Muy pocas hectáreas son las que Argentina todavía dedica a la producción esparraguera. De las 2000 hectáreas que supieron cultivarse con esta planta, muy valorada en los mercados internacionales por cierto, hoy ese número no supera las 300. Y es detrás de un porcentaje de ellas que se encuentra la producción de Armando Castillo, quien continúa un proyecto que inició su padre hace 35 años.
Ubicada en el Valle de Uco, en la provincia de Mendoza, la finca que Castillo mantiene con su hijo Ezequiel posee unas seis hectáreas en producción, casi la misma superficie que el padre de Armando implantó en un inicio. Eso se debe a los embates económicos, que obligaron a los productores a achicarse en 2012, cuando llegaron a tener 24 hectáreas.
Y aunque eso parezca poca extensión, lo cierto es que para la producción de espárrago se considera una importante superficie, más aun teniendo en cuenta que la familia logró alcanzar un promedio de 16 toneladas por hectárea, un número que casi duplica los índices internacionales que rondan las 8 a 11 toneladas.
“Nosotros arrancamos con una empresa que nos proveyó la raíz para poder empezar a hacerlo. No hay semillas en el país, ellas se importan. Y esta empresa exportaba. Cuando ella se va, nosotros quedamos con una producción que incrementamos. Cuando llegamos a tener 24 hectáreas empezamos a exportar por cuenta propia, pero por condiciones del país se dejó de exportar. Nos achicamos en volumen y seguimos trabajando más que nada en el mercado interno”, contó Armando Castillo durante una visita que Bichos de Campo realizó a su finca.
Si bien la familia no tuvo otra alternativa más que tomar esa decisión, el mendocino todavía se lamenta porque afirma que hoy se podría vender un 100% más de lo que actualmente producen. La razón está en la alta demanda que poseen los países del hemisferio norte, que tienen una cultura de consumo más desarrollada para este producto, y que buscan oferta de mercados como el argentino que poseen stocks en contra estación.
Algo que distingue a la producción de los Castillo en particular es su manejo orgánico, que evidencia los años de formación que tuvieron con ingeniero agrónomo francés especializado en la producción de espárragos en todo el mundo.
“Teniamos una muy buena posibilidad de hacerlo, en primer lugar porque conservábamos las buenas prácticas agrícolas y fue una buena punta de negocio. Vino mucha gente de afuera a ver lo que hacíamos, como cultivábamos, la forma de procesarlo. Nosotros hacemos el plantin, el primer año se planta, el segundo año se cuida, al tercer año recién tenés un muestreo y al cuarto año la esparraguera tiene producción franca. Es una planta que demora en hacerse pero que si la cuidas, la podes tener en cosecha 25 años como fue nuestra experiencia”, indicó el productor.
Lo curioso de la producción de espárragos está en que la planta tiene en cuenta la temperatura del suelo para iniciar su producción.
“Según como venga la temperatura en el año, se despierta la planta y empieza a crecer. Este año, ahora que se habla tanto del cambio climático, hemos empezado más de diez días antes de lo normal. La época de cosecha para nosotros es la última semana de septiembre hasta medio de diciembre. Este año hemos empezado el 15 de septiembre. Cuando tiene las condiciones ideales de temperatura y humedad arranca”, explicó Castillo.
¿Y cuándo va a parar? De acuerdo al mendocino, “lo decidimos nosotros controlando el azúcar que tiene en la raíz”. Esto se debe a que si la planta se agota, puede verse afectada la producción del siguiente año.
Una vez que la cosecha finaliza, los espárragos deben ser llevados de inmediato al frío para evitar que sigan creciendo y que no entren en el empaque.
“Si lo tenés en dos grados, el espárrago deja de crecer. Pero si vos lo cortás, lo mojás y lo dejás sin meterlo al frío, automáticamente sigue creciendo. Es un producto vivo. La diferencia entre un espárrago de primera y segunda son horas en la tierra, que lo único que hace es empezar a abrir la cabeza y ya no tiene la estética que tiene como primera. El sabor y color es exactamente lo mismo”, señaló Castillo.
“Cuando hacíamos exportación, pasábamos hasta cuatro veces por día porque necesitábamos más volumen de primera que de segunda y de tercera. Aquí la temperatura nos permite hacer dos pasadas por día y el mercado interno no es tan exigente”, añadió.
Mirá la nota completa acá:
-Quizás en algún momento pensaron en abandonar al espárrago pero debe haber sido difícil habiendo sido los primeros en hacer orgánico, exportando con calidad.
-Sí, somos sobrevivientes, somos vascos, somos testarudos, seguimos con esto, venimos de rodillas, pero lo seguimos haciendo.
-Debe haber una secreta esperanza de que en algún momento funcione y esto explote
-Obviamente. Si alguna vez volvemos a tener condiciones de país, tenemos un tranco adelante. Ya tenemos la experiencia, sabemos cómo hacerlo y tenemos la posibilidad de empezar otra vez a vender nuestro producto en el exterior. Es el anhelo. Eso es lo que quiero dejarle a mi hijo.
-Y potencial tenemos para ser productores de espárragos importantes. Hay otros países como Perú que han descollado en la exportación.
-Perú el mayor productor del mundo. México también hace un montón. La gran diferencia nuestra es que estamos en contrastación. Nosotros en época de exportación hemos exportada hasta el 25 o 26 de diciembre. Tené en cuenta que cuando los gringos están con la nieve a la rodilla, nosotros llegamos con un espárrago fresco de de dos días de cosechado. Eso es top de línea. Bueno, todo eso nos perdemos por no poder exportar.
-¿Qué te gustaría que suceda con la historia del espárrago?
-Yo he visto y he podido gracias a esto conocer muchos lugares. He conocido a los clientes a los que nosotros les hemos mandado en Francia, en Estados Unidos, en Inglaterra, en un montón de lugares. Nosotros hemos tenido espárragos nuestros en España, en Italia, en Alemania. Cada mercado tiene su particularidad: unos lo quieren más grueso, otros lo quieren más finos, pero el color y el sabor que tiene el espárrago de esta zona, por la amplitud térmica que tenemos, lo hace distintivo. No lo digo yo, lo dicen quienes los han comprado y quiénes se quedaron con ganas de seguir comprando. Y no pueden entender afuera cómo nosotros no podemos seguir trabajando, cómo no podemos seguir produciendo, haciendo lo que hacemos, sabiendo que lo tenemos vendido. No tenemos techo pero estamos atados de pies y manos lamentablemente.