años, el famoso 99/1 pagó retenciones sensiblemente menores a las que tributara el perro hecho y derecho. Nadie sabe bien por qué sucedía esto, pero pasaba. Y vaya si pasaba delante de las narices de la Aduana. De hecho, sigue sucediendo.
La distorsión (o descuido, o maniobra) genera una diferencia muy favorable a los exportadores de perros con orejas de gato, que son muy pocos porque hay que ser muy audaz para exportar un perro que no sería perro a pesar de que 99% de su cuerpo responde a los parámetros de la especie canina. Pero aquí todo es tan relativo que ni Einstein podría explicarlo. Como sea, el negocio del 99/1 es tan lucrativo que parece vale la pena intentarlo.
Hay empresas en la Argentina, y no son chicas precisamente, que se dedican a ponerle orejas de gato a los perros, para así aprovechar los intersticios de la legislación tributaria vigente y ahorrarse varios miles de dólares en retenciones. Ese tipo de fábricas hicieron durante años varios experimentos: el más rentable de todos fue elaborar un “balanceado” que era 95% perro y 5% perdiz (95% de soja y 5% de maíz). Pero esa es otra historia. Ahora estamos hablando de 99/1 y de sus formidables aventuras.
Como ya dijimos, 99/1 no es perro aunque se parezca demasiado. En este caso está formado por 99% de aceite de soja y 1% de aceite de palma (o palmiste). Esas vendrían a ser las orejas de gato que lo convierten, maravillosamente, en otra cosa.
Desde hace años se exporta este perro/gato (o aceite de soja con orejas de palma) bajo un régimen de retenciones diferente al del aceite de soja a granel. Por ejemplo, el tributo no se aplica sobre el valor FOB Oficial determinado para los perros por la Secretaría de Agroindustria sino sobre un coeficiente tomado del precio declarado en cada exportación. Las formas de calcular las retenciones son diferentes, aunque el producto sea casi idéntico. La orejas cambian todo.
Veamos un ejemplo, a los valores vigentes. Un aceite de perro puro tiene un valor FOB Oficial de 636 dólares por tonelada. Como retenciones del 18% se tributan 114 dólares y hay que sumar 68 dólares más por el impacto de las neo-retenciones de 4 pesos por dólar, porque se trata de un commoditie. Esto da un total de 182 dólares o 28,6%. Es eso lo que debería recaudar la Aduana si el perro no tuviera orejas de gato.
Pero hay un par de empresas que le añadieron esas orejas y entonces el aceite de soja dejó de ser tal, ahora es otra cosa. En ese caso, y tomando los mismos 636 dólares de valor de exportación, el vendedor de 99/1 deberá pagar solo 97 dólares de retención común y habrá de sumarle 51 dólares por las neo-retenciones, que en este caso serán de 3 pesos por dólar, porque se exporta un perro con valor agregado. Pero además, por esa misma razón, recuperará 3 dólares en reintegros. Entonces el impacto total de los tributos aduaneros será en este caso de 145 dólares. Es el 22,7% de retenciones.
Es decir, el tipo que vende perros con orejas de gato tendrá casi 6 puntos menos de retenciones y se ahorra 37 dólares por tonelada respecto de quien exporta perros sin mezclar. Es ese mismo dinero el que deja de ingresar en las arcas del Estado. Un Estado tan necesitado de recursos que les cobra impuestos hasta a quienes exportan murciélagos.
Por supuesto que la exportación de 99/1 no es una ventanita abierta para todos: sería ridículo que la Aduana dejara pasar la exportación de perros con orejas de gatos en los grandes buques aceiteros que son cargados en las terminales ubicadas a las orillas del Río Paraná. ¿Pero qué sucede con las exportaciones a los países vecinos, que se realizan en camión y en cantidades mucho menores?
Según datos de la Aduana de Chile (aquí la AFIP ha dejado de informar las exportaciones e importaciones por producto y por destino), entre el 1° de enero y el 30 de septiembre pasado, por el paso aduanero Los Andes, en Mendoza, pasaron unas 200 cargas terrestres con cerca de 40.000 toneladas de 99/1, o de perros con orejas de gato, o de aceite de soja con una mínima fracción de aceite de palma.
En total, los envíos sumaron cerca de 30 millones de dólares y como pagaron retenciones sensiblemente menores a las que hubieran tributado los perros convencionales, el daño fiscal se podría estimar en cerca de unos 3 millones de dólares, sin contar la devolución de reintegros por 360 mil dólares a esos embarques terrestres de perro con orejas de gato. La mitad de los negocios fueron concretados por una importante aceitera de capitales nacionales, pero también hay alguna multi haciendo el experimento.
¿Y de dónde se sacan las orejas de gato para vestir estos perros? Bueno, es un misterio, porque en la Argentina no se produce ni una gota del aceite de palma tan necesaria para estos experimentos de cortar con 1% el perro. Se producen más bien lejos, en países como Tailandia. El INDEC, como pista, detectó que ese producto ha venido ingresando desde Paraguay (donde tampoco se produce palma). Entre 2016 y 2017 llegaron unas 225 toneladas de orejas felinas a valores cercanos a los 300 mil dólares.
Son cosas que suceden. Rarezas de la Naturaleza.