Hasta el momento, las pérdidas económicas generadas por las adversidades climáticas en los cultivos de trigo y cebada se calculan en torno a los 2500 millones de dólares. No se descarta que, de continuar presentándose heladas tardías intensas, esa cifra resulte aún más significativa.
Así lo señala un informe elaborado por técnicos de las áreas de Agricultura y Economía de CREA, quienes determinaron, a partir de un relevamiento realizado en las diferentes regiones agrícolas argentinas, que el rendimiento promedio del trigo a nivel nacional sería de 22,1 qq/ha, una cifra 27,7% menor a la estimada inicialmente. En el caso de la cebada, ese valor sería de 29,8 qq/ha, un 23,5% inferior al potencial del cultivo en condiciones normales. A su vez, la proyección de producción nacional 2022/23 de trigo es de 13,8 millones de toneladas y la de cebada de 3,9 millones de toneladas.
Las restricciones hídricas presentes en muchas regiones productivas, junto con las bajas temperaturas ocurridas durante las fases críticas de desarrollo de rendimientos, afectaron de manera notable la productividad de ambos cereales, los cuales representan una fuente de ingresos clave para la mayor parte de las empresas agrícolas argentinas. Si bien la afectación es generalizada en todas las zonas productoras del país, se destaca el gran impacto en las regiones del centro-norte de Buenos Aires, centro y sur de Santa Fe y el este de Córdoba.
“La falta de incentivos y señales claras al momento de la siembra de trigo generó este año una reducción del área de siembra, que muy probablemente se acentúe en 2023 en caso de que persistan las mismas circunstancias”, explicó Esteban Barelli, técnico del área de Economía de CREA.
Entre ambos cereales, se proyecta que, por las adversidades climáticas, quedaron en el camino al menos 6,57 millones de toneladas. “Este impacto productivo, económico y financiero proyectado de la cosecha fina 2022/23 es un desafío que deberán gestionar las empresas agropecuarias, dado que se suma al riesgo y a la incertidumbre propias de la macroeconomía y del contexto institucional local. Por esta razón, resulta imperioso contar con una evolución climática favorable para la presente cosecha gruesa que limite, en alguna medida, las pérdidas”, agregó Barelli.
Sin embargo, las restricciones hídricas no sólo afectaron a los granos finos, sino también a la nueva campaña de granos gruesos, dado que, debido a la falta de humedad, buena parte de las siembras programadas de maíz temprano no lograron concretarse.
Un relevamiento realizado por CREA muestra que los mayores retrasos de siembras de maíz temprano se registraron en la zona núcleo pampeana -clave para la conformación de la oferta total de ese producto a nivel nacional-, y en Entre Ríos (Litoral Sur), donde la producción del cereal temprano es esencial para abastecer la demanda de la importante industria avícola, presente en esa zona a partir de los meses de marzo y abril.
“En muchas zonas, el atraso de la siembra de maíz temprano promovió el pase de lotes a maíz tardío y también a soja. En este sentido, cabe esperar que surjan tensiones en relación al abastecimiento del cereal durante el segundo trimestre del año hasta que se produzca el ingreso, hacia mediados de año, de la cosecha de maíz tardío”, advirtió Matías Campos, técnico del área de Agricultura de CREA.
“Las pérdidas productivas y económicas, además de generar problemas serios, tanto a las empresas agrícolas como a las comunidades en las cuales éstas se desenvuelven, también impactarán a nivel nacional al proveer una menor disponibilidad de divisas para el año 2023”, concluyó Campos.
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