Dentro del éjido urbano de Luján, cerca de la catedral y a unos 70 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, aparece un pequeño invernadero de plástico blanco que bien podría confundirse en una primera mirada con los que ahora están comenzando a aparecer bastante y que se dedican a la hidroponia, que es la producción de vegetales directamente sobre el agua.
Pero Andrés García, el joven que armó ese módulo productivo junto a su pareja Cecilia Torres y sobre un pequeño lote cedido por unos amigos, le da una vuelta de tuerca y hace otra cosa que no es exactamente hidroponia.
Andrés es un emprendedor todo terreno. De chiquito le gustaba pescar. Y sospecha que quizás de allí derivó su pasión hacia la cría de peces. Hace unos años se puso a estudiar sobre acuicultura con el casi mítico Eduardo Catania, que tiene sus estanques en San Vicente.
La cosa es que Andrés y Cecilia pusieron manos a la obra y fueron más allá. Primero en escala pequeña y ahora en este nuevo módulo construido durante la pandemia crearon Agua Vida. Están convencido de que el que armaron con tanto esfuerzo es el primer establecimiento de acuaponia registrado del país.
Mirá la entrevista:
La acuicultura es la actividad de cría de peces. La hidroponia es la producción de vegetales sobre un sustrato de agua. Andrés define la acuaponia como “la fusión” de ambas actividades. Por eso dentro del módulo conviven las dos cosas. Ni bien se ingresa dentro hay una serie de estanques para los peces y un poco más allá aparecen las piletas para producir las verduras de hoja.
La superficie que ocupa Agua Vida no es muy grande, pero sí prolífica: todos los rincones están bien aprovechados. Dentro del invernadero primero uno encuentra seis enormes piletones para la cría de peces. Los diseñó el mismo Andrés junto a unos amigos que fabrican embarcaciones. Allí dentro crecen unas 1.600 tilapias de diferentes tamaños.
¿Qué son las tilapias? La eterna promesa de la acuicultura argentina, que nunca termina de despegar. Es un pez de carne blanca y sabrosa, que Brasil ya produce en grandes cantidades para exportar fundamentalmente a los Estados Unidos, el mercado más demandante de ese tipo de carne. Aquí esa especie apenas se consigue. Andrés consiguió los ejemplares para arrancar de otros criadores de la provincia de Buenos Aires.
Con una alimentación especial, las tilapias demoran aproximadamente un año en llegar a su peso comercial, que está entre 700 gramos y poco más de 1 kilo. Su velocidad de crecimiento tiene mucho que ver con la temperatura del agua, que en Luján obviamente (como el clima) se modifica bastante. Por eso el próximo paso de los chicos será montar unos paneles solares para poder calefaccionar cuando sea necesario.
Andrés ya va preparando el terreno para la venta del pescado fresco, que es uno de los atractivos de este emprendimiento. Pero mientras tanto, las tilapias van creciendo y cumplen una función clave para desarrollar el ciclo de la acuaponia: sus desechos orgánicos contienen los nutrientes que luego serán alimento de las lechugas y otras plantas producidas bajo hidroponia.
En Agua Viva el agua circula por un circuito cerrado y casi no hay pérdidas (lo que falta se repone con agua de lluvia): de los tanques de los peces pasa a las piletas de las verduras, previo filtrado. Luego las plantas toman a través de sus raíces sumergidas los nutrientes que necesitan para crecer.
Para producir las verduras, Andrés eligió el sistema de planchas agujereadas flotando. Parecen de telgopor pero son de un material algo más resistente. Se las facilitaron los del mega emprendimiento hidropónico Vequa, que se ubica cerca, en General Rodríguez.
Como en cualquier establecimiento hidropónico, las plantas toman nutrientes del agua con sus raíces. Pero a diferencia de los otros emprendimientos, en la acuaponia los nutrientes son generados por los peces y por lo tanto son orgánicos, No se agregan sales ni formulados especiales. Por eso Andrés piensa en certificar su proyecto como orgánico algún día.
Las lechugas de Agua Viva ya se venden en la zona de Luján con singular demanda. Hay rúcula también, pero la espinaca no prende fácil y resulta todavía un desafío. El que descolla es el berro del agua, que crece rapidísimo y vigoroso.
En la despedida, Andrés cuenta que en las próximas semanas iniciará la cursada de una maestría internacional sobre acuaponia. Lo puede hacer gracias a una carta de recomendación de las autoridades, pero él no cuenta con un título universitario que lo habilite. Todos los días trabaja jornada completa en una industria automotriz de esa zona.
Pero es un caso raro del emprendedor que enseña. Varios estudiantes de la UBA y otras universidades acuden a Luján a preguntarle cómo se hace esta cosa rara que es la acuaponia.