“Oxigenar la cabeza me hace bien. Gran parte del deporte que hago es por eso, y por eso se lo recomiendo a cualquiera, tengo que estar bien físicamente para estar bien mentalmente”, contaba Tomás “Tomi” Gortari durante el capítulo 52 de El Podcast de tu Vida que grabamos allá por julio de 2022 para adentrarnos en su historia de vida, su extraño camino para llegar a ocuparse del tambo familiar. Es que no fue su primera elección de vida, pero un tiempo viviendo en Nueva Zelanda y un trabajo fortuito en un tambo (antes había trabajado de albañil, pintando calles y plantando pinos) lo enamoraron del asunto. También hablamos de cómo pasó del rugby a ser triatleta.
Nació en Buenos Aires el 12 de enero de 1976, tiene cuatro hijos (Abril, Lola, Tomi y Esmeralda), actualmente dirige el tambo familiar en la zona de Henderson, Buenos Aires.
La historia familiar con los tambos (antes hacían ganadería) la empezó su padre cuando Tomi era adolescente, pero él trabajó por primera vez en un tambo a los 25 años en Nueva Zelanda, donde estuvo viviendo dos años. Luego se volvió, trabajó un tiempo para otra empresa lechera de Venado Tuerto (AdecoAgro) y desde hace una década volvió para dirigir la empresa familiar. Es el único de los siete hermanos que trabaja en la empresa.
“Para mí, hoy, el campo es mi trabajo, y tengo la suerte que me apasiona lo que hago, todos los días agradezco poder dedicarme a algo que me gusta”, cuenta.
Además, repasamos su historia y su pasión por el deporte. El rugby primero, en su adolescencia y juventud, y luego de unas lesiones, ya más grande, cuando empezó con el running y terminó siendo un Ironman, un triatlón donde nadan 3,8 kilómetros, pedalean 180 y corren 42.
En 2024 tuvo un año complicado, porque en mayo tuvo 22 días de fiebre por una infección, después tuvo dengue, se fue un tercio del año sin poder andar. Pero se vienen buenos desafíos: el medio IronMan de Buenos Aires (3 de noviembre), después los 100 kilómetros en bici por los Siete Lagos en San Martín de los Andes, el medio IronMan de Pucon, Punta del Este ,y luego a Texas a un IronMan entero. Pasen y escuchen esta linda historia.
-Siempre me gusta saber de los recuerdos, los primeros recuerdos que tenés del campo, cuando eras chico, ¿Qué hacían? ¿Olores? Sabores… ¡Siete hermanos! Lío seguro hacían…
-Lo que me quedó grabado son las salidas a trabajar a caballo. Era un campo de invernada. Y había tres campos juntos en la zona y por ahí te tocaba llevar la hacienda de un campo a otro, o recorrer, cambiar novillos de parcela. Siempre era muy divertido. Nos pasábamos de diciembre a marzo en el campo. A veces nos llevaba al mar, pero no mucho, porque a nosotros nos encantaba. Y si no había nada para hacer, hacíamos travesuras, armábamos gomeras con palos, los ruleros de mi vieja con globos. Hacíamos guerra en el galpón de estiva.
-¿Y en ese momento te imaginabas haciendo algo rural, de campo? Por que el resto de tus hermanos hicieron otra cosa…
-No. No me imaginaba. Siento que muchas cosas en la vida se me dan por casualidad o no sé por qué. Yo jugaba al rugby, hasta grande. En ese momento vivía en Buenos Aires, estudiaba y trabajaba. Y me rompí la rodilla y venía para largo: operación, muletas, seis meses… En el interín me ofrecen un trabajo con unos neozelandeses que venían a jugar, para acompañarlos como traductor. Y terminé con muy buena amistad. Incluso uno se metió en problemas y terminé acompañándolo en una comisaría cuatro días. Un gesto que valió que después me invitaran a Nueva Zelanda. Justo era fines de 2001, y todo lo que estaba pasando en Argentina. Me terminé yendo en enero de 2002. La idea era irme por dos meses y me terminé quedando dos años. Estando allá me consiguieron trabajo, casas, auto. Fue una experiencia espectacular. La que más me marcó en la vida.
