El gobierno de Javier Milei sorprendió este martes al anunciar una nueva -aunque modesta- rebaja de las retenciones a los granos y sus derivados, de entre 1 y 2 puntos según el cultivo. El costo fiscal de la medida, a primera vista, no será tan elevado como la ganancia política que obtendría el presidente libertario. De hecho, este anuncio le permite reforzar una alianza tácita con al menos una gran porción de la comunidad agropecuaria, mientras mantiene al mismo tiempo una elevada presión fiscal sobre el sector que más dólares aporta a la economía.
Porque hay que decirlo: es cierto que cada cargamento de soja dejará ahora 24%, el menor porcentaje en 19 años, como bien marcó la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), pero todavía hay uno de cada cuatro camiones cosechados que va a parar a la política y se le quita a los productores, sus verdaderos dueños. El afano sigue siendo visible y provoca mucho daño.
Aún así, nadie esperaba ni reclamaba esta medida concreta en las últimas horas. Sí había habido en los brindis de fin de año de las diversas cámaras del sector, obvias referencias al reclamo histórico más relevante del agro. ¡Como obviarlo si desde 2002 este saqueo a los productores transfirió más de 200.000 millones de dólares a los sucesivos gobiernos y puso un techo concreto a las chances de crecimiento! Pero nadie hablaba en esos cócteles de porcentajes o fechas concretas. Más bien se pedía un cronograma de rebajas paulatinas a partir de 2026.
Por eso la sorpresa ante el anuncio fue grata: La mayoría de los dirigentes saludaron que fuera el gobierno por las suyas, sin presiones y mucho menos protestas chacareras, quien moviera el avispero y recordara que las retenciones son una enorme piedra en el zapato del desarrollo.
De allí que la primera lectura política fuera que Milei y su gabinete creen en serio que las retenciones deben ir reduciéndose gradualmente porque son un impuesto distorsivo que lesiona los intereses nacionales. Muchos confían realmente en que seguirán reduciéndose en la medida en que las condiciones macroeconómicas así lo permitan, como dicen los funcionarios.
Eso es todo ganancia para Milei: Existe un núcleo duro de productores y empresas agrícolas que confían en esta promesa de bajas paulatinas de los Derechos de Exportación (DEX), aún cuando nadie tenga certezas. Este anuncio, en rigor, no altera demasiado los números del productor porque las rebajas son bastante modestas, por no decir pijoteras. Pero estiran esta alianza tácita más allá de las fiestas de fin de año, hasta por lo menos la próxima cosecha de granos grueso, el próximo otoño.
¿Por qué, si no había presiones intensas, se tomó esta decisión ahora? Hay una dosis de habilidad política detrás de la medida, sin duda.
Vale recordar que las supuestas intenciones del gobierno para eliminar el tributo habían quedado lesionadas, cuando el propio Poder Ejecutivo “regaló” a los exportadores una quinta parte de la recaudación de retenciones proyectada para 2026 en aquel operativo de fines de septiembre (la falsa eliminación del tributo que duró 48 horas) que le permitió obtener 7.000 millones de divisas a cambio de ceder 1.500 millones de dólares de DEX. Aunque luego algo derramó hacia la producción, fue casi nada.
Mucho chacarero pensó entonces que era falsa la solidaridad del gobierno para con ellos, y que las retenciones solo se movían en función de las necesidades del propio Ejecutivo y nunca por las de ellos. Y algo de razón tenían, por no decir mucha. En el primer semestre de 2025, cuando Toto Caputo bajó “temporalmente” un 20% este tributo, una reducción que luego se transformaría en “permanente”, también lo hizo con la intención de conseguir más rápidamente las divisas del sector.
La desconfianza de algunos actores del agro también había comenzado a reverdecer cuando en las últimas semanas el equipo económico anunció la eliminación de retenciones a la minería y al sector petrolero. O cuando se anticipaba una reforma fiscal que no decía nada de este peaje a la exportación, el tributo más distorsivo de todos.
Ahora, con estas reducciones “homeopáticas” de los DEX agrícolas, el gobierno de Milei vuelve a dar señales de que el productor también le importa y será parte de la quita de presión fiscal. Ese es el principal mensaje. El que valoran los dirigentes de todo el arco agropecuario.
La trampa es que hay un segundo metamensaje: será el gobierno y nadie más el que decida cuándo, cuánto y cómo se reducirán las retenciones.
Es decir que Milei considera que son un mal impuesto que debe ser eliminado, pero se reserva todo el poder de decisión para hacerlo según -una vez más- la conveniencia de su propio gobierno y no en función del reclamo genuino de los productores.
Vale recordar que en el Congreso se está discutiendo le Ley de Leyes, el presupuesto para 2026, y que allí no se establecerá ninguna estrategia formal en materia de reducción de los DEX, como debería suceder. Es decir que no habrá un cronograma de reducción paulatina de ese tributo hacia su desaparición, como reclama el sector, consagrado por ley del Congreso.
Vale recordar que el propio oficialismo abortó, a mitad de año, el intento de la Comisión de Agricultura en Diputados para establecer una rebaja de 5 puntos en las retenciones agrícolas a partir de 2026. Eso no solo hubiera significado un sendero claro, sino básicamente el reconocimiento de que debe ser el Congreso el que fije los niveles de presión fiscal.
Milei, con esta rebaja modesta de retenciones, vuelve a ganar tiempo en este debate de fondo. Convence a los productores de que está de su lado, pero al mismo tiempo vuelve a arrogarse funciones que no le corresponden al Ejecutivo.






Tienen que besarle los pies a Milei y rogarle a todos los santos que no vuelvan los peronchos. Se lo pasan tirandole mierda y el día que no este lo van a ir a buscar para que vuelva en andas.