Uno de esos 9 hermanos que de chiquitos trabajaban en la chacra, en el interior de Misiones, salió “influencer”. Si es que así puede llamárselo, porque Diego Lima parece ser más bien simplemente un trabajador rural que, cuando puede, se filma con el celular para mostrarle a la comunidad digital qué es lo que hace.
Su sueño es, algún día, ir vivir con su mujer y sus dos hijos en la chacra, ahí donde trabaja a 20 kilómetros de su casa en Campo Grande, un pueblo muy chico del interior de Misiones. No es agrónomo ni especialista, es un laburante que aprendió de ordeñar vacas antes de ir a la escuela y que con sólo 33 años ya ha trabajado de albañil, repartidor y seguridad.
Como siempre se vuelve a las raíces, Diego eligió ser peón rural y armarse su propia quinta -o “rosado”, como le dicen en Misiones-. Sabía que eso le gustaba, pero lo que no se imaginaba era que también iba a ser tan popular en redes sociales. Tiene 14.000 seguidores en su cuenta de Instagram, 59.000 en Facebook y cientos de reproducciones en el canal de Youtube.
Pero que las interacciones y las cifras no nos engañen: No es un influencer tradicional y no se considera famoso ni nada por el estilo. “Lo de las redes es un hobbie. Lo mío es el trabajo en la chacra”, expresó en su charla con Bichos de Campo.
En realidad, no fue sencillo ubicarlo. Y no porque no conteste los mensajes o no le interese hablar, sino porque su agenda es bastante acotada. Todos los días, cuando regresa en moto desde el medio del campo, apenas le queda tiempo para vender algunos de los alimentos de su chacra, ver a su familia y editar los videos que grabó. Es autogestión pura, sin guión ni computadora y con lo único que tiene a mano, su celular.
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Esa impronta también se traduce a su contenido. Sin tantos cortes, ni planos extraordinarios, Diego pone en juego una comunicación más horizontal, en la que hace a su audiencia partícipe de la tarea que le tocó ese día. Por eso tampoco hay calendarios ni planes de contenido, eso que los influencers “profesionales” llevan como biblia bajo el brazo.
“Si mañana tengo que ir a plantar mandioca, entonces hago el video de eso”, señaló. Y así muestra cómo extrae miel, qué animal extraño se encontró en las tierras coloradas, cómo se cosecha la batata o qué tan avanzada va su huerta de sandías. Todo depende de lo que haya hecho ese día.
Para hablar en redes se necesita cierta sazón, un toque de picardía e ingenio. Está descontado que él lo tiene. Sin embargo, no fueron esas cualidades las que lo introdujeron en el mundo digital, sino, en realidad, su idea de mostrarle a sus hijos lo que él hace lejos de casa.
“La idea era que ellos aprendieran conmigo”, recordó, y como sus “gurises” no podían acompañarlo al campo todos los días, lo esperaban a la noche para ver los videos que les había grabado. La falta de almacenamiento en el celular lo obligaba, cada tanto, a borrar parte de ese material y, para no perderlo, Diego empezó a compartirlo en sus redes. Todo lo demás es lo que lo ha convertido en un influencer de la selva misionera.
“Decidí subirlos a las redes y cuando vi que la gente me pedía que publicara más lo empecé a hacer de forma constante”, explicó. Y, como si fuese el primer día, así se mantiene. No lo desvela monetizar el contenido ni vivir de eso, porque su pasión está en el campo y ya demasiadas otras preocupaciones tiene a diario.
No es que se oponga a los “chivos”, canjes o colaboraciones -si es que alguna vez llegan- pero no piensa resignar aquello que tanto esperó, que era volver a caminar el campo como cuando era chico.
“Siempre fui fanático del trabajo en la chacra”, expresó el creador de contenido. Tras varios problemas de salud que lo obligaron a moverse a Posadas y luego a Oberá, recién pudo dedicarse a eso cuando su papá, un pequeño productor de yerba mate, le prestó esa hectárea de campo.
Para llegar a fin de mes, no le alcanza con sólo vender mandioca, zapallos o batatas que se trae en moto desde su chacra, sino que también trabaja como peón en la plantación de su papá y en otras aledañas. Aunque hace de todo un poco, principalmente se dedica al cuidado de los yerbales, y también lo muestra en redes sociales
“Tenés que laburar, moverte y hacer de todo”, afirmó el joven trabajador. A veces, más allá de los costos o el clima, es el cuerpo el que le pasa factura, pero aún así nada de eso se ve en sus redes sociales. Razones para quejarse y estar cansado le sobran, pero delante de cámara elige transmitir energía y buena onda, mientras muestra su huerta, explica sobre siembra y cosecha, y da consejos para el manejo de cultivos.
Así logró formar una linda comunidad digital, en la que la audiencia también le devuelve esa buena onda y le da sus propios consejos. “Todos los días recibo mensajes de gente que agradece que le acerque la chacra a su casa”, señaló el influencer, que recién entonces entiende el impacto que tiene su hobbie, y lo importante que es poder continuarlo.