Primerísimo primer plano. Barba frondosa y ojos profundamente celestes. El rostro de Rodolfo Bebán encarnando Juan Moreyra es inolvidable. En especial para un Néstor Montalbano de 12 años que, aunque ya había visto muchas películas en las matinés del pueblo, ese día (aunque quizás no lo sepa del todo) deja la sala con una certeza: quiere hacer cine. Y tantas ganas tiene, que arranca ese mismo día.
“Me compré una TV Guía con la cara de Bebán y dibujé la película en papel de calcar; después volví al cine, grabé el sonido en casette y como tenía un Cinegraph la proyecté en la escuela. Apenas pude, me compré todo el atuendo de gaucho y cuando en verano iba a pasar las vacaciones a Morea, un pueblito donde mi tía tenía una casa, me ponía el traje y replicaba las actuaciones para mí solo, en el medio del campo”.
Néstor Montalbano (63) es un hombre de cine y televisión: dirigió, entre otros, “Cha cha cha” y “Todo por dos pesos” (programa por el cual en 2000 ganó un Martín Fierro), y un elemento que caracteriza toda su obra cinematográfica es la presencia de la ruralidad y “del pueblo”.
“Fue muy fuerte mi experiencia artística y ´panaderil´ en 9 de Julio (Buenos Aires); la panadería de mis viejos me dio la esencia de lo que soy a nivel artístico porque era un lugar muy especial, muy barrial, de pueblo, donde yo me hablaba con todo tipo de personas y eso me abrió mucho la cabeza”, explica. “Y siempre estuve muy ligado al campo, me gustan sus olores, sus sonidos, el pasto, la sombra, la tierra, los animales; todo eso me llega mucho”.
En mayo de este año Montalbano estrenó “Las Corredoras”, película protagonizada por Carola Reyna y Diego Capusotto, un melodrama con referencias al western, al thriller de Alfred Hitchcock y con algunos elementos de comedia. Y, sobre todo, es un homenaje al cine clásico de las décadas del 40 y 50, tanto argentino como estadounidense. Es por eso que resulta inevitable “ver” a Grace Kelly en el vestuario o a Zully Moreno y Juan Carlos Thorry en ciertos modos de actuación y cadencia de voz. Ah, y la música. La banda sonora es un maravilloso tema aparte. Hay que ir a ver la peli para experimentarla.
“Las Corredoras” es lo más actual, pero las películas de este realizador bonaerense empezaron hace mucho. Las “comerciales”, es decir, aquellas estrenadas formalmente en salas de cine, arrancan en 1998 con el thriller “Cómplices”. Pero las otras empiezan aún antes y en un formato que aún late en los corazones de muchos: en 1983 y en Súper 8. Lo primero fue una “publicidad” de un minuto para la panadería familiar usando la jardinera (carro a caballo) de su abuelo. Y como le salió bien, ahí nomás se largó a hacer su primer cortometraje. ¿Y qué fue? Un Juan Moreyra en versión nuevejuliense.
“Me llevé a todos los empleados de la panadería y a la hora en que estaba por empezar la siesta agarré el Torino de mi viejo y fui levantando vecinos por la calle. Les decía: ´Dale, che, venite a actuar en mi película que te doy un mes de pan gratis´ y así se fueron sumando”, recuerda entre risas. “Cuando me llegó el material (había que mandarlo a Alemania para revelarlo) proyecté el corto sobre una tela que puse en la cuadra de la panadería, vino todo el mundo y creo que ese día mi viejo entendió un poco más lo que hacía, sobre todo por el entusiasmo de la gente y los elogios que recibí. Hice muchos cortos en el pueblo recreando películas que me habían gustado de chico y estaba bien así, yo no quería venir a Buenos Aires”.