-Lo que quería saber es si tenías otro plan para tu carrera, porque el campo, evidentemente, no era tu plan A… ¿Era el rugby?
-No, yo eran un jugador del montón. Tenía huevos nada más. Y realmente siempre estaba pensando qué hacer. No había nada que me llenara y cuando me fui para Nueva Zelanda encontré lo que me gustó. Pero insisto que fue la vida misma. Señales. Porque por ahí si el neozelandés no se hubiera metido en problemas, terminaba el viaje y se iban. Chau. Realmente se fueron dando muchas cosas.
-¿Y qué aprendiste de ese viaje y esa estadía?
-Era una época en la que no había ni whatsapp, ni nada de lo de hoy. Y una diferencia horaria de 18 horas. Era casi imposible comunicarte. Aprendés a arreglártela por vos mismo. Ya no sos el hijo o el hermano o el sobrino de… Que en el pueblo todos te conocen. Allá laburás o no comés. Mi primer trabajo fue de albañil, el segundo fue pintar calles y el tercero fue en forestación. Y me acuerdo que ese último fue el más duro que hice, era plantar pinos. Y en un momento se trabó la entrada de pinos al país y yo cobraba por pino. Yo iba al supermercado y para mí un yogurt valía 10 pinos. Era así la cosa. Entonces empecé a cobrar el mínimo y entonces dije, me tengo que ir. Yo me había ido con mi mujer y una hija. Y estando allá tuve otra hija. Tenía que darles de comer. Y me salió justo un trabajo en un tambo, tomé el trabajo y estuve un año y medio ahí. Casi sin querer. ¡Aprendí a hacer todo allá! Me encantó. Y allá hacés cosas que no hacés acá. Porque hay una retribución por tu trabajo. Porque vos hagas lo que hagas vivís bien. por ahí no con lujos, pero te alcanza.
-¿Y dónde vivías?
-Vivía en Wellington y cuando me mudé al campo dejé de jugar al rugby allá. Vivíamos en un pueblito a 80 kilómetros.
-¿Parecido a qué lugar de acá?
-Te diría que toda Nueva Zelanda es parecida al sur nuestro. No ves a 100 metros porque tenés una montaña adelante. Teníamos la playa a 200 metros de la casa y el tambo a 1 kilómetro. Todos los días vas a ordeñar a las 3 de la mañana y después a las 5 de la tarde se acababa el día. Ahí terminaba roto, pero disfrutaba de eso.
-Allá jugaste al rugby, me decías…
-Si, en un equipo de samoanos. Me partían al medio… (risas). Yo encima venía de una operación. Había bajado como 14 kilos. Me acuerdo que me tiraba con toda la fuerza y me arrastraban como loco.
-¿De qué jugabas?
-De ala. De número 6 o 7. Me gustaba, era duro, pero lo disfrutaba.
-¿Del tambo allá al tambo acá? Cuando volviste. ¿Qué diferencias viste?
-Partiendo de la base de que en Nueva Zelanda el que ordeñaba conmigo era el dueño. Eso ya marca una diferencia. Te da la sensación de que ellos tienen todo solucionado. El único mensaje es “vos trabajá, que del resto nos ocupamos nosotros”. La educación, las rutas, la salud. Todo anda bien. lo que vos tenés que hacer es producir. Y acá ese ímpetu me duró una semana… Yo llegué y dije: “si consigo cualquier producto a mejor precio gano más dinero que yendo a ordeñar”. Pude replicar muy poco de lo que había allá. Además, si bien éramos pastoriles en ese momento ya estábamos en la tendencia a confinar un poco. Me enseñó a trabajar, a vivir lo que es un tambo. Está bueno, cuando dirigís algo, haberlo hecho antes. Haber pasado por la experiencia. Y allá hacés de todo. Había un programa que una vez por semana te llevaban a otro campo y hacías experiencia en alambrar, manejar un tractor, racionar, guachera. Y al cabo de un año eras un tambero certificado. Aprendí un montón. Cuando llegué me sentía preparado.
