Cuenta José Garcés, a quien sus amigos llaman cariñosamente “El Paisa”, que cuando Charles Darwin pasó por la costa del sur bonaerense y reparó en sus enormes médanos blancos se detuvo en el lugar, intrigado de que no hubiera árboles ni especies leñosas. Y es que en rigor de verdad, los alrededores de Necochea, no tenían bosques ni nada por el estilo.
Fueron los primeros colonos europeos los que empezaron a implantar pequeños montes en el lugar, básicamente como fuente de leña y sombra. Después el Estado, a partir de gobierno de Domingo Faustino Sarmiento, comenzó a empujar a la forestación en la zona, aunque no siempre de manera consistente.
Por eso, por esa falta de cultura forestal, es curioso que Garcés, quien nació en San Cayetano, terminara tentado en estudiar esa especialización en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de La Plata. No solo eso, José volvió a su región y con el correr de los años se transformó en uno de los mayores especialistas en forestación que tiene este pujante sur bonerense y sobre todo en una especie muy apta para esa región, el eucaliptus globulus.
Ya hemos contado en Bichos de Campo, en dos notas previas, que aquí la forestación es una una suerte de “materia pendiente”, pues ha quedado medio trunco el principal proyecto de implantación de eucaliptus. Los montes están pero han crecido hasta cierto punto y ahí se detuvieron. La razón es que por las desinteligencias propias de la Argentina no funcionó luego una forestoindustria regional que pudiera absorber esa materia prima y agregarle valor.
Como asesor, Garcés es parte también de esta historia frustrante. Pero como especialista él no pierde las esperanzas y reafirma que esta zona tiene un potencial forestal impactante. Mirá la entrevista:
-¿Cuándo empezaste a ejercer como ingeniero forestal acá en tu zona?
-En el año 95- recuerda José.
Hya que remontarse en la historia. Por aquellos años, el gobierno de Carlos Menem impulsó la Ley 25.080 de Promoción de Bosques Cultivados, que fue lanzada en el gobierno de la Alianza y comenzó a aplicarse fuerte con el nuevo milenio. Ofrecía estabilidad fiscal para los grandes proyectos forestales y subsidios para apuntalar a los pequeños y medianos forestadores. Prometía ser un boom que colocara a la Argentina en la cima de los países forestales de la región, como Chile y Brasil. Pero algo falló y con el correr de los años (más de dos décadas después) el país sigue teniendo 1,2 millones de hectáreas de bosques no nativos. Un verdadero fiasco.
-Todavía, 25 años después, seguimos discutiendo lo mismo: tenemos un enorme potencial forestal y no lo aprovechamos.
-Sí, tal cual. Es así. En el año 98 se sanciona la ley, después se reglamenta en el 99. Es una ley que ayuda. En esta zona todos estos bosques fueron implantados bajo ese régimen de esa ley, inclusive con algún plan provincial y a través de la Dirección Forestal de la Provincia. Nosotros en nuestra cuenca podemos decir que aumentamos más o menos 6.000/6.500 hectáreas la superficie cultivada con eucaliptus globulus, que es la variedad estrella en nuestra zona.
-¿Es una de las tantas variedad de eucalipto que hay?
-En el mundo hay alrededor de 939 variedades diferentes de eucalipto y esta es una de ellas. El eucalipto globulus es excelente porque es un material blanco de por sí, con lo cual blanquearlo luego en la industria papelera, es muy barato. Además tiene una alta capacidad de conversión de tonelada de madera en tonelada de pulpa. Eso es muy bueno y se aprecia mucho a nivel mundial, porque el papel es de alta calidad, es un papel para impresión, es papel moneda, es un gran papel para todo tipo de industria.
-¿Entonces su gran destino es la industria de la pasta celulósica?
-Sí, es papelero 100%. Eso no quita que también tengamos tecnología, ya que es una madera extraordinaria y como todos los eucaliptus ofrece un diseño muy noble desde varios puntos de vista. Podría ser madera, o parquet para pisos, o para muebles, siempre con una tecnología adecuada.
-¿Y cuándo se descubrió que este globulus servía para esta zona?