Pero al final tuvo que venir. ¿El motivo? Que los cortos le salieron tan bien que empezó a ganar premios en los festivales y uno de los jurados le insistió mucho (pero mucho) para que estudiara cine. Y le hizo caso, así que se anotó en lo que hoy es la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, dependiente del INCAA. “Yo tenía mucho oficio de filmar pero me faltaba la teoría cinematográfica, así que me vino muy bien”, describe.
En 1988 ganó el Premio Méliès de la embajada de Francia (en verdad lo ganó dos veces) y fue a París a perfeccionarse en técnicas de guion. La capacitación la realizó con la directora y guionista Joyce Sherman Buñuel (nuera del cineasta Luis Buñuel) y para Montalbano esa experiencia fue “un salto mental” que le permitió contar aún mejor sus historias. Pero aunque ya tenía experiencia internacional, nunca abandonó las historias locales.
“Yo me siento de pueblo y desde ahí escribo, no me inspira la gran ciudad, soy ese tipo que absorbió lo sensorial de vivir en un lugar chico y vinculado al campo; recuerdo a mis perros o estar tirado bajo un árbol soñando una película. A veces, cuando vuelvo a la panadería de 9 de Julio, entro y se me mueve todo, me renueva la pasión, me ayuda a enfocarme en lo que quiero en esos momentos en que a lo mejor me pierdo un poco”.
Otro factor importante de arraigo a su lugar de origen es que hace 47 años que está con su compañera Marcela Potente (también nuevejuliense, claro), que es coautora del guion de “Las Corredoras”, que se desarrolla en un entorno rural, mas precisamente en una estancia. “Recorrí mucho para encontrar una casa de campo para filmar porque los dueños suelen vivir afuera o están dedicados al turismo rural y porque además necesitaba elementos puntuales como una escalera y que tuviera dos pisos”, explica. “Finalmente filmamos en Uribelarrea, en la estancia donde nació el expresidente Carlos Pellegrini y en el pueblo y en el bar donde Leonardo Favio filmó Juan Moreyra, así que fue mágico encontrar ese lugar”.
-¿Qué quiso contar con “Las Corredoras”?
-Una historia que remitiera a la “época dorada” del cine argentino y de Hollywood, que nos transportara a un lugar lejano en el tiempo, sin celulares.
-Hace años que usted filma con Diego Capusotto, pero esta vez era una película distinta. ¿Cómo trabajaron la actuación?
-Nos conocemos mucho, y creo que esta película muestra otra faceta actoral de Diego; él tiene una impronta muy fuerte y trabajamos para encontrar elementos de su estilo. Muchas veces le pasaba audios de Zully Moreno y de Mecha Ortiz para encontrar el tono de la época.
-¿Tuvo apoyo del INCAA?
-Hubo un subsidio y el resto se realizó con aportes privados de la productora Aleph. Luego de verla muchos me dicen: “Oh, lo que debe haber costado esta película”, pero lo cierto es que tiene el mismo costo de una película independiente. Yo la filmé como cuando hacia las de Súper 8 donde todos ayudaban: mi hijo hizo la música, actúa parte de mi familia y hasta colaboramos en el vestuario, ya que Marcela aportó el vestido que usó cuando nos casamos.
-¿Cómo le fue con la crítica?
-Destacan que he logrado un lenguaje propio como director y me gusta que se reconozca, porque todo lo que he hecho fue en este sentido. Esta película se distingue por tener un registro muy personal y por rescatar cosas que el cine argentino ha perdido.
-¿Por ejemplo?
-“Las Corredoras” es una película popular que cuenta una historia con elementos del cine clásico, algo muy distinto al cine independiente de los últimos tiempos, donde a lo mejor con cámara fija se ve a dos personas tomando un café y charlando… y eso es todo.
-¿La gente qué dice de “Las Corredoras”?
-Todavía se sigue dando en el cine Gaumont y a sala llena, así que una vez por semana voy y me meto entre el público para saber qué reacciones genera. Por ahora, siempre hay un aplauso general al finalizar, así que eso me garantiza que cumplí mi objetivo: la historia gusta.