-Y cuando llegaste y dijiste, “quiero meterme en el tambo”, ¿Quién estaba a cargo? ¿Estaba tu viejo?
-Mi viejo vivía en Buenos Aires, pero mi viejo viajaba cada 15 días al campo. Cuando llegué me acompañó mucho. Él contento de que alguien de la familia se quería meter. Son producciones muy intensivas y era bueno que alguien de confianza esté. Pero yo necesitaba seguir capacitándome más en la gestión. Ahí es donde decidí ir a AdecoAgro, que es un monstruo, es la mejor en Argentina. Estuve cinco años, y me vine a ocuparme del campo familiar.
-¿Creés que eso de que hayas sido el único de los hermanos que terminó en el tambo. incluso que ni fue tu primera opción, haya sido por el momento malo que atravesaba el campo en aquellos tiempos que ustedes eran chicos?
-Te diría que no. Porque cuando éramos chicos no teníamos tambo. Era invernada. Yo tenía 15 años cuando arrancó el tambo. Y yo tenía una vida muy de rugby, amigos, colegio, no pensaba en el campo… no pensaba irme al campo. Hasta que la vida te golpea un poquito y sentís que algo tenías que hacer. Ojo, yo siempre laburé. Desde quinto año.
-Bueno, ahora sí, vamos a hablar de triatlón, Ironman… ¿Cuándo empezaste con el triatlón?
-Yo dejé de jugar rugby en 2011. Ahí ya estaba viviendo en Venado Tuerto, laburando para AdecoAgro. Jugué en Venado. Ahí me terminé de romper. Tercera rotura. Hasta ahí llegué. Pero seguía haciendo algo de ejercicio. Salía a correr. Una vez, en 2017, un cuñado me dijo que había una carrera en Uruguay. De 10 kilómetros. Y me animé. Yo corría 5. Llegué muerto. Pero ahí arranqué. Empecé a entrenar con un entrenador en Pahuajó y corrí 21 km. En un mes había una de 42 k. Me dijo, “descansá diez días y probá correr 30 km, si llegás, le metemos”. Y los corrí. Y yo me aburro en seguida. Quería más. Corrí otra maratón. Y me anoté en un medio Ironman. En Bariloche. Corrí y la pasé muy bien… Me anoté en otro medio y me anoté en un Ironman completo. En Mar del Plata, con viento, mar picado. Me tocó un día tremendo. Fue un esfuerzo sobrehumano.
-Encima arráncás nadando…
-Si, arrancás con 3,8 kilómetros de nado, salís de ahí, te subís a la bici, que son 180 kilómetros y te bajás y corrés los 42 kilómetros… Cada carrera que voy haciendo voy aprendiendo. El último que corrí (N de la R: la charla fue en 2022) en Brasil la pasé bastante bien pero terminé con 20 minutos más de lo que me había planificado. ¡Ya me quiero anotar en otro! Cometí errores que puedo mejorar…
-Cuando vos decías errores, ¿Cuáles son los errores en un Ironman?
-El medio te permite errores de comida y nutrición. Tomás más o menos agua o comes mal en la carrera y zafás. En el entero te pasa factura y te puede dejar afuera. Yo en el primero tardé 12 horas y 20 minutos. Y en el segundo 10 horas 45 minutos. Vas mejorando. Te preparás distinto. Yo sacaba la cuenta el otro día y en un año calendario hasta la carrera yo corrí 30 veces la distancia que hacés en la carrera.
–¿Y cómo entrenás?
-Entreno solo y con el seguimiento de un entrenador de Buenos Aires que me va marcando. Hasta el ritmo cardíaco sabe. Y trato de cumplir con todo lo que me dice.
-¿Qué te gusta más de las tres disciplinas?
-Depende del momento. Hay veces que siento “qué mal estoy nadando” y le metés y mejorás. Lo mismo en la bici. Todo me gusta y todo no me gusta, dependiendo del momento. Me gusta el desafío.
