Andrés Méndez es un reconocido investigador del INTA Manfredi, en Córdoba, fanático de la tecnología en materia de mecanización agrícola. “Siempre la voy a defender, mientras sea para hacer bien las cosas”, aclaró.
Ante la pandemia por el coronavirus y la cuarentena que obligó a todos a quedarse en sus casas, y aunque el agro haya sido exceptuado, Méndez destacó que desde varias empresas de maquinaria le comentaron que la adopción de instrumentos tecnológicos para poder seguir las máquinas a distancia se multipliacaron. “Desde John Deere, por ejemplo, me decían que en el sistema de seguimiento de las cosechadoras que tienen se ha incrementado mucho la adopción este año. Era un desarrollo que esperaban hacer hasta en cinco años hasta su adopción generalizada”, mencionó.
Acá la charla virtual completa con el técnico cordobés:
Otra derivación extraña de la crisis del coronavirus, según Méndez, es que muchos se han puesto a filmar videos explicando cómo funcionan los nuevos equipamientos, y los comparten en Youtube. “Muchos productores y contratistas están subiendo sus experiencias en manejo de las máquinas, para sacarle mejor provecho. Estos tutoriales era común verlos en inglés, de los farmers norteamericanos. Pero acá es nuevo”, celebró.
Otro caso que destacó es la adopción de monitores de rendimiento, que es “una tecnología que se desarrolló en el 2005 y recién ahora con todo esto crece considerablemente en su utilización”, mencionó Méndez.
Ahora, si bien están en auge todas las Apps que permitan el seguimiento remoto y la obtención de datos precisos sobre las tareas tercerizadas, Méndez advirtió que la situación del contratista, que es aquel que compra generalmente las máquinas de mayor valor, sigue siendo “complicadísima”, ya que se les hace muy cuesta arriba amortizar los equipos. Este es un factor claramente económico que retrasa la adopción de tecnologías de última generación en el agro local.
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“Una cosechadora sale cerca de 850 mil dólares, sumado al costo del combustible y demás gastos de logística y herramientas que acompañan -tractores y tolvas-, el contratista que hace 1600 hectáreas al año no paga la máquina”, hizo números Méndez.
“Después está el tema del dólar, que no es menor”, indicó. Y explicó que “los contratistas cobran el trabajo en pesos y deben reparar las máquinas con repuestos dolarizados, pero la tremenda brecha cambiaria entre la divisa para la compra oficial o el blue, los pone en alerta”.
“Si el dólar oficial pasara al valor del blue, se funde el 30%” de los contratistas, sentenció el investigador del INTA, que relativizó el buen momento que algunos pintan sobre el mercado de maquinaria agrícola. “Muchos dirán que en Expoagro se vendió bien, pero hay que ver qué pasa ahora, si salieron esos créditos”, dudó el especialista.
Para Méndez, más allá de estos avatares, la robotización en materia de mecanización agrícola llegará para quedarse, sobre todo en materia de aplicación de fitosanitarios, por un tema de ahorro de insumos y necesidad de hacer amigables las aplicaciones en zonas periurbanas. “Ya vimos un equipo nacional en la Expoagro pasada”, recordó.
También destacó que el elevado precio en el país de las cosechadoras y tractores respecto a lo que cuestan en otros lugares del mundo (aquí resulta hasta el doble de caro que en Estados Unidos), también actuará actuará como un atenuante para la adopción de tecnologías novedosas.
“Creo que la adopción de la robotización es proporcional al precio de los equipos. Ahora bajaron un poco el precio de las máquinas y vemos que cayó el interés por los robots. Pero hay que tener en cuenta esta relación”, definió.