-Viene de larga data eso. Cuando se traen las primeras colecciones de eucaliptos, se traen de diversas partes del mundo, pero en realidad lo fundamental es que se trajeron de Australia, de dónde son originarios, y del sur y norte de Tasmania. Se trajeron y se fueron probando. El primero que trajo una colección fue Sarmiento y a partir de ahí se desparramó por todo el país. Cuando nosotros llegamos acá y empezamos a trabajar en la actividad, toda la exportación que se empezó a hacer venía de cortinas de eucaliptus globulus plantado en la década del 40 y 50, porque cada monte, cada campo, tenía su entrada con la cortina típica de eucalipto, porque es muy noble, se le da muy bien esta zona y crece rápido.
-¿Crece rápido? ¿Tiene tasas de crecimiento que compiten con las de Misiones?
-La verdad es que nosotros tenemos tasa de crecimiento muy buena. Obviamente allá es muy bueno también, pero no hay globulus en Misiones. Nosotros estamos al mismo nivel que qué otros lugares del mundo. Y quizá si tuviéramos un poco más de desarrollo, si siguiéramos trabajando en la investigación y en el reconocimiento de nuevas variedades, podríamos mejorar y tener ese salto cuantitativo de pasar de tener 25 toneladas por hectárea por año, a tener 30 o 35 o 40 toneladas.
-¿Qué cosas requieren investigación?
-En realidad creo que es una suma de cosas. Lo primero sería obtener una buena calidad a través de mejoramientos. Eso mejoramiento los ha llevado adelante el INTA, pero es algo que va en función del mismo mercado.
-Vos contaste recién que en esta zona se hicieron varios miles de hectáreas con esta variedad. Evidentemente tiene un alto potencial. Pero el crecimiento forestal de esta zona se estancó. ¿Cómo se explica?
-Bueno, pasaron cosas. Nosotros tenemos una oferta limitada. Y esa oferta puede abastecer a una o dos empresas. Ahora se trabaja solamente para el mercado local. Nada se exporta. Este polo se creó para la exportación. La exportación no la tenemos por montón de razones.
-Yo te escucho y noto un gusto amargo. ¿Imaginaste otra cosa cuando todo empezaba?
-Claro. Esto es como un hijo, ¿viste? Uno lo cría pensando en tantas cosas y los hijos después hacen lo que quieren. Más o menos pasó lo mismo con la forestación. Uno planteó todo esto (señala hacia la masa boscosa) y lo ideó en función de un destino papelero. Por eso se implantó cerca del puerto exportación (en referencia al de Quequén).
-¿Se pensó en un modelo parecido al de Uruguay?
-Exacto. Cuando Uruguay arrancó, tenía el 10% de lo que tenía de superficie forestal la Argentina, o sea nada prácticamente. Y hoy tenemos prácticamente lo mismo de superficie forestal. Lo hicieron en diez años, y con un nivel de mejora genética muy bueno, con mucha investigación, mucha producción, mucha integración vertical entre compradores y vendedores.
-Para eso se necesita tener una pastera cerca, porque el gran problema actual de este polo forestal es que no hay industria y la madera debe trasladarse cientos de kilómetros.
-Eso es incompatible. Hoy la huella que estamos generando es fatal. Nosotros fuimos creando todo esto siempre pensamos en la exportación. La industria parece cuando tenemos un nivel de superficie forestal un poco mayor del que tenemos actualmente. Hoy estamos en 8.1000 hectáreas en un radio de 150 kilómetros a la redonda, que es la zona donde el eucaliptus globulus se adapta.
-¿Y qué potencial le ves a la zona? Imaginemos por un ratito que no estamos en la Argentina sino en Canadá y podemos soñar…
-Yo creo que esto ya no es potencial, esto es una realidad. O sea, acá uno ya sabe cuánto sale y cuánto rinde. Ya se ha hecho el trabajo de investigación y adaptación. Un productor local dijo hace muchos años que en todos los campos hay un 7% de superficie sub-utilizada o mal utilizada, que no sirve para la agricultura y podría ser dedicada a la forestación. Entonces el potencial es enorme.
Una lastina que se extingan los talares bonarenses, con toda su biodiversidad, que se planten otras especies exoticas pero logremos que las especies nativas no desaparezcan y saqueimos las plagas, la acacia negra, ligustro, mora, alamos, etc