-Y en una carrera de más de 10 horas. ¿En qué momento te cansás por primera vez?
-Y, depende del día. Me acuerdo del primer Ironman que corrí en Mar del Plata, me metí al agua y había olas de un metro y tenía que pasar tres o cuatro rompientes, cuando terminé de pasarlas ya estaba muerto. Pero es mucha cabeza. Pensás “qué hago acá” y siento, “la voy a terminar”. Lo hago porque es una tarea que no pienso dar el brazo a torcer. Si no me quiebro sigo.
-¿Se entrena lo mental?
-Si, entreno la cabeza. No sé si todo el mundo lo hace, pero he hecho tres horas o cuatro andando en bici fija contra la pared. Sin escuchar música. Me acostumbro de esa manera. Por ahí saliste al cumpleaños de mi hermano, me acosté a las 5 de la mañana, pero al día siguiente sabía que tenía que correr 23 kilómetros y los hago y después de hacerlos tengo una satisfacción inigualable. Cuando vos terminás de hacer algo que te cuesta es el doble de satisfacción.
-¿En qué vas pensando?
-Tengo mis días. Hay días que salgo con un problema en la cabeza y traigo diez soluciones. Y hay días que salgo relajado, con buena onda, y las multiplico. Y otros días no pensás en nada. Es variable. Si al final de la carrera se me bajan las defensas. Te ponés emotivo.
-¿Qué le recomendarías a alguien que está por empezar?
-Yo tengo que estar bien físicamente para estar bien mentalmente bien. Me sirve mucho. Oxigenar la cabeza me hace bien. Mucho de lo que hago es por eso. Si tengo que recomendarle a alguien es un deporte que podés hacer hasta la edad que quieras, competís con vos mismo y si querés, porque yo no juego a llegar primero, me pongo objetivos y está bueno poder cumplirlos. Pero vas a tu ritmo. La llegada es una satisfacción muy linda. Aparte te lleva a tener que comer bien. siempre jorobo con que la dieta con lácteos, muchas proteínas, obvio hay miles de líneas de nutrición que te dicen muchas cosas. Yo agradezco a las vacas que tengo que es lo que me dan parte de la nutrición que elijo.
-Bien, bien, bueno, llegamos al pin-pong de El Podcast de tu Vida y la primera pregunta tiene que ver con ¿Qué ciudad, de las que conocés, te ha gustado más?
-Me gustó mucho Sudáfrica en general, pero elegiría Ciudad del Cabo. Viajé por rugby a varios lugares. Y, obviamente, Nueva Zelanda, de donde elijo Wellington, o cualquiera de esos pueblitos del interior de Nueva Zelanda.
-¿Y qué lugares te gustaría conocer?
-Más de Europa. Conozco algo, pero poco. Italia me atrae. Seguir conociendo España y Europa toda.
-¿Una serie, peli, libro que te gustaría recomendar?
-Series hay dos que me encantaron. Una es “Peaky Brinders” y la otra es “Vikingos”. Y la otra, un libro, “La sociedad de la nieve”. Me encantó. Es un libro que me marcó.
-¿Qué superpoder te gustaría tener?
-Superman, que tiene varios poderes, pero si tuviera que elegir uno, teletransportarme. Me encanta viajar y acotar ese tiempo de viaje sería buenísimo.
-No, bueno… pará, viajar en el tiempo no que si no dejás de escuchar el podcast en los viajes… jajaj… La siguiente pregunta tiene que ver con si pudieses viajar en el tiempo, ir a cualquier momento en tu historia o la de la humanidad, ¿Dónde irías?
-Creo que me gustaría pasar más tiempo con uno de mis abuelos, uno que se fue rápido y otro que no conocí. Me hubiese encantado conocerlo porque fue el gestor de la empresa familiar hoy. Siempre escucho cuentos de él.
-Bueno Tomi, llegamos al final y tenés que elegir un tema musical para cerrar la nota. ¿Qué tema elegís?
-Hay una canción que me gusta que es “Father and son” que es de Cat Stevens. Habla de la calma que tenés que transmitirles a tus hijos para criarlos.