Argentina pagará muy caro el hecho de no contar con una política agroindustrial porque sus principales competidores –EE.UU. y Brasil– sí cuentan con una.
En las últimas jornadas los precios de los futuros de aceite de soja en el mercado estadounidense CME Group (“Chicago”) subieron fuerte a causa del régimen de promoción de biocombustibles que instrumentará la administración de Donald Trump en los próximos dos años.
El mandato de uso obligatorio propuesto por la gestión de Trump es tan elevado que incluso sorprendió a los integrantes del agro estadounidense, quienes esperaban cifras mucho más acotadas: comprende para 2026 un volumen de 5610 millones de galones de biodiésel versus 3350 millones previstos para este año, mientras que para 2027 crecería a 5860 millones.
Como el biodiésel se elabora en EE.UU. mayormente con aceite de soja, se prevé un crecimiento sustancial de la molienda de poroto en ese país, además de muevas inversiones orientadas a expandir la capacidad de procesamiento de la oleaginosa.
Sin embargo, vale recordar que por cada tonelada de aceite de soja que produzca EE.UU., la contraparte de ese proceso será la obtención de cuatro toneladas de harina de soja, la mayor parte de las cuales, seguramente, se destinarán al mercado externo para competir con las colocaciones realizadas por la Argentina, país que es, por el momento, el mayor exportador mundial del producto.
Ese escenario se presenta en el marco de negociaciones bilaterales instrumentadas por el presidente Donald Trump con países que son grandes importadores de harina de soja argentina, como es el caso de Vietnam e Indonesia, los cuales están siendo presionados para adquirir una mayor cantidad de productos agroindustriales estadounidense y evitar así la aplicación de aranceles adicionales por parte de EE.UU.
Brasil –que el año pasado superó a la Argentina en capacidad de procesamiento de soja– no está tan comprometido como la Argentina ante el nuevo escenario porque emplea gran parte de su producción de harina de soja para abastecer a los sectores elaboradores de proteínas animales.
En el presente ciclo 2024/25, por ejemplo, el organismo oficial Conab espera que Brasil consuma internamente 19,5 millones de toneladas de harina de soja, mientras que exportaría 23,6 millones. La caída del precio de la harina de soja es una buena noticia para el sector avícola, porcino y lechero brasileño, porque los torna más competitivos.
En lo que respecta a la Argentina, para 2024/25 la Bolsa de Comercio de Rosario estima que procesará 41,5 millones de toneladas de soja para obtener 33,3 millones de toneladas de harina de soja, de las cuales serían exportadas 29,5 millones para usar internamente apenas 3,5 millones.
Como la Argentina no cuenta con un gran sector elaborador y exportador de proteínas animales –como sí tiene Brasil–, la caída del precio de la harina de soja impactará de manera directa en el agregado de valor de la cadena oleaginosa local y en la generación de divisas del país.