Un mayor precio de la soja al productor incrementa la indigencia en el corto plazo. Así lo asegura el trabajo “Exportaciones agropecuarias y pobreza en Argentina durante el período 1988/2019” realizado por Juan Cruz Fernández, integrante del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur (IIESS), dependiente de Universidad Nacional del Sur (UNS) y del Conicet.
“El precio de la soja funciona en esta investigación como un proxy del costo de las materias primas agropecuarias, las cuales determinan en gran medida el valor de la canasta básica alimentaria (CBA). El resultado sugiere que, al subir la soja, aumentan los alimentos y crece el nivel de indigencia”, indica el trabajo que fue la tesis presentada por Fernández el pasado 5 de septiembre para optar por el título de Magister en Economía Agraria y Administración Rural.
La tesis implementó un “Modelo Autorregresivo de Rezagos Distribuidos” (ARDL por su nombre en inglés) para estimar un total de 28 regresiones con la tasa de pobreza como variable dependiente y otras 28 con la tasa de indigencia como variable explicada.
“El segundo resultado significativo es que el valor de la cosecha de soja resultó ser incrementador de la pobreza en el largo plazo y de la indigencia en el corto. Esto podría estar asociado a momentos con un tipo de cambio competitivo que impulsa hacia arriba a los precios; sobre todo a los de la CBA, pero también a los de la CBT. Y, en la medida en que suben los precios, caen los salarios reales”, señala la tesis.
“Esto constituye una de las características distintivas –y, tal vez, una de las trampas– de la economía argentina: una suba del índice de tipo de cambio real multilateral (ITCRM) actúa como un incentivo para el sector más competitivo del país, el agropecuario pampeano, al revalorizar su producción exportable (que coincide con la canasta de consumo de la población, lo que se ha denominado “la mesa de los argentinos”). Y esto va de la mano con un incremento del número de indigentes, justamente por la elevada incidencia que tienen los precios de estos bienes en la canasta, sobre todo en la de los sectores de menores ingresos”, añade.
Sin embargo, el trabajo econométrico también detectó que un incremento de los precios internacionales de bienes agropecuarios podría colaborar con la reducción tanto de la pobreza como de la indigencia en el largo plazo. “Si bien este resultado no es robusto a la incorporación de variables de control, se le ha dedicado un análisis en esta tesis porque contradice la causalidad esperada”, argumenta Fernández.
“Fundado en evidencia estadística, se ha hipotetizado que la relación encontrada podría provenir del hecho de que mayores precios internacionales han posibilitado –a partir de un mayor ingreso de divisas al país– la aplicación de políticas redistributivas tales como subsidios a la energía, moratorias previsionales y programas de transferencias condicionadas que, con mayor o menor efectividad, habrían contribuido a reducir la pobreza y la indigencia, aunque eventualmente estas mismas medidas evidenciaron ciertas limitaciones para ser sostenibles en el tiempo al tensionar los equilibrios macro”, señala.
Así, una mejora en los precios internacionales de los commodities favorecería un descenso en la pobreza en el largo plazo, un efecto inverso al que se observa, en determinadas circunstancias, cuando aumenta – en moneda local– el valor de la cosecha de soja.
Tesis – Juan Cruz Fernández“Es decir que, de acuerdo a los resultados obtenidos y a los análisis realizados, una mayor disponibilidad de divisas y una mayor recaudación por aranceles a la exportación así como un incremento del nivel de actividad general colaborarían con una mejora de los indicadores sociales”, afirma el trabajo.
Fernández menciona que el desafío es “encontrar un equilibrio entre, por un lado, la demanda de alimentos del mercado interno, por otro, la necesidad de divisas para el funcionamiento del conjunto de la economía y, por último, la rentabilidad del sector agropecuario a fin de garantizar la sustentabilidad del modelo”.
“De lo analizado en esta investigación, se sugiere que el campo tiene un rol importante como generador de divisas y de recursos para el fisco, pero no evidenciaría similar capacidad para generar, por sí mismo, un nivel de actividad económica tal que colabore con la mejora de los indicadores sociales. Cuando otras ramas de la economía, como la manufacturera y la de servicios, o agentes, como el Estado, canalizan parte de los recursos generados por el agro hacia los sectores urbanos, que es adonde reside la mayor parte de la población argentina, sí se podrían generar las condiciones para que tengan lugar reducciones en los niveles de pobreza y, sobre todo, de indigencia”, sostiene el investigador.
De esta manera, Fernández indica que “uno de los desafíos que tiene la Argentina consiste en incrementar el ingreso de dólares a través de mayores exportaciones de cereales, carnes y oleaginosas a fin de, sin agotar la rentabilidad del sector, garantizar las divisas que requieren los sectores industrial y servicios para generar puestos laborales de calidad y los recursos de los que se sirve el Estado para sostener un sistema de bienestar social que permitan reducir los números de pobres e indigentes”.